Tomás Martínez, militante de Izquierda Anticapitalista-Granada
El éxito electoral de la “coalición de la izquierda radical” Syriza, cuyos resultados en las últimas elecciones griegas consiguieron poner nerviosos al capitalismo europeo en la ola del déficit cero, se plantea como el Santo Grial de la izquierda alternativa europea. Esta convergencia de grupos en torno al eurocomunista Synapismós respondió a la demanda de un “gobierno de izquierdas”. Su espectacular crecimiento nos ha ilusionado y despistado a partes iguales a las organizaciones a la izquierda del social-liberalismo y obligado a repensar qué respuesta dar desde los diferentes estados.
Frente al inevitable hundimiento del bipartidismo heleno (colocando al PASOK con el agua al cuello) que ha puesto la soga a las clases populares desde el inicio de la crisis, al calor de la desesperante asfixia económica y social que no deja más limón que exprimir y la ortodoxia soviética de un momificado KKE reacio a conectar con el “movimiento de las plazas” (los indignados griegos) y el mundo estudiantil, Syriza se presentaba como la oferta electoral más atractiva, recién puesta en el escaparate y sobre todo con una posibilidad real de ser opción de gobierno.
En efecto lo es en el panorama institucional heleno: de seguir la situación así, a pesar de la inestabilidad parlamentaria, un partido de estas características podría gobernar en meses antes que en años. Con la imagen fresca de un líder joven como es Alexis Tsipras, está curtido en el movimiento antiglobalización y anti-guerra y con un lenguaje alejado del de los profesionales de la política. Pero pensar que sólo el desengaño de las fuerzas tradicionales y el tirón del líder han elevado a esta coalición antineoliberal a categoría peligrosa para el sistema europeo sería tremendamente ingenuo y simplista.
Ha sido un importante trabajo en la calle y en los barrios, el descenso a las plazas con los jóvenes, el mano a mano con los combativos movimientos sociales helenos, el acercamiento e interpelación a las bases sindicales de la concertación, la insistencia en un contrapoder desde abajo, huelga tras huelga en sus 25 convocatorias, lo que ha parido no ya el resultado electoral, sino la misma Syriza. La coalición es un producto de la crisis capitalista griega con hábil estrategia de márketing. Apenas tenía voz en las instituciones helenas más allá de ser la lejana sombra de un poderoso KKE.
La emergencia y coyuntura social obligaron a poner de acuerdo, con eje siempre en Synaspismós, integrado desde hace años en el parlamentarismo estatal, básicamente a corrientes eurocomunistas como AKOA, eco-socialistas y altermundistas, pero también a otras, menores, maoístas (KOE), trotskistas (DEA, Kokkino) y activistas sociales en un frente común sin dirección colectiva, pero con una presencia militante en la calle y con un recorrido y experiencia de movilizaciones amplios. Su oposición al memorándum de la troika y el mensaje de que era posible un “gobierno de izquierdas” hicieron el resto.
Syriza se ha convertido así en un paradigma totémico del “otro mundo posible”, en un acrónimo mágico que la izquierda radical debe saber pronunciar para constituirse en resistencia seria al sistema desde las instituciones y cimentada en una base social en la lucha. Así sería posible encontrar la clave tan ansiada de resucitar a una izquierda alternativa europea atrapada desde hace décadas en la muerte institucional del mal menor y actualizar una propuesta de ruptura más o menos creíble que acabe con el letargo y lento despertar frente a la crisis económica, la misma crisis que le condensa los tiempos de reacción y le obliga a estar despierta frente a los ataques.
De un año a esta parte encontramos que la hasta ahora apagada izquierda parlamentaria europea se siente solidaria del hechizo heleno, quiere reproducir el mecanismo en sus territorios. Parece haber sido hipnotizada por la perspectiva de una victoria electoral de Syriza. La mayoría de los partidos se apresuraron a dar apoyo incondicional sin entender mucho de la correlación de fuerzas de clase dentro de la sociedad griega, su reflejo en la escena política y la naturaleza e historia de esta muy plural coalición de partidos.
El caso griego repentinamente es posible en Francia y en el estado español. El Front de Gauche, comandado por quien fue ministro de educación del gobierno social-liberal de Jospin pretendiendo hacerlo olvidar, se erige como la izquierda radical, la única posible, capaz de canalizar con votos la ira contra los mercados a través de una mano de barniz sobre el Partido Comunista. Aquí el testigo del fenómeno Syriza lo ha reivindicado como propio nuestra IU. Nada más lejos de la realidad como veremos.
Estado español: no hay Syriza posible en torno a IU
Definitivamente este proyecto no pasa por la izquierda antineoliberal del estado español. Tenemos una IU disecada y dedicada a medrar en las instituciones, obligada a volver a salir a la calle por propia supervivencia, por la crisis económica y las dinámicas en las que se ha visto envuelta desde el estallido del 15M, asustada por que se la incluyese en la “casta política” que los indignados estigmatizan. No es ya la fuerza aglutinadora de finales de los 80, aunque haga el esfuerzo de quitarse las corbatas sin dejar de mirar a las instituciones con el rabillo del ojo. Ni tiene nada nuevo que ofrecer ni se sale del guión establecido. Probablemente es la alternativa electoral a un bipartidismo en crisis que se deshilacha junto a las instituciones nacidas de la Transición, a la que también ha contribuido con sus granitos de renuncias y males menores, pero no es la alternativa antisistema. Es esperable un crecimiento a corto plazo más por desmérito y descrédito del social-liberalismo que por ofrecer un proyecto ilusionante a la clase trabajadora. En un escenario como en el que nos encontramos lo lógico habría sido un giro programático radical similar al de la izquierda antineoliberal griega que le hubiera llevado a resultados mucho más dignos.
