Tomás Martínez, militante de Izquierda Anticapitalista-Andalucía
Estas notas deberían de ser tan sólo una simple aportación más de lo que con toda seguridad se ha escrito y aún tendrá que escribirse de análisis y balance de las ya históricas marchas de la dignidad que nos hicieron estremecer a muchos y muchas por las inundadas calles de Madrid. En el ambiente festivo que se respiraba ayer, también durante las semanas y días previos olía a huelga, algo no usual en una manifestación.
Y digo deben ser porque estoy convencido de que la movilización del 22 de Marzo debe caracterizarse no como un paso más en la respuesta al ataque sin frenos al que nos someten los gobiernos de la troika. No se trataba de una nueva manifestación de mareas ciudadanas o de una más de las muchas de CCOO y UGT para recordar que siguen vivos y todavía pueden sacar gente a la calle. Las marchas de la dignidad, con un formato inédito y un trabajo con meses de antelación, suponen un hito destacado.
Se mascaba la ilusión de una cita que iba a insuflarnos ánimos, de que estábamos ante una oportunidad de ver sacar músculo a muchas pulsiones sociales hastiadas de la inducida parálisis, ésta que niega la urgente necesidad de unificar a tantísimos sectores en lucha que se reproducen en todo el estado intentando no ahogarse en las arenas movedizas de una reforma laboral esclavista que no ofrece madera a la que agarrarse. Panrico y Coca-Cola son dos ejemplos que estuvieron bien presentes.
Una de las claves del éxito de la jornada ha sido la unidad de organizaciones clásicas y de los nuevos movimientos sociales. Rotundamente fue un día de clase en que golpeamos todas y todos a la vez, un dignísimo día lucha resultado del trabajo paciente en espacios muy plurales, con contradicciones y tensiones que había que resolver para avanzar. Así lo sentimos los componentes de columna andaluza entrando en la capital.
De alguna forma las marchas forman parte dentro del hilo de continuidad lógico que permitió mutar el espíritu indefinido del 15M en la génesis de la autoorganización de las mareas, que tomaron un decisivo impulso con la marcha minera que aunó solidaridades de todo el estado. Con todas las zancadillas posibles que preparó el apagón informativo, tampoco el despliegue represivo pudo evitar que varias columnas territoriales confluyeran en Atocha uniendo reivindicaciones, lemas y banderas.
Aunque las marchas de la dignidad empezaron a fraguarse tras el verano pasado para responder a las escandalosas cifras del paro, los lemas escogidos recogían el sentir de la amplia totalidad de colectivos que llevan enfrentándose contra la austeridad desde el inicio de la crisis (no al pago de la deuda, contra los gobiernos de la troika, pan, trabajo y techo). No obstante, es de constatar su orientación radical: ha sido ésta una movilización masiva en la que hemos estado cómodos la izquierda anticapitalista, sin necesidad de bloque crítico.
Es indudable la exhibición de fuerza que ha demostrado el SAT, sindicato en el camino de autoconstrucción que inició con las mediáticas marchas andaluzas de hace un par de veranos. La apuesta no ha salido en absoluto mal parada a Cañamero y Sánchez Gordillo, quienes han sabido leer el espacio sin voz en que quedaban arrinconadas muchas asambleas de parados a través de un discurso rebelde que casa muy poco con el reciente cierre de filas de apostar por la IU andaluza como fuerza transformadora.
La PAH y Stop Desahucios han sido protagonistas desde el inicio de estas marchas de la dignidad, precisamente cuando el derecho a la vivienda ha sido de los más peleados y reconocidos por la dignidad de quienes lo ven pisoteado y se han sumado a la pelea. Agrupándose en torno a un “apoyo crítico” que no ha contado finalmente con el reconocimiento oficial, ha impulsado también la jornada la CGT, que con Cobas y Solidaridad Obrera diferían en poner el acento en la exigencia de una huelga general.
Estamos obligados a que este 22 de Marzo suponga un punto y aparte en la serie de manifestaciones que se llevan sucediendo en los dos años de gobierno de Rajoy, especialmente desde el último paro general el 14 de Noviembre de 2012. Se trata de la primera gran movilización que parte desde la difícil y conflictiva coordinación de los sindicalismos minoritarios y nacionalistas, a pesar del papel central del sindicalismo andaluz, y suponen un auténtico pulso y tirón de orejas a las centrales mayoritarias.
