¿Cómo analizas la situación política actual en el estado español? ¿y en Andalucía?
La situación política ha sido, hasta ahora, básicamente, de falta de perspectivas de cambio en un contexto en el que los datos y la vida cotidiana confirman una realidad enfrentada por millones en las calles en estos siete años: nos están haciendo pagar la crisis a quienes no la hemos provocado y salvar a sus principales artífices y beneficiarios. Despidos masivos, desahucios, destrucción de derechos sociales y de libertades públicas, esa es la receta casi calcada de las dos fuerzas de gobierno del bipartidismo. Una suerte de turnismo político continuista que se convierte en un círculo vicioso: un PSOE que defrauda sistemáticamente a sus bases sociales para abrir el camino a un nuevo turno del PP frente al que se vuelve a votar al PSOE de forma defensiva para volver a empezar. En Andalucía, los indicadores de degradación social se expresan siempre con mayor dureza, históricamente situada en un lugar perdedor en la división internacional del trabajo, de dependencia económica, de subdesarrollo, especialmente maltratada. Hoy por hoy, la falta de perspectivas de cambio de la que antes hablaba se empeoran también en Andalucía por la ausencia de una oposición antiausteritaria valiente y coherente en el Parlamento. Hay un hueco, un espacio por cubrir en la perspectiva de un horizonte de transformación que habrá que llenar con una urgencia a la altura de las circunstancias. Los sacrificios, las luchas, la indignación social no merecen una nueva decepción. Lo más dramático del panorama junto a la violencia acumulativa de los ataque sociales es la ausencia de perspectivas. Menos mal que la gente sigue luchando y que seguimos ideando alternativas, si hay lucha hay esperanza.
Desde que estallara la crisis en el 2007, los de abajo se movilizan contra las políticas de austeridad (huelgas generales, conflictos sectoriales, 15M, Mareas...). ¿Qué balance haces de dichas luchas? ¿Ha dado el 22M un nuevo impulso y por qué?
Hemos desplegado un abanico de luchas sociales y democráticas esperanzador. Desde la pelea contra cada despido, tajo por tajo, hasta la impugnación general del sistema del 15M. Desde la aparición de un nuevo sujeto sociosindical en las mareas que derribó las barreras entre trabajadoras y usuarios de los servicios públicos hasta la dignidad y la legitimidad social de la desobediencia en las acciones contra los desahucios. El balance es absolutamente positivo en la valoración de los esfuerzos, todavía insuficiente en el ámbito de la coordinación, unidad de acción e identificación mutua de unas luchas con otras y, sobretodo, en la contabilidad de victorias duraderas y globales. Sería fundamental en este sentido también derribar barreras entre lo “nuevo” y lo “viejo”, entre el sindicalismo honesto y combativo depositario de la memoria de las luchas y las nuevas redes movilizadoras depositarias de una enorme legitimidad social. Enterrar en el olvido desconfianzas y extrañezas mutuas, construir espacios trasversales entre todas y todos los que luchamos contra el austericidio. El 22M es un paso más en este camino, darle continuidad y sofisticación organizativa y estratégica a lo que allí ocurrió es la tarea que nos queda. Bueno, eso y construir herramientas para alguna vez en esta triste historia pasar a la ofensiva y hacerles retroceder a quienes someten nuestros derechos a sus privilegios, esto es, construir un poder que nazca y crezca desde abajo para echarlos a todos y autorrepresentarse.
El próximo 25 de mayo se celebran las elecciones al parlamento europeo. Eres la nº2 de una nueva candidatura llamada PODEMOS. ¿Qué ejes deben ser centrales para ti en la próxima campaña?
Recuperar la soberanía: la capacidad de decidir sobre lo que nos afecta y que los intereses que se impongan sean los de la mayoría social. Soberanía sobre los cuerpos y soberanía para los pueblos. Parece una idea simplista, una perogrullada, casi cualquiera podría ponérselo en la boca, pero es que ya nadie duda de que quienes rigen hoy nuestros destinos no son elegidos ni controlados por nadie. Ni poderes internacionales antipopulares ni minorías sociales privilegiadas deberían manejar nuestras vidas. No puede ser que lo único que tenga hoy por hoy el apelativo de “soberana” sea una deuda ilegítima que nos asfixia.