Su actuación inmediata pasa por aprovecharse y ser el hábil parásito demoscópico de un PSOE en caída libre y coger fuerza para poder negociar con un pulso más vivo pactos en ayuntamientos y parlamentos autonómicos desde una mejor posición. La burocracia del PCE detuvo “sine die” una refundación que no se creen ni sus propios militantes de base, y de Llamazares a Lara, más allá de un discurso más rupturista y agresivo hacia su socio mayor, el continuismo ha sido evidente y las contradicciones han permanecido, como ha podido comprobarse en la cuestión extremeña.
Muy al contrario que sus socios helenos, que rompieron toda identificación sindical y se echaron a la calle con las bases más honestas y radicalizadas cuando tanto tardaron sus burocracias en desligarse de la política de concertación con el PASOK, tampoco se han plantado ante las centrales sindicales cuando éstas se han plegado al gran capital. Ni una firme crítica al pensionazo de Zapatero cuando IU podría haber capitalizado el rechazo de la izquierda social. Inexplicablemente anunciaban que no contradirían decisiones disgustosas para no contribuir a la campaña mediática de la derecha. Demostrar que puede mantenerse fuera del abrazo del PSOE no es a estas alturas creíble. Después de corear que los dos partidos turnistas eran lo mismo y llamar a votos rebeldes e inconformistas que ilusionaron a andaluces de izquierda, la atracción institucional volvió por enésima vez a ser la opción sensata y responsable de sus dirigentes, la que definitivamente toca en este momento. Griñán y Valderas son ahora fieles alumnos aventajados de Rajoy despidiendo a profesores, recortando en sanidad y privatizando servicios públicos, y en esa comparsa IU es el palmero.
Precisamente el pacto con el social-liberalismo como “muro de defensa” distancia cualquier paralelismo, al proceder de la misma tradición, con el proyecto de Syriza. Nunca en su breve historia la coalición de Tsipras ha gobernado con Papandreu y Benizelos, rechazando hasta ahora entrar en un posible gobierno. Podemos decir que la identificación de IU con la izquierda radical griega es el deseo de convertirse en lo que hace tiempo resulta imposible. Para “syricizar” a IU habría que resetearla y todos los intentos, con sus limitaciones, de copiar la fórmula se han planteado desde arriba.
Hemos tenido el ejemplo de cómo en Galicia IU tomaba la iniciativa animada por las encuestas y aprovechando las escisiones del BNG planteaba un bloque de izquierdas, mímesis de la coalición griega, con el sector socialdemócrata de Beiras. La realidad es que no se descartó nunca un pacto con el social-liberalismo, si las cuentas hubieran dado para ello, a pesar del giro radical y desobediente en el lenguaje, con alusiones al no pago de la deuda y a la impugnación del sistema. Habrá que ver qué recorrido tiene un experimento forjado entre cúpulas que no tiene nada que ver con Syriza.
No puede negarse que es una buena marca para IU con la que presentarse y un buen referente con el que reactualizarse. Syriza también pertenece al Partido de la izquierda Europea. Pero las dinámicas de genésis de la formación griega le vienen bastante grandes a IU. La visita de Tsipras llamado a dar un toque irreverente a la campaña de ICV en Catalunya y rascar votos a la izquierda es comparable a ponerle un plato de ensalada de pollo a un vegetariano. El juego los delata y retrata. Tampoco deja de sorprender que un partido cuyos máximos responsables lanzaban a los antidisturbios contra los estudiantes anti-Bolonia pida apoyo a la coalición griega que llevaba en su programa disolverlos.
Giro institucional responsable: hacia dónde va Syriza
La lucha de clases sigue agudizándose en Grecia al tiempo que las instituciones se descomponen. Aunque el gobierno tripartito ha logrado salvar los muebles y gana tiempo negociando sumiso y humillado con la troika, la calle sigue siendo el escenario de las masas que no se resignan a agachar la cabeza ante las embestidas cada vez más virulentas del capital. Lo último: 4 huelgas generales en este curso acompañadas de paros sectoriales y ocupaciones. Paralelamente a la profundización de las medidas se realizan movimientos post-electorales de las formaciones de izquierda.
Ante este panorama Syriza ha combinado cierta hegemonía en la calle con la oposición parlamentaria al gobierno de Samaras. Tsipras gana adeptos con cada rechazo a las medidas ejecutoras del memorándum. Mientras golpe a golpe se desinflan los partidos de gobierno, la formación supera ligeramente desde verano a Nueva Democracia mientras se erigen como amenazante tercera opción los abiertamente filonazis de Amanecer Dorado, sembrando el terror a inmigrantes en brutales incursiones. Sin embargo detrás del telón se prepara otro escenario en el que Synaspismos, mayoría socialdemócrata clásica de la dirección, controla el rumbo.
Tras la tercera huelga convocada a principios de Noviembre que se adelantó a la europea del 14N en dos jornadas de rechazo a Merkel, que venía a pasar revista a sus muchachos, la ajustada aprobación de los restrictivos presupuestos ha causado nuevas deserciones en el campo de los “partidos del memorándum”, debilitando la imagen del gobierno. A esto se suma el mayúsculo escándalo de evasión fiscal, la lista Lagarde, puesto al descubierto el mes pasado, que ha obligado a los partidos que conforman el gobierno tripartito a sacrificar a los diputados que pedían depurar responsabilidades.
Ante las posibilidades que abre a la oposición el descrédito del gobierno heleno que lentamente se desangra, Synaspismós apuesta abiertamente desde el pasado otoño por exigir elecciones anticipadas ante la dificultad manifiesta de aprobarse nuevos recortes y a la vez presionar para un gobierno de “salvación nacional” con Syriza. Esto último habría sido compartido con Griegos independientes, partido antitroika de derecha nacionalista, con el que hubo conversaciones, y animado por los numerosos exmilitantes del PASOK que integran cada vez más el ala derecha de la coalición.
Después de las elecciones se propuso por Synaspismós la transformación urgente de Syriza en un partido de masas unitario del tipo Bloco de Esquerda, constituyendo el primer intento de integrar o limar a las fuerzas más radicales. Esta mutación debía hacer a la coalición más “seria” a los ojos de la clase dominante. Organizaciones como DEA fueron reticentes valorando que esta operación supondría la creación de un buque controlado de arriba a abajo por Synaspismós. El proceso se frenó por la dinámica social y la oposición de los sectores a la izquierda, aparcado hasta primavera.
