Comunicado de Izquierda Anticapitalista
Este 25 de Noviembre, día Internacional contra la Violencia Machista, volvemos a denunciar y a visibilizar la situación en la que nos encontramos las mujeres. Una situación marcada por la violencia, la opresión y la desigualdad de derechos, donde la agresión física y el asesinato son sus manifestaciones más brutales y visibles, pero que coexisten con otras muchas formas de violencia cotidiana: económica, sexual, simbólica o verbal, etc. La base que hace posible toda esta violencia se encuentra en la desigual relación de poder entre mujeres y hombres.
El proceso de desposesión al que estamos siendo sometidas también tiene graves consecuencias desde la perspectiva de género. La gestión neoliberal de la crisis refuerza la tradicional división sexual del trabajo. Además, la pérdida de ingresos en los hogares, acompañada del desplazamiento de los costes de dicha crisis al interior de estas mismas unidades familiares acentúa nuestra situación de precariedad.
Una clara manifestación de esta reprivatización de la reproducción social es la situación de la llamada ley de dependencia. El abandono de las tareas de cuidados por parte del Estado, que reduce al máximo posible la externalización de dichas tareas, provoca que seamos fundamentalmente las mujeres quienes asumamos esta labor. En ocasiones dejando nuestros trabajos como asalariadas, y en otras, empezando a trabajar de manera duplicada o con reducción de nuestra jornada laboral, debido a que se trata de una tarea socialmente considerada como "femenina". La brecha salarial existente entre mujeres y hombres y la tendencia feminizadora del sector terciario (con peores condiciones laborales) no hace sino acrecentar este "rol" de cuidadoras.
La violencia sexual omnipresente o la cosificación de nuestros cuerpos son otras manifestaciones menos explícitas sobre la que los aparatos ideológicos y los medios de comunicación imponen el discurso del machismo como un problema individual y personal.
Para tratar de paliar esta situación, hace 10 años entró en vigor la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de protección Integral contra la Violencia de Género. Si bien esta ley supuso avances, los datos de este año (un total de 52 mujeres asesinadas) vuelven a poner de manifiesto la necesidad de seguir organizándonos y convertir la lucha contra la violencia machista, en sus múltiples facetas, en una lucha transversal a toda la sociedad.
Se evidencia que la solución no debe pasar por el aumento de la represión policial y judicial, sino por la prevención y el combate contra la violencia simbólica, donde se configuran los roles "masculino" y "femenino" de manera dicotómica, que pretenden situarnos como sujetos pasivos, débiles, dependientes y recluidos en el ámbito familiar; frente a la figura dominante del hombre asociada con la fortaleza, decisión, agresividad, competición, etc.
El sólido anclaje que el patriarcado proporciona al sistema capitalista hace que ambos marcos de explotación y opresión se fortalezcan mutuamente. La lucha feminista no puede ni debe consistir en la elaboración de una receta infalible a aplicar en un futuro siempre por llegar, sino en la aplicación directa y consciente de una perspectiva feminista tanto en el fondo como en la forma de nuestras expresiones y prácticas políticas.
Por eso, un año más, desde Izquierda Anticapitalista, mostramos nuestro firme rechazo a la violencia machista, una violencia de la que se nutre el capitalismo patriarcal, y que seguiremos luchando por erradicar en nuestro camino hacia una sociedad justa e igualitaria.
Este 25 de Noviembre, día Internacional contra la Violencia Machista, volvemos a denunciar y a visibilizar la situación en la que nos encontramos las mujeres. Una situación marcada por la violencia, la opresión y la desigualdad de derechos, donde la agresión física y el asesinato son sus manifestaciones más brutales y visibles, pero que coexisten con otras muchas formas de violencia cotidiana: económica, sexual, simbólica o verbal, etc. La base que hace posible toda esta violencia se encuentra en la desigual relación de poder entre mujeres y hombres.
El proceso de desposesión al que estamos siendo sometidas también tiene graves consecuencias desde la perspectiva de género. La gestión neoliberal de la crisis refuerza la tradicional división sexual del trabajo. Además, la pérdida de ingresos en los hogares, acompañada del desplazamiento de los costes de dicha crisis al interior de estas mismas unidades familiares acentúa nuestra situación de precariedad.
Una clara manifestación de esta reprivatización de la reproducción social es la situación de la llamada ley de dependencia. El abandono de las tareas de cuidados por parte del Estado, que reduce al máximo posible la externalización de dichas tareas, provoca que seamos fundamentalmente las mujeres quienes asumamos esta labor. En ocasiones dejando nuestros trabajos como asalariadas, y en otras, empezando a trabajar de manera duplicada o con reducción de nuestra jornada laboral, debido a que se trata de una tarea socialmente considerada como "femenina". La brecha salarial existente entre mujeres y hombres y la tendencia feminizadora del sector terciario (con peores condiciones laborales) no hace sino acrecentar este "rol" de cuidadoras.
La violencia sexual omnipresente o la cosificación de nuestros cuerpos son otras manifestaciones menos explícitas sobre la que los aparatos ideológicos y los medios de comunicación imponen el discurso del machismo como un problema individual y personal.
Para tratar de paliar esta situación, hace 10 años entró en vigor la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de protección Integral contra la Violencia de Género. Si bien esta ley supuso avances, los datos de este año (un total de 52 mujeres asesinadas) vuelven a poner de manifiesto la necesidad de seguir organizándonos y convertir la lucha contra la violencia machista, en sus múltiples facetas, en una lucha transversal a toda la sociedad.
Se evidencia que la solución no debe pasar por el aumento de la represión policial y judicial, sino por la prevención y el combate contra la violencia simbólica, donde se configuran los roles "masculino" y "femenino" de manera dicotómica, que pretenden situarnos como sujetos pasivos, débiles, dependientes y recluidos en el ámbito familiar; frente a la figura dominante del hombre asociada con la fortaleza, decisión, agresividad, competición, etc.
El sólido anclaje que el patriarcado proporciona al sistema capitalista hace que ambos marcos de explotación y opresión se fortalezcan mutuamente. La lucha feminista no puede ni debe consistir en la elaboración de una receta infalible a aplicar en un futuro siempre por llegar, sino en la aplicación directa y consciente de una perspectiva feminista tanto en el fondo como en la forma de nuestras expresiones y prácticas políticas.
Por eso, un año más, desde Izquierda Anticapitalista, mostramos nuestro firme rechazo a la violencia machista, una violencia de la que se nutre el capitalismo patriarcal, y que seguiremos luchando por erradicar en nuestro camino hacia una sociedad justa e igualitaria.
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