Lo que cabe esperar ahora es poner sobre la mesa cuanto antes una nueva fecha de movilización, con las mismas características pero también más inclusiva, y que se elabore desde el conjunto de las organizaciones convocantes una hoja de ruta que sea capaz de afinar las reivindicaciones exigidas en los manifiestos. No podemos esperar por ver quién da el primer paso y toma la iniciativa, tenemos que incitar a un balance que urja a mantener las estructuras y elevar el nivel de respuesta.
El sindicalismo de concertación, que ciertamente no pasa por sus mejores momentos y sufre el descrédito que corroe a todas las patas del régimen, no ha podido moverse más torpemente y se ha puesto de lado a pesar del apoyo a última hora de la Cumbre Social. Hay que denunciar sin rodeos la provocación que supuso, no diré que insólita, la poco discreta reunión de Toxo y Méndez con Rajoy y los verdugos de la patronal para retomar el diálogo social. Cuánta rabia nos desató esa deplorable foto.
Muy a pesar de esto, no podemos dar la espalda a tantos sindicalistas combativos de CCOO y UGT y excluirlos de una próxima convocatoria así. Ellos y ellas, que renegaron del “pensionazo” y también del pacto de moderación salarial, han marchado con nuestras columnas y deberemos hacer con ellos y ellas que las próximas marchas de la dignidad tengan un sabor más certero a huelga general. Aún resuenan en nuestros oídos las voces de quienes sacamos a pasear nuestro orgullo de clase trabajadora desde distintas partes del estado, llegando a pie o en autobuses, confeccionando esta nueva fórmula de respuesta en nuestros espacios militantes. Volvimos a nuestras ciudades satisfechos de haber cumplido como dignos piquetes en este simulacro de paro general. Las personas que nos hemos quedado roncas podemos decir que allí estuvimos y que hicimos posible el 22M, y ni los medios ni las cargas policiales pudieron enterrarnos. Fueron las marchas de la dignidad las que enterraron a Suárez y pasaron otra página del cuento que ya no nos creemos.
Estas notas deberían de ser tan sólo una simple aportación más de lo que con toda seguridad se ha escrito y aún tendrá que escribirse de análisis y balance de las ya históricas marchas de la dignidad que nos hicieron estremecer a muchos y muchas por las inundadas calles de Madrid. En el ambiente festivo que se respiraba ayer, también durante las semanas y días previos olía a huelga, algo no usual en una manifestación.
Y digo deben ser porque estoy convencido de que la movilización del 22 de Marzo debe caracterizarse no como un paso más en la respuesta al ataque sin frenos al que nos someten los gobiernos de la troika. No se trataba de una nueva manifestación de mareas ciudadanas o de una más de las muchas de CCOO y UGT para recordar que siguen vivos y todavía pueden sacar gente a la calle. Las marchas de la dignidad, con un formato inédito y un trabajo con meses de antelación, suponen un hito destacado.
Se mascaba la ilusión de una cita que iba a insuflarnos ánimos, de que estábamos ante una oportunidad de ver sacar músculo a muchas pulsiones sociales hastiadas de la inducida parálisis, ésta que niega la urgente necesidad de unificar a tantísimos sectores en lucha que se reproducen en todo el estado intentando no ahogarse en las arenas movedizas de una reforma laboral esclavista que no ofrece madera a la que agarrarse. Panrico y Coca-Cola son dos ejemplos que estuvieron bien presentes.
Una de las claves del éxito de la jornada ha sido la unidad de organizaciones clásicas y de los nuevos movimientos sociales. Rotundamente fue un día de clase en que golpeamos todas y todos a la vez, un dignísimo día lucha resultado del trabajo paciente en espacios muy plurales, con contradicciones y tensiones que había que resolver para avanzar. Así lo sentimos los componentes de columna andaluza entrando en la capital.
De alguna forma las marchas forman parte dentro del hilo de continuidad lógico que permitió mutar el espíritu indefinido del 15M en la génesis de la autoorganización de las mareas, que tomaron un decisivo impulso con la marcha minera que aunó solidaridades de todo el estado. Con todas las zancadillas posibles que preparó el apagón informativo, tampoco el despliegue represivo pudo evitar que varias columnas territoriales confluyeran en Atocha uniendo reivindicaciones, lemas y banderas.