Según apuntan los analistas, el plan para la “coalición de la izquierda radical” pasa por conseguir su entrada en un gobierno con respaldo social suficiente para imponer una renegociación del memorándum. Esto conllevaría un cambio de su programa de máximos, ya rebajado sustancialmente en las elecciones de Junio. Así se explican las declaraciones antes de Navidad de Tsipras de un “gobierno de responsabilidad” y la omisión de su propuesta de “gobierno de izquierdas” por primera vez. El joven líder de Syriza olvidó diciendo estas palabras que no hablaba en nombre de Synaspismós y el grupo mayoritario. Éste pide la convocatoria urgente de elecciones como la única salida política a una espiral que envuelve a la sociedad griega con el nuevo memorándum. Ante un clima de impaciente acoso y total descrédito voces apuntan a la caída controlada del gobierno en torno a la primavera, después de haber cumplido con el grueso de las exigencias de la troika. Ahí llegará la oportunidad de Syriza: aceptar un gobierno seguramente técnico de “salvación nacional” de los partidos representados, excluyendo a Amanecer Dorado, o aceptar echar de nuevos los dados en un proceso electoral más favorable.
¿Qué ha pasado con esta izquierda a la izquierda, convertida hace unos meses en el ejemplo que todos contemplábamos capaz de plantar cara sin sometimiento alguno a la vorágine de la crisis capitalista? Desgraciadamente, la dirección de la formación no parece comprender la magnitud de los retos y no quiere ni sabe prepararse para la violencia de los enfrentamientos venideros. Las corrientes con una perspectiva anticapitalista han expresado la incomodidad de verse arrastrados por este giro hacia la responsabilidad en Grecia. Señalar recientemente a Argentina y Brasil como referentes en Latinoamérica ha sido la gota que colma el vaso.
El programa actual de Syriza se modera gradualmente y está cómodo manteniéndose estrictamente en la gestión del estado en crisis. Incluso las declaraciones acerca de una renegociación de la deuda con las instituciones de la UE son de dudosa credibilidad y se limitan al rescate de los restos del estado del bienestar, a un segundo New Deal, como detalló en, sus referentes latinoamericanos. La perspectiva del socialismo posible en territorio heleno ya no se menciona en proclamas postelectorales. Synaspismós necesita realizar en este momento el giro responsable que las cancillerías esperan de Tsipras como jefe de gobierno en potencia.
Nos encontramos ante una de las salidas posibles y decepcionantes de la izquierda antineoliberal que más había ilusionado en la agónica Europa del capital y la deuda. Syriza se habría servido hábilmente de la movilización del último año y la agudización de la lucha de clases en el país heleno para ponerle progresivamente freno y que ésta le pusiese la alfombra roja. Al mismo tiempo ganaría así el respeto de la UE al facilitar estabilidad para la troika en un momento en que media Europa se pone más o menos medio de acuerdo para responder conjuntamente, como vimos el pasado 14N.
Esta estudiada maniobra de Synaspismós busca la entrada de Syriza en un gobierno como mucho pentapartito, de renegociación de los memorándums, que significaría un auténtico suicidio para la coalición y echaría por tierra todas las esperanzas de la clase trabajadora helena. Muy grave es que la mayoría de organizaciones lo apoyen para favorecer la unidad. Después de haber lanzado señuelos de ruptura basados en condicionantes electorales, el “gobierno de izquierdas” se convertiría en gobierno técnico de una mayoría parlamentaria desde luego ya no exigua, bendecido a regañadientes por Bruselas, dispuesto a aplicar sin ambages un suave memorándum.
Se podrá decir, como aquí en Andalucía también hemos oído, que las circunstancias han cambiado, que la realidad es diferente, que hay que ser responsables. El keynesianismo del que Tsipras ha hecho gala se sometería a la “austeridad de izquierdas”. La salida a la frustración por la incapacidad de llevar a cabo un programa y con presiones geopolítico-económicas fortísimas no sería otra que el fascismo crecido y con sus armas afiladas llamando a la puerta como catalizador del desencanto.
La respuesta anticapitalista: Antarsya sigue en la calle
Ante esta perspectiva, no hay duda de que es clave y urgente la reacción y la movilización sostenida. Únicamente la presión en la calle puede derrocar al gobierno, pero no para que una izquierda que dice no ser reformista negocie las rebajas de las clases populares al gran capital, crecido indudablemente en un escenario en el que no va a encontrar tanto freno a sus intereses. Ante un volantazo inesperado de Syriza no puede permanecer expectante la izquierda revolucionaria.
En su primera conferencia nacional las organizaciones a la izquierda de la coalición, esencialmente DEA y Kokkino, se agruparon en la Plataforma de izquierdas para defender una orientación radical de diálogo y acercamiento a Antarsya y en menor medida al KKE, sabedores del cambio de timón y la línea de moderación que ansía Synaspismós junto a los ecologistas y el cada vez mayor grupo de exsocialistas. Inesperadamente la dirección sumó al final a los eurocomunistas de AKOA y antiguos maoístas de KOE en nombre una vez más de la unidad para el nuevo ciclo político.
Synaspismós trató de impedir la discusión política para evitar un debate abierto, y las divergencias políticas se expresaron al elegir la nueva dirección. Una lista unitaria obtuvo el triple que la Plataforma de izquierdas y ésta asumió su papel subalterno y extrajo como conclusión que el resultado electoral de Syriza ha conllevado cambio de posiciones. Kokkino ha denunciado este giro imprevisto, los lemas vacíos de Tsipras y la eliminación de toda referencia al “gobierno de izquierdas”, DEA se mueve entre la incredulidad y el apoyo crítico algo más incómodos en el corsé de la coalición.
