lunes, 9 de noviembre de 2015

20D: El fin de una ilusión

Encaramos la recta final de los procesos electorales con un mal sabor de boca, estos dos años de elecciones nos han dejado con el cuerpo hecho uno zorros, hemos pasado del auge de la ilusión electoral,a constatarse que es eso “una ilusión”. Hemos comprobado, por desgracia, que teníamos razón aquellos que decíamos que sin la movilización en la calle, es imposible una ruptura democrática del Régimen del 78.
No solo es que la inercias eran demasiado fuertes, sino que ,además, no había por parte de los actores una voluntad para ello. No había, desde el principio, una radicalidad democrática como motor y horizonte estratégico, y mientras no haya eso, no saldremos del ciclo. A lo máximo que se podrá aspirar es a cambiar el nombre de los participantes, a una remodelación de la élite, pero a nada más.

A veces se olvida que romper con el bipartidismo no es romper con la dinámica de alternancia de dos partidos en el poder, sino con una concepción de la política basada en unos valores totalmente contrarios a la humanidad. Se puede seguir con esa misma concepción siendo cuatro o cinco en vez de dos.
Las próximas elecciones, salvo sorpresas muy excepcionales, están definidas de antemano y parece que aceptadas por los actores políticos,  Apenas queda saber qué porcentaje de voto saca Podemos despues del Psoe y Ciudadanos y si IU desaparecerá o no del Parlamento, así como  cuantos diputados tendrá la aventura nacionalista en Galicia y Catalunya de Colau y cia  y si serán capaces de hacer un grupo parlamentario (necesita al menos el 15% de los votos en la comunidad autónoma).
En resumen, parece que se cierra la etapa que pasará a la historia de este país como el proceso más rápido de institucionalización y burocratización de un movimiento democrático (15M) que se haya conocido en estos pagos europeos.
Queda la incógnita de los llamados movimientos municipalistas, que parece que aún conservan la ilusión de representar algo en las grandes ciudades. El problema es que la eficacia de la forma Partido, mal que les pese a los “autónomos”, es la que están siguiendo al no plantearse una ruptura con el modelo anterior.
En efecto, la necesidad de su parte de legitimarse ante la sociedad como los mejores gestores de los municipios trae consigo una adaptación a los métodos y la burocracia de lo instituido. Es lógico porque no presenta alternativas fuera del sistema de las instituciones, en palabras de alguien tan poco sospechoso como Enmanuel Rodríguez es la carencia de un proyecto político digno de tal nombre. El municipalismo está todavía por experimentar su propia decantación. Su acepción común no pasa de tomar “posición” en los municipios, ser “gente honrada” y tener una vaga aspiración de movimiento“. Es como dice mi cartilla militar en el apartado “Valor” : Se le supone.
Y esto dentro de una inercia institucional nos lleva por el mismo camino que se quiere romper. Dándose la paradoja de que se reivindiquen formas autónomas de participación, empoderamiento, etc  mediante una participación activa de la gestión en los poderes donde se encuentren. Es decir, que se pida y se llena la boca de autonomía y no subordinación a la las instancias de representación y al estado, al poder desde los propios órganos creados por el poder para ello: diputaciones, parlamentos, ayuntamientos, etc. Todo ello desde las perspectivas de la centralidad del tablero en las clases medias, que están siguiendo un proceso de proletarización, aunque aún no se refleje a nivel ideológico, pero esto es otro debate.
La entrada en las instituciones, sin una ideología de enfrentamiento claro con la burguesía lleva aparejada la aceptación de los rituales de Estado y de gobierno, es lo que se ha llamado “tenemos que hacer política” y para ello tiene que haber una aceptación de las reglas de juego y acuerdos de gobierno: yo te doy algo y tu me das  aquello, yo cedo aquí y tú allí. Se está condenado a someterse a la inercia institucional y a la contraofensiva restauradora.
Y  aquí entra en juego el oportunismo, así como las carreras políticas de una gran cantidad de cargos públicos (concejales, diputados provinciales, autonómicos,  estatales), así como del aparato burocrático que les acompañan  (un verdadero ejército de expertos, asesores, protoburócratas y burócratas confirmados) que van a contribuir decisivamente en el mantenimiento del status quo.
Adolfo Granero, Militante de IZAR Málaga

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