Aunque las marchas de la dignidad empezaron a fraguarse tras el verano pasado para responder a las escandalosas cifras del paro, los lemas escogidos recogían el sentir de la amplia totalidad de colectivos que llevan enfrentándose contra la austeridad desde el inicio de la crisis (no al pago de la deuda, contra los gobiernos de la troika, pan, trabajo y techo). No obstante, es de constatar su orientación radical: ha sido ésta una movilización masiva en la que hemos estado cómodos la izquierda anticapitalista, sin necesidad de bloque crítico.
Es indudable la exhibición de fuerza que ha demostrado el SAT, sindicato en el camino de autoconstrucción que inició con las mediáticas marchas andaluzas de hace un par de veranos. La apuesta no ha salido en absoluto mal parada a Cañamero y Sánchez Gordillo, quienes han sabido leer el espacio sin voz en que quedaban arrinconadas muchas asambleas de parados a través de un discurso rebelde que casa muy poco con el reciente cierre de filas de apostar por la IU andaluza como fuerza transformadora.
La PAH y Stop Desahucios han sido protagonistas desde el inicio de estas marchas de la dignidad, precisamente cuando el derecho a la vivienda ha sido de los más peleados y reconocidos por la dignidad de quienes lo ven pisoteado y se han sumado a la pelea. Agrupándose en torno a un “apoyo crítico” que no ha contado finalmente con el reconocimiento oficial, ha impulsado también la jornada la CGT, que con Cobas y Solidaridad Obrera diferían en poner el acento en la exigencia de una huelga general.
Estamos obligados a que este 22 de Marzo suponga un punto y aparte en la serie de manifestaciones que se llevan sucediendo en los dos años de gobierno de Rajoy, especialmente desde el último paro general el 14 de Noviembre de 2012. Se trata de la primera gran movilización que parte desde la difícil y conflictiva coordinación de los sindicalismos minoritarios y nacionalistas, a pesar del papel central del sindicalismo andaluz, y suponen un auténtico pulso y tirón de orejas a las centrales mayoritarias.
Lo que cabe esperar ahora es poner sobre la mesa cuanto antes una nueva fecha de movilización, con las mismas características pero también más inclusiva, y que se elabore desde el conjunto de las organizaciones convocantes una hoja de ruta que sea capaz de afinar las reivindicaciones exigidas en los manifiestos. No podemos esperar por ver quién da el primer paso y toma la iniciativa, tenemos que incitar a un balance que urja a mantener las estructuras y elevar el nivel de respuesta.
El sindicalismo de concertación, que ciertamente no pasa por sus mejores momentos y sufre el descrédito que corroe a todas las patas del régimen, no ha podido moverse más torpemente y se ha puesto de lado a pesar del apoyo a última hora de la Cumbre Social. Hay que denunciar sin rodeos la provocación que supuso, no diré que insólita, la poco discreta reunión de Toxo y Méndez con Rajoy y los verdugos de la patronal para retomar el diálogo social. Cuánta rabia nos desató esa deplorable foto.
Muy a pesar de esto, no podemos dar la espalda a tantos sindicalistas combativos de CCOO y UGT y excluirlos de una próxima convocatoria así. Ellos y ellas, que renegaron del “pensionazo” y también del pacto de moderación salarial, han marchado con nuestras columnas y deberemos hacer con ellos y ellas que las próximas marchas de la dignidad tengan un sabor más certero a huelga general. Aún resuenan en nuestros oídos las voces de quienes sacamos a pasear nuestro orgullo de clase trabajadora desde distintas partes del estado, llegando a pie o en autobuses, confeccionando esta nueva fórmula de respuesta en nuestros espacios militantes. Volvimos a nuestras ciudades satisfechos de haber cumplido como dignos piquetes en este simulacro de paro general. Las personas que nos hemos quedado roncas podemos decir que allí estuvimos y que hicimos posible el 22M, y ni los medios ni las cargas policiales pudieron enterrarnos. Fueron las marchas de la dignidad las que enterraron a Suárez y pasaron otra página del cuento que ya no nos creemos.
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