Es necesaria en Grecia la convergencia de los militantes revolucionarios de Syriza con Antarsya, coalición anticapitalista plural de reconocida importancia en las luchas, con una masa militante superior a lo que se esperaría y un peso mayor en el movimiento estudiantil. A pesar de sus pobres resultados electorales, ambas fuerzas han sido las protagonistas del enfrentamiento con los gobiernos griegos de la troika y compartido huelgas, ocupaciones y marchas. Antarsya apuesta por una firme ruptura con el sistema capitalista. Este impulso es un capital político demasiado valioso para dejar que se fosilice por la coalición “estrella” dentro los parlamentos.
La situación en Grecia ha alcanzado el punto de ruptura. El muro del memorándum es posible y absolutamente necesario derribarlo con la unidad en la lucha. La izquierda que quiera derrocar no sólo el peso de la troika sino el de las instituciones burguesas y el sistema que las ampara exige una respuesta con líneas claras y bien definidas. Syriza únicamente ha interpelado a Antarsya antes de un proceso electoral, en cambio esta última pide a la “coalición de la izquierda radical” sumarse en un frente anticapitalista (y también ahora antifascista) sin atajos.
Antarsya interpela directamente a DEA, Kokkino y a todas las organizaciones que conforman o están más cercanas a los planteamientos de la Plataforma de izquierdas de integrarse en una intensa agenda de movilización sostenida. Hasta el momento se ha preferido la unidad de acción de todo el conjunto de Syriza y una agenda marcada por el calendario de iniciativas parlamentarias y contactos internacionales de Tsipras y la dirección. No ha habido aún la deseable respuesta para un marco más amplio. Si bien la caracterización de Antarsya de las organizaciones anticapitalistas integradas en Syriza no es la más conciliadora, se demuestra la gran dificultad de oposición interna de DEA y Kokkino, que no pueden disputarle a la dirección la orientación revolucionaria necesaria para arrastrar a la calle y mantener la dinámica de revuelta permanente a tantos militantes honestos forjados al calor de los últimos dos años. Éstos quieren seguir haciéndose oír en Syntagma, pero en la plaza y no en el interior del parlamento en el que tantas veces los diputados se han quedado enjaulados. Desafortunadamente en este momento Syriza no desea recibir ninguna presión sustancial por la izquierda, sólo por la derecha. Se inician las conversaciones y contactos discretos del círculo de Tsipras con los antiguos compañeros de Izquierda Democrática (escisión de Synaspismós), el menos influyente socio del gobierno pero más cercano ideológicamente, para una colaboración de gobierno. Antarsya, que a diferencia del KKE no se dirige a Syriza como adversario ideológico ni enemigo de clase, sosteniendo la bandera por la salida del euro y la UE, tiene la oportunidad de tensar la cuerda hacia la movilización y nosotros de apoyarla. La sociedad griega se halla en una encrucijada crítica, compleja por el juego de presiones que actúan en su interior y exterior. Las condiciones de la crisis económica y sistémica han creado un polvorín social que podría explotar en cualquier momento, independientemente de los deseos, planes y estimaciones de una dirección reformista que creía tener todo calculado. Dentro de la crisis capitalista mundial las fuerzas del capital conducen a una regresión histórica sin precedentes y los que queremos acabar con el sistema debemos estar a la altura. Tampoco el embrutecido desfile del fascismo de Amanecer Dorado simplifica la estrategia de la izquierda griega, más bien recoloca a las fuerzas políticas. Syriza opta por condenar los ataques a extranjeros y propios militantes dentro del parlamento, exigiendo respuestas a un gobierno que aplica mano dura en materia de inmigración con expulsiones masivas. Prefiere no unirse al KKE y Antarsya en un bloque de respuesta antifascista en las calles y barrios de las ciudades griegas, alineamiento muy criticado por las bases. Evidentemente la arena de la calle no ayuda a la respetabilidad. La izquierda anticapitalista europea se equivocaría ahora en señalar las capacidades de movilizar a la sociedad griega en estos dos últimos años de Syriza sin analizar la maniobra de su dirección y mayoría para frenar, primero con la moderación de su programa en Junio, renegociando al mismo tiempo éste con Antarsya para un fallido tándem electoral, hoy con la búsqueda de “espacio responsable” que le abra las puertas a gobernar, el único escenario europeo hacia el que los revolucionarios podemos mirar para adelantarnos al futuro. Que esta Syriza no es ya lo que nos han vendido desde el inicio parece evidente. La respuesta defensiva al ataque inmisericorde del capital ha permitido hasta ahora caminar juntos pero no revueltos a Syriza, Antarsya y KKE en huelgas, marchas y ocupaciones, entretejer redes de acción con mayor o menor dificultad. Antarsya no ha tardado en digerir su autorretrato electoral. El retraso de la catarsis de los comunistas prosoviéticos los deja parcialmente fuera de juego. En el actual estadio de la crisis Syriza no quiere romper los vínculos con el capital, se revela como una fuerza reformista radical de antifaz anticapitalista ¿Qué hacer ahora y cómo responder al poder, que no necesita reorganizarse? Se hace necesario apoyar en Grecia un programa nítido de confrontación con el capitalismo, no sólo con la burguesía griega sino con las instituciones europeas que llevan utilizando al país heleno como mesa de cirugía de la clase trabajadora. Esta confrontación, que implica una movilización constante y obliga a situar el centro en la lucha de clases, con un programa de transición bien definido, únicamente es capaz de ofrecerla el eje de Antarsya, pero no ella sola. Necesita aglutinar el urgente polo anticapitalista con quienes busquen ir más allá de un horizonte antineoliberal. Ya no cabe hacerse falsas ilusiones, carece de sentido negarnos a aceptar que la fórmula ha hecho aguas pronto y que Syriza no vale como tótem. Hay que estar a la altura del momento histórico y no plegarnos al ilusionismo. Es hora ya de evaluar seriamente las caracterizaciones hechas para delimitar cómo es la izquierda revolucionaria y que se precie coherente con sus deberes frente a estas circunstancias difíciles. Sustituir los propios deseos por la realidad en las condiciones actuales es extremadamente peligroso.
