El pasado 17 de noviembre, la patronal y los sindicatos presentes en la mesa de negociación firmaron el acuerdo que puso fin a la Huelga indefinida que los trabajadores de limpieza viaria y jardinería del Ayuntamiento de Madrid llevaban desde el 5 de noviembre. Este acuerdo llegaba un día después de que el Ayuntamiento de Madrid declarara el estado de Emergencia Sanitaria y contratara a la empresa pública TRAGSA para limpiar las calles, quienes, a través de una ETT contrataron a varios cientos de trabajadores que, junto con los servicios mínimos (que se mantuvieron) salieron el sábado a limpiar la ciudad. Es el momento ahora de analizar la evolución del conflicto y el contenido del acuerdo.
La necesaria democratización del conflicto y el papel de las burocracias sindicales.
Desde el comienzo de la Huelga las burocracias de los principales sindicatos (CCOO, UGT y CSIF, contando con el seguidismo de CGT) evidenciaron su interés por mantener el conflicto bajo control. Sin embargo, para ganar una lucha, es necesario que ésta esté dirigida, diseñada y auto-organizada por el conjunto de los y las trabajadores en huelga y no por las burocracias sindicales. El papel que éstas han desempeñado durante la huelga ha sido inadmisible y cuanto menos desmovilizador: no se puede lanzar una convocatoria de huelga indefinida sin preparar previamente una caja de resistencia centralizada y controlada por las y los trabajadores y un plan de movilización común que unifique a la plantilla en actividades diarias más allá de los piquetes y que la visibilice en la calle. Después de la manifestación del 4 de noviembre, el día antes de que comenzara la huelga, no se convocó ninguna otra manifestación unitaria hasta el martes 19 (manifestación que llegaba tarde con creces); en plena huelga y no se convoca hasta ¡14 días después! intentando boicotear, para colmo, la manifestación convocada por los sindicatos minoritarios.
La toma de decisiones tiene que ser en todo momento del conjunto de la plantilla, para lo que son imprescindibles asambleas generales. En los 13 días que ha durado la huelga no se ha convocado ni una sola asamblea general de personal. Dividir a los y las trabajadoras en asambleas de cantones, tener un comité de huelga en el que no están incluidas todas las opciones sindicales y no ha sido elegido democráticamente en una asamblea general e informar a golpe de “whatsapp” tiene como único objetivo la descoordinación y desorganización de las y los trabajadores y por tanto su pérdida de control en la dirección y evolución de la lucha.
La gota que colma el vaso llega el viernes 15 cuando por la noche desmovilizan a la plantilla permitiendo el esquirolaje de TRAGSA para llegar a un preacuerdo el sábado por la mañana, ratificado en precipitadas asambleas por cantones por la tarde. Ni siquiera el preacuerdo es objeto de debate en una asamblea general. Con esta ratificación se desconvoca la huelga.
El acuerdo.
Si analizamos las condiciones del acuerdo, vendido por las burocracias sindicales como un triunfo absoluto, vemos que si lo caracterizamos de victoria, no puede ser más que una victoria parcial. Siendo además conscientes de que las condiciones iniciales de la patronal suelen estar magnificadas como mera estrategia de negociación.
Se reducen a 0 los cerca de 1200 despidos propuestos en el ERE original pero sí se pierden puestos de trabajo.
Tampoco es cierto que no haya despidos, los 350 trabajadores no subrogados en agosto sin indemnización no se reincorporan; se incluyen bajas y excedencias incentivadas así como prejubilaciones (aunque no se especifican datos) y las bajas no se cubrirán, por lo que el acuerdo implica una reducción de puestos de trabajo. Además los datos no están claros pues en las nuevas listas hay cerca de 1300 puestos de trabajo que no aparecen. Si la limpieza viaria en los barrios ya era deficitaria por los sucesivos recortes (en medios y en personal, eliminando las campañas de navidad, de la hoja, amortizando plazas…) somos conscientes de que a pesar de tener 2 nuevos impuestos sobre basura, este servicio empeorará.
Se elimina la rebaja salarial directa del 43% pero sí hay reducción del poder adquisitivo.
Es cierto que no se mantiene la cláusula abusiva de una reducción salarial del 43% (en nóminas que en muchos casos no alcanzan 1000€) y no hay rebaja salarial directa, pero sí hay reducción del poder adquisitivo en tanto que se acepta la congelación salarial durante 5 años (mientras que el IPC sigue subiendo) y se firma un ERTE de 45 días por año durante 5 años, lo que en términos salariales implica que en ese período sólo se cobra el 70% de la base reguladora y se pierde la parte proporcional de paga extra y pluses. Es posible, además, que muchos trabajadores que antes no tenían que hacerlo por no alcanzar el mínimo se vean ahora obligados a hacer la declaración de la renta por estar 45 días en el paro, con el agravante que supone tener dos pagadores. Además, será el SEPE (y por ende los propios trabajadores y no la patronal) quien pague esos 45 días. Así pues en última instancia este acuerdo supone que para que las empresas concesionarias puedan mantenerse con beneficios se destruyen puestos de trabajo, se reduce el poder adquisitivo de los trabajadores y parte del sueldo se carca a las arcas públicas del SEPE y la Seguridad Social. No es el gran negocio que la patronal propuso en un primer momento, pero malparada no sale.
