Comunicado de Anticapitalistas
Pan, trabajo, techo y dignidad. Estos son los lemas que se escucharán de nuevo en las calles de Madrid. Unos lemas que representan la impugnación del régimen del 78 y de sus instituciones, incapaces, en un contexto de crisis, de satisfacer las reivindicaciones populares más elementales.
El 22 de marzo del 2014, las Marchas de la Dignidad tuvieron un indudable éxito de participación, marcando un nuevo hito en la movilización social. Una movilización de base, organizada desde abajo, lograba lo que las pocas y defensivas convocatorias realizadas en los últimos tiempos por las dos grandes centrales sindicales no habían conseguido. A pesar del silencio mediático, y de los posteriores intentos de criminalización, las marchas se convirtieron en un referente de auto-organización popular y solidaria, combativa y de clase, frente a la falta de credibilidad de los grandes aparatos sindicales. Un año después comprobamos que, a pesar de que aquella movilización demostró que existe un pueblo que no se resigna frente al “élite oficial”, los motivos que nos concentraron en Madrid el pasado año mantienen plenamente su vigencia.
Los esfuerzos del Gobierno por revitalizar el discurso de la "recuperación económica", y por convencernos de que lo peor de la crisis es parte del pasado, no pueden ocultar el abismo que separa la realidad de la mayoría social trabajadora de los discursos disparatadamente optimistas de las élites políticas y económicas. Las cifras del paro, el aumento de la precariedad laboral, los ataques a la libre decisión de las mujeres, la continuación de la privatización de los servicios públicos, el aumento de las desigualdades y la exclusión social son razones que siguen pesando en la conciencia de las y los que sufrimos esta crisis, y por las que merece la pena luchar, sin renunciar a ningún frente ni desechar ningún instrumento.
Sobran los motivos para que las Marchas vuelvan a llenar las calles de Madrid. Pero no debemos quedarnos sólo en la fecha simbólica del 22-M, también es necesario seguir avanzando, fortaleciendo iniciativas como ésta , construyendo espacios de encuentro para las múltiples luchas que contribuyan a generar un bloque social antagonista que aspire a una transformación radical, revolucionaria, del orden social existente.
El desarrollo de estos espacios, que permiten la organización de respuestas colectivas amplias, bajo una perspectiva plurinacional y plurilingüistica, donde el derecho a decidir de los pueblos del estado sea un eje esencial en la apertura del horizonte de ruptura democrática hacia el que nos encaminamos. Ahora toca seguir acumulando este potencial, desde abajo, haciendo de este músculo movilizador el mejor apoyo del empoderamiento popular, sin olvidar que este camino se hace con un pie en las instituciones, pero con mil en las calles.
Al igual que el pueblo griego, necesitado de apoyo en su lucha contra la salvaje austeridad impuesta, y que está sufriendo el chantaje y las embestidas del gran capital europeo, no podemos perder de vista la importancia de mantener viva la llama de la movilización. Ante un horizonte electoral ilusionante, las movilizaciones populares siguen siendo el mejor "termómetro" político; un elemento decisivo a la hora de presionar a favor de políticas que supongan una ruptura real con el régimen del 78 y con los dictados de la Troika, y llamadas además, llegado el caso, a jugar el papel decisivo que sirva para constituir una política al servicio de los trabajadores y de las trabajadoras.
Porque las calles siguen siendo nuestro principal campo para la construcción del poder popular.
Hagamos de este sábado una jornada de reivindicación y de defensa de nuestros derechos.
Nos sobran los motivos para participar en cualquiera de las 9 rutas que confluirán, a las 18:00 horas, en Colón
Pan, trabajo, techo y dignidad. Estos son los lemas que se escucharán de nuevo en las calles de Madrid. Unos lemas que representan la impugnación del régimen del 78 y de sus instituciones, incapaces, en un contexto de crisis, de satisfacer las reivindicaciones populares más elementales.
El 22 de marzo del 2014, las Marchas de la Dignidad tuvieron un indudable éxito de participación, marcando un nuevo hito en la movilización social. Una movilización de base, organizada desde abajo, lograba lo que las pocas y defensivas convocatorias realizadas en los últimos tiempos por las dos grandes centrales sindicales no habían conseguido. A pesar del silencio mediático, y de los posteriores intentos de criminalización, las marchas se convirtieron en un referente de auto-organización popular y solidaria, combativa y de clase, frente a la falta de credibilidad de los grandes aparatos sindicales. Un año después comprobamos que, a pesar de que aquella movilización demostró que existe un pueblo que no se resigna frente al “élite oficial”, los motivos que nos concentraron en Madrid el pasado año mantienen plenamente su vigencia.
Los esfuerzos del Gobierno por revitalizar el discurso de la "recuperación económica", y por convencernos de que lo peor de la crisis es parte del pasado, no pueden ocultar el abismo que separa la realidad de la mayoría social trabajadora de los discursos disparatadamente optimistas de las élites políticas y económicas. Las cifras del paro, el aumento de la precariedad laboral, los ataques a la libre decisión de las mujeres, la continuación de la privatización de los servicios públicos, el aumento de las desigualdades y la exclusión social son razones que siguen pesando en la conciencia de las y los que sufrimos esta crisis, y por las que merece la pena luchar, sin renunciar a ningún frente ni desechar ningún instrumento.
Sobran los motivos para que las Marchas vuelvan a llenar las calles de Madrid. Pero no debemos quedarnos sólo en la fecha simbólica del 22-M, también es necesario seguir avanzando, fortaleciendo iniciativas como ésta , construyendo espacios de encuentro para las múltiples luchas que contribuyan a generar un bloque social antagonista que aspire a una transformación radical, revolucionaria, del orden social existente.
El desarrollo de estos espacios, que permiten la organización de respuestas colectivas amplias, bajo una perspectiva plurinacional y plurilingüistica, donde el derecho a decidir de los pueblos del estado sea un eje esencial en la apertura del horizonte de ruptura democrática hacia el que nos encaminamos. Ahora toca seguir acumulando este potencial, desde abajo, haciendo de este músculo movilizador el mejor apoyo del empoderamiento popular, sin olvidar que este camino se hace con un pie en las instituciones, pero con mil en las calles.
Al igual que el pueblo griego, necesitado de apoyo en su lucha contra la salvaje austeridad impuesta, y que está sufriendo el chantaje y las embestidas del gran capital europeo, no podemos perder de vista la importancia de mantener viva la llama de la movilización. Ante un horizonte electoral ilusionante, las movilizaciones populares siguen siendo el mejor "termómetro" político; un elemento decisivo a la hora de presionar a favor de políticas que supongan una ruptura real con el régimen del 78 y con los dictados de la Troika, y llamadas además, llegado el caso, a jugar el papel decisivo que sirva para constituir una política al servicio de los trabajadores y de las trabajadoras.
Porque las calles siguen siendo nuestro principal campo para la construcción del poder popular.
Hagamos de este sábado una jornada de reivindicación y de defensa de nuestros derechos.
Nos sobran los motivos para participar en cualquiera de las 9 rutas que confluirán, a las 18:00 horas, en Colón
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