Tomás Martínez, militante de Izquierda Anticapitalista-Granada
El éxito electoral de la “coalición de la izquierda radical” Syriza, cuyos resultados en las últimas elecciones griegas consiguieron poner nerviosos al capitalismo europeo en la ola del déficit cero, se plantea como el Santo Grial de la izquierda alternativa europea. Esta convergencia de grupos en torno al eurocomunista Synapismós respondió a la demanda de un “gobierno de izquierdas”. Su espectacular crecimiento nos ha ilusionado y despistado a partes iguales a las organizaciones a la izquierda del social-liberalismo y obligado a repensar qué respuesta dar desde los diferentes estados.
Frente al inevitable hundimiento del bipartidismo heleno (colocando al PASOK con el agua al cuello) que ha puesto la soga a las clases populares desde el inicio de la crisis, al calor de la desesperante asfixia económica y social que no deja más limón que exprimir y la ortodoxia soviética de un momificado KKE reacio a conectar con el “movimiento de las plazas” (los indignados griegos) y el mundo estudiantil, Syriza se presentaba como la oferta electoral más atractiva, recién puesta en el escaparate y sobre todo con una posibilidad real de ser opción de gobierno.
En efecto lo es en el panorama institucional heleno: de seguir la situación así, a pesar de la inestabilidad parlamentaria, un partido de estas características podría gobernar en meses antes que en años. Con la imagen fresca de un líder joven como es Alexis Tsipras, está curtido en el movimiento antiglobalización y anti-guerra y con un lenguaje alejado del de los profesionales de la política. Pero pensar que sólo el desengaño de las fuerzas tradicionales y el tirón del líder han elevado a esta coalición antineoliberal a categoría peligrosa para el sistema europeo sería tremendamente ingenuo y simplista.
Ha sido un importante trabajo en la calle y en los barrios, el descenso a las plazas con los jóvenes, el mano a mano con los combativos movimientos sociales helenos, el acercamiento e interpelación a las bases sindicales de la concertación, la insistencia en un contrapoder desde abajo, huelga tras huelga en sus 25 convocatorias, lo que ha parido no ya el resultado electoral, sino la misma Syriza. La coalición es un producto de la crisis capitalista griega con hábil estrategia de márketing. Apenas tenía voz en las instituciones helenas más allá de ser la lejana sombra de un poderoso KKE.
La emergencia y coyuntura social obligaron a poner de acuerdo, con eje siempre en Synaspismós, integrado desde hace años en el parlamentarismo estatal, básicamente a corrientes eurocomunistas como AKOA, eco-socialistas y altermundistas, pero también a otras, menores, maoístas (KOE), trotskistas (DEA, Kokkino) y activistas sociales en un frente común sin dirección colectiva, pero con una presencia militante en la calle y con un recorrido y experiencia de movilizaciones amplios. Su oposición al memorándum de la troika y el mensaje de que era posible un “gobierno de izquierdas” hicieron el resto.
Syriza se ha convertido así en un paradigma totémico del “otro mundo posible”, en un acrónimo mágico que la izquierda radical debe saber pronunciar para constituirse en resistencia seria al sistema desde las instituciones y cimentada en una base social en la lucha. Así sería posible encontrar la clave tan ansiada de resucitar a una izquierda alternativa europea atrapada desde hace décadas en la muerte institucional del mal menor y actualizar una propuesta de ruptura más o menos creíble que acabe con el letargo y lento despertar frente a la crisis económica, la misma crisis que le condensa los tiempos de reacción y le obliga a estar despierta frente a los ataques.
De un año a esta parte encontramos que la hasta ahora apagada izquierda parlamentaria europea se siente solidaria del hechizo heleno, quiere reproducir el mecanismo en sus territorios. Parece haber sido hipnotizada por la perspectiva de una victoria electoral de Syriza. La mayoría de los partidos se apresuraron a dar apoyo incondicional sin entender mucho de la correlación de fuerzas de clase dentro de la sociedad griega, su reflejo en la escena política y la naturaleza e historia de esta muy plural coalición de partidos.
El caso griego repentinamente es posible en Francia y en el estado español. El Front de Gauche, comandado por quien fue ministro de educación del gobierno social-liberal de Jospin pretendiendo hacerlo olvidar, se erige como la izquierda radical, la única posible, capaz de canalizar con votos la ira contra los mercados a través de una mano de barniz sobre el Partido Comunista. Aquí el testigo del fenómeno Syriza lo ha reivindicado como propio nuestra IU. Nada más lejos de la realidad como veremos.
Estado español: no hay Syriza posible en torno a IU
Definitivamente este proyecto no pasa por la izquierda antineoliberal del estado español. Tenemos una IU disecada y dedicada a medrar en las instituciones, obligada a volver a salir a la calle por propia supervivencia, por la crisis económica y las dinámicas en las que se ha visto envuelta desde el estallido del 15M, asustada por que se la incluyese en la “casta política” que los indignados estigmatizan. No es ya la fuerza aglutinadora de finales de los 80, aunque haga el esfuerzo de quitarse las corbatas sin dejar de mirar a las instituciones con el rabillo del ojo. Ni tiene nada nuevo que ofrecer ni se sale del guión establecido. Probablemente es la alternativa electoral a un bipartidismo en crisis que se deshilacha junto a las instituciones nacidas de la Transición, a la que también ha contribuido con sus granitos de renuncias y males menores, pero no es la alternativa antisistema. Es esperable un crecimiento a corto plazo más por desmérito y descrédito del social-liberalismo que por ofrecer un proyecto ilusionante a la clase trabajadora. En un escenario como en el que nos encontramos lo lógico habría sido un giro programático radical similar al de la izquierda antineoliberal griega que le hubiera llevado a resultados mucho más dignos.
Su actuación inmediata pasa por aprovecharse y ser el hábil parásito demoscópico de un PSOE en caída libre y coger fuerza para poder negociar con un pulso más vivo pactos en ayuntamientos y parlamentos autonómicos desde una mejor posición. La burocracia del PCE detuvo “sine die” una refundación que no se creen ni sus propios militantes de base, y de Llamazares a Lara, más allá de un discurso más rupturista y agresivo hacia su socio mayor, el continuismo ha sido evidente y las contradicciones han permanecido, como ha podido comprobarse en la cuestión extremeña.