Recuperar los derechos democráticos, sociales y ambientales sacrificados en el altar de los mercados: pan, techo, trabajo, salud, educación, prestaciones sociales, cuidado de las personas y del planeta. Recuperar la vida. Todas las candidaturas lo colocarán en su programa pero en este momento, reivindicar esto es arrancar privilegios adquiridos de la minoría privilegiada que nos está arrinconando y quien no garantice esto será falaz de lado a lado.
Hacer política de otra manera, construir una nueva ética política: desprofesionalizándola, eliminando privilegios y garantizando el control colectivo de quienes ejerzan la representación pública. Construyendo el poder popular de la mayoría, denunciando la corrupción como una forma de gobierno.
¿Piensas que se pueden cambiar las condiciones de vida de la clase trabajadora y de la juventud desde las instituciones? ¿Por qué es importante presentarse a unos comicios?
Desde las instituciones se puede acelerar un proceso de empoderamiento de los y las de abajo. Un vuelco electoral, desterrar el bipartidismo continuista, condenar al olvido a los gobiernos agresivos contra la mayoría, es un camino irrenunciable, en estos momentos, para de salir de la dinámica del “no se puede”, para empezar a dejar de tener miedo, para pararles los pies a quienes nos roban la vida a una velocidad que nos abruma. Hasta ahí. Lo demás requiere un pueblo organizado y consciente participando. El poder electoral o el poder político si se plantean para gobernar para la mayoría en este contexto necesitan del poder social en todos los espacios para emprender medidas correctas y sostenibles. Un gobierno valiente, coherente, honesto y, por tanto, desobediente con los dictados de la Troika necesita un pueblo detrás y una estrategia social ofensiva y propositiva necesita de poder político para salir del círculo vicioso: resistencia-derrota-resistencia, para poder echar a andar en un camino emancipatorio. Poder político y poder social en una dinámica transformadora de la realidad se necesitan como el martillo y la puntilla: uno sin el otro no tiene sentido o sirve para destruir y no para construir, y el otro sin el uno no se puede fijar en ningún lado, anda cayéndose todo el rato. Dicho esto, hoy es evidente que la arquitectura institucional de la Transición es un traje hecho casi a la perfección a la medida de las clases dominantes, de la minoría, por cientos de miles lo hemos gritado en las calles “lo llaman democracia y no lo es”, habrá que hacerse un traje nuevo a la medida de la mayoría, es decir, habrá que recuperar la democracia.
Hay en estos momentos varias cuestiones importantes en la agenda política: el paro, el derecho al aborto, el derecho a decidir con la consulta catalana sobre la mesa, la inmigración...¿Qué comentarios te merecen dichos temas?
La recuperación económica y la creación de empleo están teniendo lugar a costa de la destrucción de derechos laborales a un ritmo vertiginoso y a costa de salarios de miseria. La crisis ha sido la excusa para una nuevo tablero de juego en las relaciones sociales, para someternos permanentemente al chantaje: ¿quieres un empleo?, deja en la puerta todo lo que recuerdes sobre tus derechos laborales y sociales. Los “brotes verdes” son de una planta carnívora y “la luz al final del túnel” es la de un tren que viene de frente. Nosotras y nosotros decimos: lo justo es repartir el empleo y la riqueza, trabajar menos para trabajar todas y todos; son los datos sonrojantes sobre el vertiginoso aumento de la desigualdad los que ponen en evidencia que no tienen razón cuando defienden que la única solución es repartir la miseria. Eso como mínimo. Un nuevo modelo productivo sostenible económica, social y ecológicamente se salen sin duda de los límites de esta entrevista.
Sobre el derecho al aborto un eco resuena desde 40 años atrás para reclamar el derecho de las mujeres a disponer sobre su propio cuerpo y a poder abortar de forma libre, gratuita y en la sanidad pública. Nada más sobre esto salvo recalcar como los retrocesos sociales se combinan hoy por hoy con una oleada neoconservadora que nos devuelve al pasado y no nos deja avanzar, porque la ley de Zapatero también era insuficiente y marcada por el lastre preconstitucional y posconstitucional de la jerarquía misógina de la Iglesia católica y de la derecha. En esta línea sobre el derecho a decidir, defender el derecho de los pueblos a decidir sobre todo es también defender su derecho a determinar su forma de gobierno, de organización territorial y su relación con el resto de pueblos y comunidades del mundo. Es como de cajón, ¿no?