Se abre la puerta a futuros despidos y recortes: se firma un ERTE. Aun así lo más sangrante de todo es la firma del ERTE. No solo porque la patronal trasvase costes a las arcas públicas, sino porque la firma del ERTE abre las puertas a futuros despidos y recortes de derechos laborales. Con la firma del ERTE se acepta que existen motivos para una reducción de personal por lo que en el futuro la patronal no necesitará justificarlo. Las burocracias sindicales han aceptado que hay motivos para una reducción de personal cuando en realidad no los hay: las empresas concursaron sabiendo el servicio que tenían que cumplir y la cantidad de personal que había que subrogar. El ERTE abre una doble vía de posibles despidos en un futuro: si el servicio no se cumple (ya que hay menos personal) podrán alegar ‘improductividad’ y si el servicio se cumple sin los trabajadores que estén en el ERTE ¿para qué mantenerlos?
Las luces: Una lucha dura y combativa que ha tejido una amplia solidaridad de clase.
No obstante está la otra cara del conflicto: la actitud de la plantilla y del resto de trabajadores que se han solidarizado con la huelga. La plantilla de limpieza y jardinería secundó la huelga en un 100% y desde el primer momento ha mostrado una actitud claramente combativa frente a la empresa y una total predisposición a pelear por sus puestos de trabajo y condiciones laborales. Ni siquiera se dividieron cuando se ofrecieron menores rebajas salariales (12%) y un ERE menor (primero 695 y luego 296). Evidentemente sin esta huelga el acuerdo habría sido mucho peor y se habría aceptado un ERE. Este conflicto nos ha demostrado sólo es posible vencer así, mediante huelgas y con la plantilla unida.
También han sido capaces de socializar el conflicto y trasladarlo a los barrios realizando diversos actos en los que se han implicado asociaciones de vecinos, organizaciones sociales o políticas etc. Las muestras de solidaridad del resto de trabajadores madrileños no se dejó esperar: con la participación masiva del 4N que dio el pistoletazo de salida a la huelga, convocando manifestaciones de solidaridad en barrios como Vallekas o Carabanchel, repartiendo octavillas explicativas o sacando carteles y pegatinas en solidaridad con la huelga y por supuesto apoyando y difundiendo cada convocatoria que saliera de los propios trabajadores. Si algo debe de quedar de esta lucha son esos lazos de solidaridad que han comenzado a tejerse y que habrá que afianzar y consolidar, porque hoy han sido los barrenderos y jardineros, pero mañana serán los basureros, el personal de Metro o de la EMT, y sólo juntos podemos vencer. Si la lucha es el único camino, unifiquemos todas las luchas.
La necesaria democratización del conflicto y el papel de las burocracias sindicales.
Desde el comienzo de la Huelga las burocracias de los principales sindicatos (CCOO, UGT y CSIF, contando con el seguidismo de CGT) evidenciaron su interés por mantener el conflicto bajo control. Sin embargo, para ganar una lucha, es necesario que ésta esté dirigida, diseñada y auto-organizada por el conjunto de los y las trabajadores en huelga y no por las burocracias sindicales. El papel que éstas han desempeñado durante la huelga ha sido inadmisible y cuanto menos desmovilizador: no se puede lanzar una convocatoria de huelga indefinida sin preparar previamente una caja de resistencia centralizada y controlada por las y los trabajadores y un plan de movilización común que unifique a la plantilla en actividades diarias más allá de los piquetes y que la visibilice en la calle. Después de la manifestación del 4 de noviembre, el día antes de que comenzara la huelga, no se convocó ninguna otra manifestación unitaria hasta el martes 19 (manifestación que llegaba tarde con creces); en plena huelga y no se convoca hasta ¡14 días después! intentando boicotear, para colmo, la manifestación convocada por los sindicatos minoritarios.
La toma de decisiones tiene que ser en todo momento del conjunto de la plantilla, para lo que son imprescindibles asambleas generales. En los 13 días que ha durado la huelga no se ha convocado ni una sola asamblea general de personal. Dividir a los y las trabajadoras en asambleas de cantones, tener un comité de huelga en el que no están incluidas todas las opciones sindicales y no ha sido elegido democráticamente en una asamblea general e informar a golpe de “whatsapp” tiene como único objetivo la descoordinación y desorganización de las y los trabajadores y por tanto su pérdida de control en la dirección y evolución de la lucha.
La gota que colma el vaso llega el viernes 15 cuando por la noche desmovilizan a la plantilla permitiendo el esquirolaje de TRAGSA para llegar a un preacuerdo el sábado por la mañana, ratificado en precipitadas asambleas por cantones por la tarde. Ni siquiera el preacuerdo es objeto de debate en una asamblea general. Con esta ratificación se desconvoca la huelga.
El acuerdo.