Muy al contrario que sus socios helenos, que rompieron toda identificación sindical y se echaron a la calle con las bases más honestas y radicalizadas cuando tanto tardaron sus burocracias en desligarse de la política de concertación con el PASOK, tampoco se han plantado ante las centrales sindicales cuando éstas se han plegado al gran capital. Ni una firme crítica al pensionazo de Zapatero cuando IU podría haber capitalizado el rechazo de la izquierda social. Inexplicablemente anunciaban que no contradirían decisiones disgustosas para no contribuir a la campaña mediática de la derecha. Demostrar que puede mantenerse fuera del abrazo del PSOE no es a estas alturas creíble. Después de corear que los dos partidos turnistas eran lo mismo y llamar a votos rebeldes e inconformistas que ilusionaron a andaluces de izquierda, la atracción institucional volvió por enésima vez a ser la opción sensata y responsable de sus dirigentes, la que definitivamente toca en este momento. Griñán y Valderas son ahora fieles alumnos aventajados de Rajoy despidiendo a profesores, recortando en sanidad y privatizando servicios públicos, y en esa comparsa IU es el palmero.
Precisamente el pacto con el social-liberalismo como “muro de defensa” distancia cualquier paralelismo, al proceder de la misma tradición, con el proyecto de Syriza. Nunca en su breve historia la coalición de Tsipras ha gobernado con Papandreu y Benizelos, rechazando hasta ahora entrar en un posible gobierno. Podemos decir que la identificación de IU con la izquierda radical griega es el deseo de convertirse en lo que hace tiempo resulta imposible. Para “syricizar” a IU habría que resetearla y todos los intentos, con sus limitaciones, de copiar la fórmula se han planteado desde arriba.
Hemos tenido el ejemplo de cómo en Galicia IU tomaba la iniciativa animada por las encuestas y aprovechando las escisiones del BNG planteaba un bloque de izquierdas, mímesis de la coalición griega, con el sector socialdemócrata de Beiras. La realidad es que no se descartó nunca un pacto con el social-liberalismo, si las cuentas hubieran dado para ello, a pesar del giro radical y desobediente en el lenguaje, con alusiones al no pago de la deuda y a la impugnación del sistema. Habrá que ver qué recorrido tiene un experimento forjado entre cúpulas que no tiene nada que ver con Syriza.
No puede negarse que es una buena marca para IU con la que presentarse y un buen referente con el que reactualizarse. Syriza también pertenece al Partido de la izquierda Europea. Pero las dinámicas de genésis de la formación griega le vienen bastante grandes a IU. La visita de Tsipras llamado a dar un toque irreverente a la campaña de ICV en Catalunya y rascar votos a la izquierda es comparable a ponerle un plato de ensalada de pollo a un vegetariano. El juego los delata y retrata. Tampoco deja de sorprender que un partido cuyos máximos responsables lanzaban a los antidisturbios contra los estudiantes anti-Bolonia pida apoyo a la coalición griega que llevaba en su programa disolverlos.
Giro institucional responsable: hacia dónde va Syriza
La lucha de clases sigue agudizándose en Grecia al tiempo que las instituciones se descomponen. Aunque el gobierno tripartito ha logrado salvar los muebles y gana tiempo negociando sumiso y humillado con la troika, la calle sigue siendo el escenario de las masas que no se resignan a agachar la cabeza ante las embestidas cada vez más virulentas del capital. Lo último: 4 huelgas generales en este curso acompañadas de paros sectoriales y ocupaciones. Paralelamente a la profundización de las medidas se realizan movimientos post-electorales de las formaciones de izquierda.
Ante este panorama Syriza ha combinado cierta hegemonía en la calle con la oposición parlamentaria al gobierno de Samaras. Tsipras gana adeptos con cada rechazo a las medidas ejecutoras del memorándum. Mientras golpe a golpe se desinflan los partidos de gobierno, la formación supera ligeramente desde verano a Nueva Democracia mientras se erigen como amenazante tercera opción los abiertamente filonazis de Amanecer Dorado, sembrando el terror a inmigrantes en brutales incursiones. Sin embargo detrás del telón se prepara otro escenario en el que Synaspismos, mayoría socialdemócrata clásica de la dirección, controla el rumbo.
Tras la tercera huelga convocada a principios de Noviembre que se adelantó a la europea del 14N en dos jornadas de rechazo a Merkel, que venía a pasar revista a sus muchachos, la ajustada aprobación de los restrictivos presupuestos ha causado nuevas deserciones en el campo de los “partidos del memorándum”, debilitando la imagen del gobierno. A esto se suma el mayúsculo escándalo de evasión fiscal, la lista Lagarde, puesto al descubierto el mes pasado, que ha obligado a los partidos que conforman el gobierno tripartito a sacrificar a los diputados que pedían depurar responsabilidades.
Ante las posibilidades que abre a la oposición el descrédito del gobierno heleno que lentamente se desangra, Synaspismós apuesta abiertamente desde el pasado otoño por exigir elecciones anticipadas ante la dificultad manifiesta de aprobarse nuevos recortes y a la vez presionar para un gobierno de “salvación nacional” con Syriza. Esto último habría sido compartido con Griegos independientes, partido antitroika de derecha nacionalista, con el que hubo conversaciones, y animado por los numerosos exmilitantes del PASOK que integran cada vez más el ala derecha de la coalición.
Después de las elecciones se propuso por Synaspismós la transformación urgente de Syriza en un partido de masas unitario del tipo Bloco de Esquerda, constituyendo el primer intento de integrar o limar a las fuerzas más radicales. Esta mutación debía hacer a la coalición más “seria” a los ojos de la clase dominante. Organizaciones como DEA fueron reticentes valorando que esta operación supondría la creación de un buque controlado de arriba a abajo por Synaspismós. El proceso se frenó por la dinámica social y la oposición de los sectores a la izquierda, aparcado hasta primavera.
