domingo, 14 de diciembre de 2014

LA PARIDAD CUANTITATIVA NO ES SINÓNIMO DE IGUALDAD

Ángel Narváez

Mucho hemos oído hablar en los últimos tiempos de la paridad en nuestras organizaciones. Todas, o casi todas, entendemos la necesidad de que las mujeres tengan una presencia igual o superior a la de los hombres en nuestros espacios. Poco a poco vamos dejando atrás el viejo discurso que nos hacía creer que estos deben estar compuestos por personas con capacidades, independientemente de su género, y vamos entendiendo que esa es la excusa perfecta para que siempre estén copados por hombres, puesto que somos nosotros quienes tomamos las decisiones en mayor medida, quienes ejercemos la opresión sobre la mujer, y quienes gozamos de una serie de privilegios por ser hombres.

Pero cometemos un error fundamental si creemos que con la mera presencia de un número igual o incluso superior de mujeres que de hombres estamos siendo equitativas. Y es que debemos entender el feminismo como la herramienta transversal y útil para facilitar la deconstrucción de las viejas masculinidades e impulsar el empoderamiento de la mujer, evitando adoptar comportamientos paternalistas que más bien frenen nuestro objetivo. En este sentido podemos llegar a la conclusión de que la paridad cuantitativa, por si sola, no supone una igualdad real entre hombres y mujeres.
En primer lugar no la supondrá mientras sigamos reproduciendo los viejos roles patriarcales en nuestras organizaciones. Las mujeres siguen asumiendo las áreas relacionadas con los cuidados y el trabajo reproductivo. Se encargan además de los afectos, adquieren una mayor preocupación por el bienestar emocional del grupo y son las que aportan soluciones en este sentido. En cambio, los hombres seguimos teniendo un mayor peso en los espacios de toma de decisiones y una mayor presencia en los debates que las conllevan. Trasladamos pues los mismos comportamientos que adoptamos en el núcleo familiar clásico.

Basta con estar presente en un debate para darse cuenta de que el mayor número de intervenciones las hacemos nosotros. También podemos observar que ellas intervienen de una forma muy distinta (mientras que los hombres solemos marcar unas líneas claras y con total seguridad en nosotros mismos, ellas reafirman en muchas ocasiones lo que decimos). Incluso la forma de expresar públicamente lo que pensamos evidencia la desigualdad existente en este sentido. Del “lo que hay que hacer” o el “tenemos que” de los hombres al “creo”, “pienso” o “considero” de las mujeres.
En no pocas ocasiones además escogemos para estos espacios y de forma consciente a mujeres con un nivel de empoderamiento bajo, inseguras frente a los hombres, para que no nos supongan una amenaza y podamos mantener nuestra posición privilegiada como hombres. De esta forma no tendremos que cambiar nuestros comportamientos y podremos seguir perpetuando esa desigualdad que tanto nos beneficia.

Por otra parte, las mujeres siguen asumiendo además de los cuidados las “tareas invisibles”, aquellas para las que no hay que dar la cara públicamente. Justo al contrario que nosotros, que siempre necesitamos que se nos reconozca el mérito de lo realizado y además gozamos de por sí de una mayor visibilidad entre la gente. Muestra de ello es la escasez de referentes femeninos en las organizaciones, y el hecho de que estos tengan que adoptar incluso comportamientos masculinos para llegar a serlo. Resulta espantoso ver como en muchas ocasiones una mujer tiene que elevar la voz y utilizar incluso la agresividad y la competitividad con sus compañeras y compañeros para poder visibilizarse públicamente mientras que los hombres ya contamos con ese reconocimiento.

Es todo lo anteriormente expuesto lo que me lleva a pensar que una vez más estamos reproduciendo los roles impuestos por el sistema. Debemos pues reflexionar al respecto, dejar atrás las viejas imposiciones del heteropatriarcado capitalista y asumir que de esta forma nunca conseguiremos acabar con él. De lo contrario, continuaremos eternamente en una espiral donde se hace imposible la igualdad real, pues no podemos conseguirla si los hombres mantenemos una posición privilegiada respecto a las mujeres y seguimos reproduciendo los factores que la crean.

12/12/2014

Ángel Narváez, militante de Izquierda Anticapitalista-Málaga

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