UNA GRAN RAZÓN PARA CELEBRAR EL DÍA DEL ORGULLO GAY
Por Magdalena Adrover
Más de una vez he oído decir, incluso por personas que pertenecen a la comunidad LGTBI, que el Día del Orgullo Gay se ha convertido en un espectáculo sinsentido, que su trasfondo reivindicador está fuera ya de lugar, que este colectivo está completamente integrado ya en la sociedad.
Nunca he estado de acuerdo con estas afirmaciones, pero además, he tenido la “suerte” de vivir el Día del Orgullo LGTBI en Bratislava (en Eslovaquia se celebra el 21 de septiembre), y esta vivencia me ha demostrado, no sólo que la situación del colectivo en España es una excepción, sino que somos el espejo en el que se mira Europa Central y del Este.
Hace falta que se celebre el Día del Orgullo Gay, porque cada año, miles de personas reprimidas por su orientación sexual miran a Madrid con ilusión y esperanza, imaginando un futuro en el que su país les permita la libertad de demostrar su orgullo al mismo nivel que en Chueca.
Sabemos más o menos la situación que vive el colectivo homosexual en Rusia, mucho se ha hablado de ello en la prensa; pero hagamos un breve repaso por los antecedentes en Eslovaquia: el Dúhový Pride, que es el nombre que se le da aquí al Día del Orgullo LGTBI, se celebró por primera vez en Bratislava en 2010, hace tan sólo tres años, y sólo pudo hacerse gracias a la influencia de los embajadores de otros países en la ciudad (entre ellos el español), que apoyaron su celebración. Tuvo muy buena acogida en la comunidad LGTBI, pero también fue desastroso: los extremistas atacaron a los manifestantes a pesar del despliegue policial, hiriendo a varias personas.
Y es que Eslovaquia es uno de los pocos estados europeos no adscritos a los principios de Yogyakarta, que establece una serie de principios legales para que se cumplan las normas de derecho internacional de los derechos humanos en relación a la orientación sexual y la identidad de género. Además, hace menos de un mes, el partido conservador presionó para que se echara atrás el un proyecto de ley sobre derechos humanos, que incluía la no discriminación por cuestión de orientación sexual, entre otras cosas (más información sobre legislación y situación del sector LGTBI en Eslovaquia).
Así que el Dúhový Pride arrancaba con los ánimos bajos, pero con muchas ganas de demostrar que se podía hacer, que existe mucho apoyo y que las cosas pueden mejorar, y mucho.
Cuando me dirigía al acto de apertura ya empecé a sentirme inquieta: las calles adyacentes a la Plaza Hviezdoslavovo estaban vacías de gente y llenas de policías en grupos de dos o tres; por todo el que iba a ser el recorrido de la manifestación se preparaban cordones policiales, en uno de los cuales tenían retenidos a un grupo de extremistas.
Cuál fue mi sorpresa cuando nos acercamos al escenario y antes de llegar nos encontramos con un cordón policial en el que nos pidieron que enseñáramos el bolso, y en el que te daban unas instrucciones de seguridad y te advertían que estaban grabando cámaras de seguridad.
En el acto se respiraba un buen ambiente de fiesta y alegría, aderezado con discursos en los que prevalecían los ánimos y las referencias a la gran acogida de este año, y sobre todo, al camino que queda por delante. Por supuesto, no faltaron las autoridades, entre la que destacó (por sorprendente) la aparición del alcalde de Bratislava. Lo que más llamó la atención del público y la prensa fue una performance en la que un afeminado Elton John casaba a dos chicas. Entre los asistentes había gente de todas las edades, desde niños y niñas hasta mayores. Pero a la vez, no dejaba de verse personal de seguridad, vigilantes y atentos a cualquier movimiento extraño.
Y llegó el momento de la manifestación, y aproximadamente 1.000 personas empezamos una caminata de lo más colorida, con banderas, batucada, coche de recién casadas y autobuses turísticos llenos de banderas, y constantes referencias a Putin, con máscaras en las que aparecía maquillado. En la cabecera de la manifestación, la pancarta de Amnistía Internacional declaraba que “Los Derechos Humanos son mi orgullo”. A lo largo del recorrido, algunas personas salieron a dar su apoyo en los balcones, provocando gritos de alegría.
Debo admitir que me sentí contrariada, pues me debatía entre el buen rollo que suelo sentir en las manifestaciones, y la sensación de estar atrapada y de sentirme amenazada. El despliegue policial fue impresionante, más de 200 antidisturbios, cordones policiales en todas las calles adyacentes, helicóptero y lancha incluidos. Aquí podéis ver algunos vídeos de la manifestación. El control era tal, que si alguien quería unirse a la manifestación tenía que ir hasta el inicio del trayecto, para pasar el control de seguridad.
Tal vez precisamente a todo ese dispositivo de seguridad, el día pasó sin ningún incidente, y la contramanifestación, que clamaba por el mantenimiento de la familia tradicional, pasó desapercibida.
Eslovaquia no es Rusia, pero creedme cuando os digo que no está tan lejos. Faltaba mucha gente en esa manifestación, gente que esconde su orientación sexual porque realmente tiene miedo, porque la discriminación y las agresiones están a la orden del día.
No nos equivoquemos: las demostraciones de apoyo y solidaridad como estas son necesarias, porque siempre hay alguien que necesita saber que no está solo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario