Carlos Carcione, Stalin Pérez, Juan García, Gonzalo Gómez, Zuleika Matamoros, Alexander Marín, por la coordinación nacional de Marea Socialista.
Introducción
El nombramiento de Rafael Ramírez como Vicepresidente del área económica frenó en seco el avance del nuevo sistema de cambio de divisas elaborado en cinco meses de negociaciones entre el gobierno, la oligarquía local y el capital financiero. Sistema que de haberse aplicado, hubiera significado un golpe mortal para el control estatal de la Renta Petrolera[1]. Al mismo tiempo la noche del martes 8 de octubre, el discurso del Presidente Nicolás Maduro, leído ante la Asamblea Nacional, despertó expectativas en el angustiado pueblo chavista, que espera resultados contundentes y rápidos en la lucha contra la gran corrupción, contra la usura, la especulación, el desabastecimiento y el chantaje que continúan. La guerra económica no se ha detenido y sigue horadando la base social y política del gobierno. Mientras que los voceros de la oposición declaran a los cuatro vientos su propósito de salir como sea del presidente. La situación ha entrado en una nueva fase. La apuesta de los dirigentes de la MUD, más allá de sus diferencias internas, es convertir las elecciones de Alcaldes y concejales en un plebiscito nacional contra Maduro. Pretenden demostrar la supuesta ilegitimidad del gobierno actual y forzar y acelerar los tiempos del reemplazo del presidente[2]. Para conseguir este plan que no ocultan, mantienen y profundizan la guerra económica, la batalla mediática y, si logran su objetivo electoral, buscarán desarrollar un calentamiento de calle con violencia incluida, exponencialmente superior al del 15 al 17 de abril pasado. Está vez apoyado en la parálisis y desmoralización que pretenden conseguir del Pueblo Bolivariano, castigado brutalmente por la especulación, la usura y por la desorientación provocada por meses de política errática, equivocada y que conduce a una conciliación abierta con la burguesía por parte del gobierno. En este escenario la burguesía y la MUD pretenden jaquear la supervivencia en el cargo del presidente Maduro y, con ello, la suerte futura del proceso bolivariano.
Introducción
El nombramiento de Rafael Ramírez como Vicepresidente del área económica frenó en seco el avance del nuevo sistema de cambio de divisas elaborado en cinco meses de negociaciones entre el gobierno, la oligarquía local y el capital financiero. Sistema que de haberse aplicado, hubiera significado un golpe mortal para el control estatal de la Renta Petrolera[1]. Al mismo tiempo la noche del martes 8 de octubre, el discurso del Presidente Nicolás Maduro, leído ante la Asamblea Nacional, despertó expectativas en el angustiado pueblo chavista, que espera resultados contundentes y rápidos en la lucha contra la gran corrupción, contra la usura, la especulación, el desabastecimiento y el chantaje que continúan. La guerra económica no se ha detenido y sigue horadando la base social y política del gobierno. Mientras que los voceros de la oposición declaran a los cuatro vientos su propósito de salir como sea del presidente. La situación ha entrado en una nueva fase. La apuesta de los dirigentes de la MUD, más allá de sus diferencias internas, es convertir las elecciones de Alcaldes y concejales en un plebiscito nacional contra Maduro. Pretenden demostrar la supuesta ilegitimidad del gobierno actual y forzar y acelerar los tiempos del reemplazo del presidente[2]. Para conseguir este plan que no ocultan, mantienen y profundizan la guerra económica, la batalla mediática y, si logran su objetivo electoral, buscarán desarrollar un calentamiento de calle con violencia incluida, exponencialmente superior al del 15 al 17 de abril pasado. Está vez apoyado en la parálisis y desmoralización que pretenden conseguir del Pueblo Bolivariano, castigado brutalmente por la especulación, la usura y por la desorientación provocada por meses de política errática, equivocada y que conduce a una conciliación abierta con la burguesía por parte del gobierno. En este escenario la burguesía y la MUD pretenden jaquear la supervivencia en el cargo del presidente Maduro y, con ello, la suerte futura del proceso bolivariano.