Según apuntan los analistas, el plan para la “coalición de la izquierda radical” pasa por conseguir su entrada en un gobierno con respaldo social suficiente para imponer una renegociación del memorándum. Esto conllevaría un cambio de su programa de máximos, ya rebajado sustancialmente en las elecciones de Junio. Así se explican las declaraciones antes de Navidad de Tsipras de un “gobierno de responsabilidad” y la omisión de su propuesta de “gobierno de izquierdas” por primera vez. El joven líder de Syriza olvidó diciendo estas palabras que no hablaba en nombre de Synaspismós y el grupo mayoritario. Éste pide la convocatoria urgente de elecciones como la única salida política a una espiral que envuelve a la sociedad griega con el nuevo memorándum. Ante un clima de impaciente acoso y total descrédito voces apuntan a la caída controlada del gobierno en torno a la primavera, después de haber cumplido con el grueso de las exigencias de la troika. Ahí llegará la oportunidad de Syriza: aceptar un gobierno seguramente técnico de “salvación nacional” de los partidos representados, excluyendo a Amanecer Dorado, o aceptar echar de nuevos los dados en un proceso electoral más favorable.
¿Qué ha pasado con esta izquierda a la izquierda, convertida hace unos meses en el ejemplo que todos contemplábamos capaz de plantar cara sin sometimiento alguno a la vorágine de la crisis capitalista? Desgraciadamente, la dirección de la formación no parece comprender la magnitud de los retos y no quiere ni sabe prepararse para la violencia de los enfrentamientos venideros. Las corrientes con una perspectiva anticapitalista han expresado la incomodidad de verse arrastrados por este giro hacia la responsabilidad en Grecia. Señalar recientemente a Argentina y Brasil como referentes en Latinoamérica ha sido la gota que colma el vaso.
El programa actual de Syriza se modera gradualmente y está cómodo manteniéndose estrictamente en la gestión del estado en crisis. Incluso las declaraciones acerca de una renegociación de la deuda con las instituciones de la UE son de dudosa credibilidad y se limitan al rescate de los restos del estado del bienestar, a un segundo New Deal, como detalló en, sus referentes latinoamericanos. La perspectiva del socialismo posible en territorio heleno ya no se menciona en proclamas postelectorales. Synaspismós necesita realizar en este momento el giro responsable que las cancillerías esperan de Tsipras como jefe de gobierno en potencia.
Nos encontramos ante una de las salidas posibles y decepcionantes de la izquierda antineoliberal que más había ilusionado en la agónica Europa del capital y la deuda. Syriza se habría servido hábilmente de la movilización del último año y la agudización de la lucha de clases en el país heleno para ponerle progresivamente freno y que ésta le pusiese la alfombra roja. Al mismo tiempo ganaría así el respeto de la UE al facilitar estabilidad para la troika en un momento en que media Europa se pone más o menos medio de acuerdo para responder conjuntamente, como vimos el pasado 14N.
Esta estudiada maniobra de Synaspismós busca la entrada de Syriza en un gobierno como mucho pentapartito, de renegociación de los memorándums, que significaría un auténtico suicidio para la coalición y echaría por tierra todas las esperanzas de la clase trabajadora helena. Muy grave es que la mayoría de organizaciones lo apoyen para favorecer la unidad. Después de haber lanzado señuelos de ruptura basados en condicionantes electorales, el “gobierno de izquierdas” se convertiría en gobierno técnico de una mayoría parlamentaria desde luego ya no exigua, bendecido a regañadientes por Bruselas, dispuesto a aplicar sin ambages un suave memorándum.
Se podrá decir, como aquí en Andalucía también hemos oído, que las circunstancias han cambiado, que la realidad es diferente, que hay que ser responsables. El keynesianismo del que Tsipras ha hecho gala se sometería a la “austeridad de izquierdas”. La salida a la frustración por la incapacidad de llevar a cabo un programa y con presiones geopolítico-económicas fortísimas no sería otra que el fascismo crecido y con sus armas afiladas llamando a la puerta como catalizador del desencanto.
La respuesta anticapitalista: Antarsya sigue en la calle
Ante esta perspectiva, no hay duda de que es clave y urgente la reacción y la movilización sostenida. Únicamente la presión en la calle puede derrocar al gobierno, pero no para que una izquierda que dice no ser reformista negocie las rebajas de las clases populares al gran capital, crecido indudablemente en un escenario en el que no va a encontrar tanto freno a sus intereses. Ante un volantazo inesperado de Syriza no puede permanecer expectante la izquierda revolucionaria.
En su primera conferencia nacional las organizaciones a la izquierda de la coalición, esencialmente DEA y Kokkino, se agruparon en la Plataforma de izquierdas para defender una orientación radical de diálogo y acercamiento a Antarsya y en menor medida al KKE, sabedores del cambio de timón y la línea de moderación que ansía Synaspismós junto a los ecologistas y el cada vez mayor grupo de exsocialistas. Inesperadamente la dirección sumó al final a los eurocomunistas de AKOA y antiguos maoístas de KOE en nombre una vez más de la unidad para el nuevo ciclo político.
Synaspismós trató de impedir la discusión política para evitar un debate abierto, y las divergencias políticas se expresaron al elegir la nueva dirección. Una lista unitaria obtuvo el triple que la Plataforma de izquierdas y ésta asumió su papel subalterno y extrajo como conclusión que el resultado electoral de Syriza ha conllevado cambio de posiciones. Kokkino ha denunciado este giro imprevisto, los lemas vacíos de Tsipras y la eliminación de toda referencia al “gobierno de izquierdas”, DEA se mueve entre la incredulidad y el apoyo crítico algo más incómodos en el corsé de la coalición.
