Las manifestaciones del 1º de Mayo están marcadas, este año, por la celebración de las elecciones municipales y autonómicas. La irrupción de fuerzas políticas y nuevas alternativas en miles de pueblos o ciudades, ha sido el fruto de cuatro años de luchas, movilizaciones y resistencias a los recortes, la destrucción de empleo y la pérdida de derechos sociales.
La percepción de que estamos a las puertas de cambios políticos e institucionales vino dada tras durísimos años de lucha. Han sido las huelgas generales, el movimiento 15M y las Mareas las que nos han traído hasta las orillas del cambio. No conviene, por tanto, que perdamos esa perspectiva.
Sin embargo, pese a que se ha ido abriendo esa nueva posibilidad política, la situación social no solo no ha mejorado para la inmensa mayoría de la clase trabajadora, sino que ha seguido empeorando. Así, mientras el PP habla de un nuevo milagro económico, aumenta la desigualdad social y la precariedad laboral. Un ejemplo paradigmático es la lucha que llevan a cabo los/as técnicos/as de Movistar por conseguir unas condiciones laborales mínimamente dignas. La huelga de estos trabajadores excede con creces sus propias demandas, porque representa el nuevo conflicto social entre las multinacionales por un lado, y, el nuevo movimiento obrero surgido a raíz de unas condiciones de explotación ilimitada y sin derechos sindicales. Además, el conflicto de los trabajadores y trabajadoras de Movistar expone formas de auto-organización alternativas al modelo propuesto por las burocracias sindicales y sigue el camino abierto por el 15M para explorar nuevas formas de “hacer”, formas que a través del conflicto entre las clases generan estructura institucional en la que debemos basarnos y apoyarnos para avanzar en una perspectiva anticapitalista y de ruptura: la asamblea, la lucha colectiva frente a la atomización neoliberal y la gestión por los mismos sujetos del conflicto frente a la cultura de la delegación.
Tampoco conviene olvidar que en los últimos meses, los partidos del régimen han vuelto a recuperar una parte de la iniciativa política que habían perdido. Y ello ha sido posible por el reflujo o retroceso que de un año a esta parte ha tenido la movilización social. La pasividad de las grandes centrales sindicales y la apuesta a que solo el cambio político-electoral nos va a sacar de esta situación, podrían suponer dos graves errores a la hora de articular una nueva alternativa de poder institucional.
A escala europea otros peligros se han manifestado con bastante claridad en la situación de Grecia. Tras el esperanzador triunfo de Syriza, las élites dominantes agrupadas en torno a la Troika tratan de someter al pueblo griego a nuevas políticas de austeridad, obligando a pagar íntegramente la deuda y burlando la soberanía nacional que millones de ciudadanos decidieron en las urnas.
Estamos, pues, ante una contraofensiva general de las clases dominantes y de sus representantes políticos en el poder. Después de un ciclo de movilizaciones sociales y de ilusionantes iniciativas políticas como el surgimiento de Podemos o el triunfo de Syriza nos vemos abocados a una situación en la que podríamos ceder el terreno ganado si perdemos de vista que la única estrategia posible es aquella que combina -con acierto- la movilización popular y el “asalto” institucional. Cualquier otra política que no se base en esta ecuación nos llevará a un callejón sin salida, es decir, de nuevo al mismo terreno del en esta ecuación nos llevará a un callejón sin salida, es decir, de nuevo al mismo terreno del que se salió hace ahora cuatro años.
El mismo nivel de importancia estratégica la tiene Grecia. Si el pueblo griego es la referencia de millones de trabajadores europeos, Syriza lo es para la globalidad de la izquierda política europea. En Grecia se juega gran parte del futuro de todos los pueblos del Sur de Europa. Por esa razón, el internacionalismo de los trabajadores hoy tiene un nombre propio: Grecia. Su lucha por defender la soberanía frente a la Troika, por no aceptar las condiciones del capital internacional en cuanto a la deuda o nuevas políticas de ajuste, todo ello, debería formar parte del programa de acción del movimiento obrero europeo e internacional.
Estas son en resumen las propuestas de Anticapitalistas para este 1º de Mayo de 2015. Vivimos momentos excepcionales que nos plantean nuevas tareas estratégicas que posibiliten la recuperación de un nuevo movimiento obrero internacional y fortalezcan las alternativas de cambio político y social. En síntesis dos lemas: recuperar la movilización social para retomar la iniciativa política. Y dos, organizar un movimiento de solidaridad de todos los pueblos del Sur con Grecia.