Si analizamos las condiciones del acuerdo, vendido por las burocracias sindicales como un triunfo absoluto, vemos que si lo caracterizamos de victoria, no puede ser más que una victoria parcial. Siendo además conscientes de que las condiciones iniciales de la patronal suelen estar magnificadas como mera estrategia de negociación.
Se reducen a 0 los cerca de 1200 despidos propuestos en el ERE original pero sí se pierden puestos de trabajo.
Tampoco es cierto que no haya despidos, los 350 trabajadores no subrogados en agosto sin indemnización no se reincorporan; se incluyen bajas y excedencias incentivadas así como prejubilaciones (aunque no se especifican datos) y las bajas no se cubrirán, por lo que el acuerdo implica una reducción de puestos de trabajo. Además los datos no están claros pues en las nuevas listas hay cerca de 1300 puestos de trabajo que no aparecen. Si la limpieza viaria en los barrios ya era deficitaria por los sucesivos recortes (en medios y en personal, eliminando las campañas de navidad, de la hoja, amortizando plazas…) somos conscientes de que a pesar de tener 2 nuevos impuestos sobre basura, este servicio empeorará.
Se elimina la rebaja salarial directa del 43% pero sí hay reducción del poder adquisitivo.
Es cierto que no se mantiene la cláusula abusiva de una reducción salarial del 43% (en nóminas que en muchos casos no alcanzan 1000€) y no hay rebaja salarial directa, pero sí hay reducción del poder adquisitivo en tanto que se acepta la congelación salarial durante 5 años (mientras que el IPC sigue subiendo) y se firma un ERTE de 45 días por año durante 5 años, lo que en términos salariales implica que en ese período sólo se cobra el 70% de la base reguladora y se pierde la parte proporcional de paga extra y pluses. Es posible, además, que muchos trabajadores que antes no tenían que hacerlo por no alcanzar el mínimo se vean ahora obligados a hacer la declaración de la renta por estar 45 días en el paro, con el agravante que supone tener dos pagadores. Además, será el SEPE (y por ende los propios trabajadores y no la patronal) quien pague esos 45 días. Así pues en última instancia este acuerdo supone que para que las empresas concesionarias puedan mantenerse con beneficios se destruyen puestos de trabajo, se reduce el poder adquisitivo de los trabajadores y parte del sueldo se carca a las arcas públicas del SEPE y la Seguridad Social. No es el gran negocio que la patronal propuso en un primer momento, pero malparada no sale.
Se abre la puerta a futuros despidos y recortes: se firma un ERTE. Aun así lo más sangrante de todo es la firma del ERTE. No solo porque la patronal trasvase costes a las arcas públicas, sino porque la firma del ERTE abre las puertas a futuros despidos y recortes de derechos laborales. Con la firma del ERTE se acepta que existen motivos para una reducción de personal por lo que en el futuro la patronal no necesitará justificarlo. Las burocracias sindicales han aceptado que hay motivos para una reducción de personal cuando en realidad no los hay: las empresas concursaron sabiendo el servicio que tenían que cumplir y la cantidad de personal que había que subrogar. El ERTE abre una doble vía de posibles despidos en un futuro: si el servicio no se cumple (ya que hay menos personal) podrán alegar ‘improductividad’ y si el servicio se cumple sin los trabajadores que estén en el ERTE ¿para qué mantenerlos?
Las luces: Una lucha dura y combativa que ha tejido una amplia solidaridad de clase.
No obstante está la otra cara del conflicto: la actitud de la plantilla y del resto de trabajadores que se han solidarizado con la huelga. La plantilla de limpieza y jardinería secundó la huelga en un 100% y desde el primer momento ha mostrado una actitud claramente combativa frente a la empresa y una total predisposición a pelear por sus puestos de trabajo y condiciones laborales. Ni siquiera se dividieron cuando se ofrecieron menores rebajas salariales (12%) y un ERE menor (primero 695 y luego 296). Evidentemente sin esta huelga el acuerdo habría sido mucho peor y se habría aceptado un ERE. Este conflicto nos ha demostrado sólo es posible vencer así, mediante huelgas y con la plantilla unida.
También han sido capaces de socializar el conflicto y trasladarlo a los barrios realizando diversos actos en los que se han implicado asociaciones de vecinos, organizaciones sociales o políticas etc. Las muestras de solidaridad del resto de trabajadores madrileños no se dejó esperar: con la participación masiva del 4N que dio el pistoletazo de salida a la huelga, convocando manifestaciones de solidaridad en barrios como Vallekas o Carabanchel, repartiendo octavillas explicativas o sacando carteles y pegatinas en solidaridad con la huelga y por supuesto apoyando y difundiendo cada convocatoria que saliera de los propios trabajadores. Si algo debe de quedar de esta lucha son esos lazos de solidaridad que han comenzado a tejerse y que habrá que afianzar y consolidar, porque hoy han sido los barrenderos y jardineros, pero mañana serán los basureros, el personal de Metro o de la EMT, y sólo juntos podemos vencer. Si la lucha es el único camino, unifiquemos todas las luchas.
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