Sobre la inmigración creo que es una obligación moral humana rechazar una Unión Europea que construye sus fronteras sobre montañas de cadáveres de trabajadoras y trabajadores como nosotras y nosotros. En este país no sobra la gente que trabaja y busca un futuro, sobran quienes se llevan a manos llenas todo lo que generamos quienes lo hacemos todo.
Ángela Solano expone muy bien y con mucha precisión la forma en que la opresión y la violencia contra las mujeres está ligada a un modo de organización social y económico. No obstante yo tengo alguna objeción a su, por otro lado, brillante discurso. Creo que el ligarlo al capitalismo (algo obvio) de la forma que lo hace puede ser algo temerario al dar por supuesto que un determinado modo de organización socioeconómica lleva, conlleva o supone la implantación o la erradicación de la violencia de género. La violencia de género (en otro sentido al que ella hace referencia) se ejerce sobre los cuerpos desde que nacemos . Al inscribirse el concepto mujer en una determinada anatomía se está produciendo todo un discurso de apropiación que no solo depende del capitalismo sino también de otros factores culturales muy poderosos ligados a una noción heteropatriarcal que se entrelaza con los modos de dominio, producción o reproducción. Como ella apunta la clase y la movilidad social determinan los modos de opresión ya que una mujer con posibilidades económicas o formación adecuada (no siempre van las dos cosas unidas) tiene más armas no solo para defenderse de la violencia (sexual o no) ejercida por otra persona sino también instrumentos para identificar esas estructuras sexistas en las que se infantiliza a la mujer creyéndolas "inferiores" y "dignas de conmiseración".. Porque un mismo partenaire que se erige en defensor del honor o la integridad de la mujer puede ejercer también formas de dominio que no excluye la violencia. Borrar de un plumazo la larga lucha del movimiento feminista no es conveniente porque muchas veces está se ha hecho sin contar con partidos políticos y, casi, también, sin sindicatos. La mujer que debe ser más eficiente o demostrar continuamente en su círculo "que está a la altura" se está poniendo sin saberlo en una posición de desventaja. La violación es otro asunto. Esta va acompañada no solo de violencia física sino también de objetualización y ruptura de la identidad. Concebir al sujeto mujer como algo unitario (y siempre más o menos indefenso) no es solo un efecto de la desigualdad promovida por el sistema capitalista sino también sobre el concepto de mujer como un todo o como alguien a la que alabar, proteger o desdeñar. Así la división entre mujeres buenas y malas de fondo es caldo de cultivo para la legitimación de ciertas formas de violencia. Ángela apunta a un factor delicado pero importante que es el caso de las mujeres que denuncian agresiones sexuales por parte de desconocidos y las muchas más que no lo hacen cuando se trata de gente de su entorno próximo. Nada de esto puede separarse del todo de la organización capitalista pero tampoco de unos roles de género y un concepto de sexualidad que se inculca a las mujeres y también, de otra forma, a los hombres desde estructuras en ocasiones invisibilizadas. Una violencia que ha dejado de ser unidireccional y que se interrelaciona no solo con la clase social sino también con la zona de nacimiento, la educación recibida, los modelos o incluso con conceptos que cambian con el tiempo como "la intimidad", "la promiscuidad", "la excepcionalidad” “el sacrificio”. Creo que una de las herramientas entre otras muchas de combatir la violencia sexual es visibilizando no solo la opresión socioeconómica de las mujeres (por ejemplo, salarios más bajos) sino visibilizando su sexualidad, escuchando su propia opinión y dejándola de considerar como un ser irracional o tutelado. Existen mujeres sexuales, mujeres que se defienden, mujeres que no necesitan de los hombres e incluso mujeres que no se sienten cómodas bajo ese paraguas "mujer". Ellas pueden hacer mucho en esta lucha.
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