1 de mayo de 2015
La percepción de que estamos a las puertas de cambios políticos e institucionales vino dada tras durísimos años de lucha. Han sido las huelgas generales, el movimiento 15M y las Mareas las que nos han traído hasta las orillas del cambio. No conviene, por tanto, que perdamos esa perspectiva.
Sin embargo, pese a que se ha ido abriendo esa nueva posibilidad política, la situación social no solo no ha mejorado para la inmensa mayoría de la clase trabajadora, sino que ha seguido empeorando. Así, mientras el PP habla de un nuevo milagro económico, aumenta la desigualdad social y la precariedad laboral. Un ejemplo paradigmático es la lucha que llevan a cabo los/as técnicos/as de Movistar por conseguir unas condiciones laborales mínimamente dignas. La huelga de estos trabajadores excede con creces sus propias demandas, porque representa el nuevo conflicto social entre las multinacionales por un lado, y, el nuevo movimiento obrero surgido a raíz de unas condiciones de explotación ilimitada y sin derechos sindicales. Además, el conflicto de los trabajadores y trabajadoras de Movistar expone formas de auto-organización alternativas al modelo propuesto por las burocracias sindicales y sigue el camino abierto por el 15M para explorar nuevas formas de “hacer”, formas que a través del conflicto entre las clases generan estructura institucional en la que debemos basarnos y apoyarnos para avanzar en una perspectiva anticapitalista y de ruptura: la asamblea, la lucha colectiva frente a la atomización neoliberal y la gestión por los mismos sujetos del conflicto frente a la cultura de la delegación.
Tampoco conviene olvidar que en los últimos meses, los partidos del régimen han vuelto a recuperar una parte de la iniciativa política que habían perdido. Y ello ha sido posible por el reflujo o retroceso que de un año a esta parte ha tenido la movilización social. La pasividad de las grandes centrales sindicales y la apuesta a que solo el cambio político-electoral nos va a sacar de esta situación, podrían suponer dos graves errores a la hora de articular una nueva alternativa de poder institucional.
A escala europea otros peligros se han manifestado con bastante claridad en la situación de Grecia. Tras el esperanzador triunfo de Syriza, las élites dominantes agrupadas en torno a la Troika tratan de someter al pueblo griego a nuevas políticas de austeridad, obligando a pagar íntegramente la deuda y burlando la soberanía nacional que millones de ciudadanos decidieron en las urnas.
Estamos, pues, ante una contraofensiva general de las clases dominantes y de sus representantes políticos en el poder. Después de un ciclo de movilizaciones sociales y de ilusionantes iniciativas políticas como el surgimiento de Podemos o el triunfo de Syriza nos vemos abocados a una situación en la que podríamos ceder el terreno ganado si perdemos de vista que la única estrategia posible es aquella que combina -con acierto- la movilización popular y el “asalto” institucional. Cualquier otra política que no se base en esta ecuación nos llevará a un callejón sin salida, es decir, de nuevo al mismo terreno del en esta ecuación nos llevará a un callejón sin salida, es decir, de nuevo al mismo terreno del que se salió hace ahora cuatro años.
El mismo nivel de importancia estratégica la tiene Grecia. Si el pueblo griego es la referencia de millones de trabajadores europeos, Syriza lo es para la globalidad de la izquierda política europea. En Grecia se juega gran parte del futuro de todos los pueblos del Sur de Europa. Por esa razón, el internacionalismo de los trabajadores hoy tiene un nombre propio: Grecia. Su lucha por defender la soberanía frente a la Troika, por no aceptar las condiciones del capital internacional en cuanto a la deuda o nuevas políticas de ajuste, todo ello, debería formar parte del programa de acción del movimiento obrero europeo e internacional.
Estas son en resumen las propuestas de Anticapitalistas para este 1º de Mayo de 2015. Vivimos momentos excepcionales que nos plantean nuevas tareas estratégicas que posibiliten la recuperación de un nuevo movimiento obrero internacional y fortalezcan las alternativas de cambio político y social. En síntesis dos lemas: recuperar la movilización social para retomar la iniciativa política. Y dos, organizar un movimiento de solidaridad de todos los pueblos del Sur con Grecia.
1 de mayo de 2015
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