miércoles, 1 de junio de 2016

CUANDO DECIMOS HUELGA GENERAL, DECIMOS FRANCIA CONTRA LA LOI TRAVAIL

Por Tomás Martínez Peña

La movilización en Francia se encuentra en una fase crucial. Desde la huelga del 29 de marzo, la respuesta de la clase trabajadora y la juventud no ha hecho más que intensificarse, dejando la pelota en el tejado de Hollande-Valls, por si todavía no les había quedado claro. El gobierno minimizó esta primera respuesta de los sindicatos, con una CGT reacia a convocar un paro estatal que fue frenando y retrasando hasta que fue imposible, y le estalló la Nuit Debout en el corazón de París. Si en marzo fue el movimiento estudiantil quien llevaba la iniciativa, ahora la presión se ha trasladado a las refinerías y centrales nucleares.

Siete sindicatos franceses, con CGT a la cabeza, llamaron la semana pasada a redoblar las protestas en un momento en que el ejecutivo se muestra dividido entre ceder en algún punto, como el artículo 2, el de los acuerdos de empresa, o mostrarse inflexible, opinión del sector de Valls que amenaza con presentar su dimisión. A día de hoy importantes sectores estratégicos de la economía francesa están en pie de guerra. Los sindicatos ya no consideran interlocutor válido al primer ministro y solicitan ser recibidos por el presidente Hollande.


El estado de emergencia se lo está poniendo en bandeja la movilización que clama en las calles galas que la Loi travail no es reformable y la hay que tumbar. Hace ya 3 meses se iniciaron las movilizaciones contra esta reforma laboral que cambia las condiciones de trabajo existentes hasta la fecha y el ejecutivo se ha mostrado impertérrito. Sin embargo los sondeos son claros: más del 60% de las y los franceses apoyan las protestas y hasta un 70% están en contra de la ley. Día a día, semana y semana, estudiantes y trabajador@s no dicen otra cosa.

El gobierno, al darse cuenta de que no contaba con el apoyo necesario para aprobar la medida por la negativa de un grupo de 40 diputados socialistas rebeldes, decidió adoptar la ley sin votación en la Asamblea Nacional, por decreto, a primeros de mayo. Es entonces cuando una nueva ola de protestas y paros recrudecen la presión contra Valls, que fue instado a negociar por el ala izquierda del PS y por ecologistas y Front de Gauche. Con la última jornada del 26 de mayo ya han sido 8 los días de lucha estatal.

Desde el 9 de marzo las manifestaciones, las huelgas y las ocupaciones de plazas y edificios públicos se multiplicaron en toda Francia. El gobierno respondió con represión desde el primer minuto al estallido social contra jóvenes estudiantes que bloqueaban institutos y facultades, y echó mano del estado de emergencia para prohibir arbitrariamente manifestaciones. Para la juventud esta Loi travail es una losa sobre su futuro que viene a precarizar aún más sus condiciones de trabajo con contratos más flexibles y facilitando el despido.

Cuando la jornada de huelga del 29 de marzo tocaba a su fin con una Francia paralizada, la mecha de toda la indignación se concentró en la Place de la Republique parisina y la juventud que no quiso volver a su casa se puso de pie. Las similitudes con el 15M del estado español son casualidades teniendo en cuenta que el caso del movimiento en Sol inició un ciclo de luchas desde la derrota de un pacto sindical con el gobierno (el “pensionazo” de Zapatero) y en cambio en París se inserta en plena respuesta de clase.

Si bien la Nuit debout ha presentado una estética y folklores quincemayistas de acampada y uso del espacio público para las asambleas, ni los sindicatos ni las organizaciones políticas han sido estigmatizados y la convergencia de luchas fue protagonista desde el primer momento. Las y los trabajador@s de Correos y del ferrocarril han encontrado apoyo a sus luchas de los jóvenes, cuyas movilizaciones se estaban apagando. Los carteros del 92 marcharon arropados por la Nuit Debout. La consigna de la huelga general ha estado presente.

Estas dos semanas de mayo anteriores a la jornada del 26 casi medio millón de frances@s salió a la calle para hacer frente a la soberbia de su gobierno. Los violentos casos de represión de la policía antidisturbios volvieron a repetirse contra trabajador@s y jóvenes, lo que no hizo más que radicalizar la resistencia. La combatividad de la movilización se ha incrementado con el bloqueo y la huelga de 7 de las 8 refinerías del país, además de bloqueos en puertos y líneas férreas en puntos tan importantes como Marsella, Toulouse, Rennes y Nantes.
Las y los trabajador@s de los puertos de Marsella y Le Havre se unieron a las movilizaciones de cara al día 26 y los paros se han extendido posteriormente al sector eléctrico, el aéreo y las nucleares. Es en este momento cuando la contestación toca su punto álgido, pues la pugna se centró la semana pasada en los centros neurálgicos de producción y distribución de energía, básicos para el funcionamiento de un país. Más del 20% de las gasolineras de Francia registraron ya escasez de combustible.