Es necesaria en Grecia la convergencia de los militantes revolucionarios de Syriza con Antarsya, coalición anticapitalista plural de reconocida importancia en las luchas, con una masa militante superior a lo que se esperaría y un peso mayor en el movimiento estudiantil. A pesar de sus pobres resultados electorales, ambas fuerzas han sido las protagonistas del enfrentamiento con los gobiernos griegos de la troika y compartido huelgas, ocupaciones y marchas. Antarsya apuesta por una firme ruptura con el sistema capitalista. Este impulso es un capital político demasiado valioso para dejar que se fosilice por la coalición “estrella” dentro los parlamentos.
La situación en Grecia ha alcanzado el punto de ruptura. El muro del memorándum es posible y absolutamente necesario derribarlo con la unidad en la lucha. La izquierda que quiera derrocar no sólo el peso de la troika sino el de las instituciones burguesas y el sistema que las ampara exige una respuesta con líneas claras y bien definidas. Syriza únicamente ha interpelado a Antarsya antes de un proceso electoral, en cambio esta última pide a la “coalición de la izquierda radical” sumarse en un frente anticapitalista (y también ahora antifascista) sin atajos.
Antarsya interpela directamente a DEA, Kokkino y a todas las organizaciones que conforman o están más cercanas a los planteamientos de la Plataforma de izquierdas de integrarse en una intensa agenda de movilización sostenida. Hasta el momento se ha preferido la unidad de acción de todo el conjunto de Syriza y una agenda marcada por el calendario de iniciativas parlamentarias y contactos internacionales de Tsipras y la dirección. No ha habido aún la deseable respuesta para un marco más amplio. Si bien la caracterización de Antarsya de las organizaciones anticapitalistas integradas en Syriza no es la más conciliadora, se demuestra la gran dificultad de oposición interna de DEA y Kokkino, que no pueden disputarle a la dirección la orientación revolucionaria necesaria para arrastrar a la calle y mantener la dinámica de revuelta permanente a tantos militantes honestos forjados al calor de los últimos dos años. Éstos quieren seguir haciéndose oír en Syntagma, pero en la plaza y no en el interior del parlamento en el que tantas veces los diputados se han quedado enjaulados. Desafortunadamente en este momento Syriza no desea recibir ninguna presión sustancial por la izquierda, sólo por la derecha. Se inician las conversaciones y contactos discretos del círculo de Tsipras con los antiguos compañeros de Izquierda Democrática (escisión de Synaspismós), el menos influyente socio del gobierno pero más cercano ideológicamente, para una colaboración de gobierno. Antarsya, que a diferencia del KKE no se dirige a Syriza como adversario ideológico ni enemigo de clase, sosteniendo la bandera por la salida del euro y la UE, tiene la oportunidad de tensar la cuerda hacia la movilización y nosotros de apoyarla. La sociedad griega se halla en una encrucijada crítica, compleja por el juego de presiones que actúan en su interior y exterior. Las condiciones de la crisis económica y sistémica han creado un polvorín social que podría explotar en cualquier momento, independientemente de los deseos, planes y estimaciones de una dirección reformista que creía tener todo calculado. Dentro de la crisis capitalista mundial las fuerzas del capital conducen a una regresión histórica sin precedentes y los que queremos acabar con el sistema debemos estar a la altura. Tampoco el embrutecido desfile del fascismo de Amanecer Dorado simplifica la estrategia de la izquierda griega, más bien recoloca a las fuerzas políticas. Syriza opta por condenar los ataques a extranjeros y propios militantes dentro del parlamento, exigiendo respuestas a un gobierno que aplica mano dura en materia de inmigración con expulsiones masivas. Prefiere no unirse al KKE y Antarsya en un bloque de respuesta antifascista en las calles y barrios de las ciudades griegas, alineamiento muy criticado por las bases. Evidentemente la arena de la calle no ayuda a la respetabilidad. La izquierda anticapitalista europea se equivocaría ahora en señalar las capacidades de movilizar a la sociedad griega en estos dos últimos años de Syriza sin analizar la maniobra de su dirección y mayoría para frenar, primero con la moderación de su programa en Junio, renegociando al mismo tiempo éste con Antarsya para un fallido tándem electoral, hoy con la búsqueda de “espacio responsable” que le abra las puertas a gobernar, el único escenario europeo hacia el que los revolucionarios podemos mirar para adelantarnos al futuro. Que esta Syriza no es ya lo que nos han vendido desde el inicio parece evidente. La respuesta defensiva al ataque inmisericorde del capital ha permitido hasta ahora caminar juntos pero no revueltos a Syriza, Antarsya y KKE en huelgas, marchas y ocupaciones, entretejer redes de acción con mayor o menor dificultad. Antarsya no ha tardado en digerir su autorretrato electoral. El retraso de la catarsis de los comunistas prosoviéticos los deja parcialmente fuera de juego. En el actual estadio de la crisis Syriza no quiere romper los vínculos con el capital, se revela como una fuerza reformista radical de antifaz anticapitalista ¿Qué hacer ahora y cómo responder al poder, que no necesita reorganizarse? Se hace necesario apoyar en Grecia un programa nítido de confrontación con el capitalismo, no sólo con la burguesía griega sino con las instituciones europeas que llevan utilizando al país heleno como mesa de cirugía de la clase trabajadora. Esta confrontación, que implica una movilización constante y obliga a situar el centro en la lucha de clases, con un programa de transición bien definido, únicamente es capaz de ofrecerla el eje de Antarsya, pero no ella sola. Necesita aglutinar el urgente polo anticapitalista con quienes busquen ir más allá de un horizonte antineoliberal. Ya no cabe hacerse falsas ilusiones, carece de sentido negarnos a aceptar que la fórmula ha hecho aguas pronto y que Syriza no vale como tótem. Hay que estar a la altura del momento histórico y no plegarnos al ilusionismo. Es hora ya de evaluar seriamente las caracterizaciones hechas para delimitar cómo es la izquierda revolucionaria y que se precie coherente con sus deberes frente a estas circunstancias difíciles. Sustituir los propios deseos por la realidad en las condiciones actuales es extremadamente peligroso.
Tomás Martínez, militante de Izquierda Anticapitalista-Granada
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