La primera central nuclear que paralizó su funcionamiento el miércoles fue Nogent-Sur-Seine, al noreste, cuyos trabajadores votaron parar por completo el reactor. El resto de centrales, de las que sale el 75% de la energía eléctrica, repitieron lo mismo horas después, acciones coordinadas y supervisadas siempre por la CGT. Una muestra de que la situación pone en alerta a Hollande-Valls fue el reconocimiento por el secretario de transportes de que se ha recurrido a reservas, algo que ocurrió con la fuerte movilización contra la reforma de las pensiones de Sarkozy.

Impresiona ante este plano de luchas y huelgas reconvertibles la capacidad de movilización del sindicalismo francés en muchos sectores económicos, sobre todo el público, seguramente no sin la presión de FO, Solidaries y otros sobre la CGT, cuyo posición inicial era la de contemporizar la negociación con Valls. Los hechos han tumbado esa opción, descartada por el momento. Las bases indudablemente juegan un papel importante para no caer en la mesa de negociación con la eliminación previa de algunas partes, que es el objetivo de Philippe Martínez, el secretario general de CGT.

Este fin de semana ha habido contactos telefónicos entre la dirección de la CGT y el gobierno pero sin producirse ningún acercamiento de posturas, lo cual sería completamente deshonesto con toda la clase trabajadora gala en pie, sino más bien al contrario: han advertido que continuarán la movilización con una campaña de paros para presionar al gobierno. Éste no tiene en la cabeza sucumbir, aunque encontrarnos el escenario de marcha atrás del primer ministro Alain Juppé en los 90 no es descabellado.

De esta forma se han formalizado para esta misma una cascada de convocatorias de paros en el transporte público. La inauguraron ayer martes por la tarde en los ferrocarriles de la SNCF, para presionar en la negociación de sus condiciones internas añadidas al rechazo a la Loi travail, lo cual supone un paro medio generalizado de los transportes y pone el foco en la caótica situación causada por la inflexibilidad del gobierno, que más bien se atrinchera no ignorando que el apoyo a la retirada de la Ley El-Khomri crece.

Los descalificativos y ataques abiertos por Valls también han venido por parte de la patronal: el presidente de la MEDEF ha llamado a la CGT “terroristas” y hasta 7 patronales han difundido un comunicado en el que alertan al gobierno de que la situación ya es insostenible. Sin embargo el pulso sindical quiere ir aún más lejos y ha fechado la próxima cita de lucha estatal para el 14 de junio, una vez comenzada la Eurocopa, que tienen, según parece, la intención de boicotear. Con este panorama abierto, cualquier movimiento de recule del gobierno puede ser interpretado como victoria, pero no cabría caer en esa trampa.

Para evitar esta tentación, la juventud y el sindicalismo más combativos desde el principio han sostenido la consigna “Ni enmendable ni negociable. Retirada de la Loi travail”. Para ello la única gasolina es la huelga general, no basta ya solo un día sino enganchar uno con otro, y sirve remitirse a las pruebas de estos 3 meses: cuanto más avanza la contestación social, más se arrincona y ladra el poder político y económico y más se empodera nuestra clase.

Ganar es posible porque el contraataque coge nuevo impulso y el enfado se materializa en huelgas que se popularizan fácilmente. Es cierto lo que se pudo leer en una pancarta de que “Todo el mundo odia ya al PS”. La confrontación de clase ha crecido en todo el país y nadie se puede poner de perfil. La ley todavía no está aprobada y junio y julio pueden ser unos meses decisivos que arrinconen este ataque de destrucción masiva de derechos laborales junto al Contrato de Primer Empleo.
No obstante están los límites de las direcciones sindicales. La CGT quiere acabar con la Loi travail, ¿pero también con las condiciones de trabajo estructurales de la masa asalariada? Por eso es tan importante el empuje desde abajo, la autoorganización y la convergencia obrero-estudiantil. Con la aprobación o derrota de la Ley El-Khomri están en juego también muchas reivindicaciones básicas como el aumento salarial, el tiempo de trabajo, las pensiones, etc. Una vez que ha caído un bolo pueden ir otros detrás según la fuerza contenida en el embite.

En tiempos de asaltos a los cielos institucionales conviene recordar cómo la herramienta con la que la burguesía se echa a temblar sigue siendo hoy, por mucho que a esos nuevos teóricos de la ciencia política les pese, en Francia y en todas partes, la autoorganización de la clase trabajadora y la puesta en marcha de la huelga general para convencernos de que somos quienes mantenemos a la sociedad en funcionamiento y l@s capaces de desenchufarla. ¿Es que acaso el movimiento obrero se había ido? Quizás es que nunca se fue. Y tampoco en el estado español.

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