Brais Fernandez y Anxel Testasson |Viento Sur
"Cada momento histórico exige las formas adecuadas de movimiento popular y crea por sí mismo formas nuevas, improvisa medios de lucha anteriormente desconocidos, acumula y enriquece el arsenal del pueblo, sin preocuparse de las prescripciones del partido" (Rosa Luxemburg)
Puede sonar provocador el título en un contexto donde la superación de lo “viejo” parece ir acompañada de la renuncia a palabras que han significado tanto. Nuestra intención es toda la contraria: intentar explicar brevemente que no hay nada más novedoso que retomar la “hipótesis comunista”, pero desde el movimiento real, ese movimiento que no atiende a los manuales, a los marxismos de Estado ni a las escolásticas ortodoxas. Creemos que la “hipótesis comunista” está presente en lo cotidiano y que más que un objetivo teleológico es una realidad que resurge una y otra vez.
La dialéctica marxiana entiende que quien genera los puntos de apoyo material para el cambio radical era el propio capital. Es decir, es en el marco del capital, en su desarrollo histórico a través de la confrontación entre clases y la tensión entre estructuras y subjetividades, donde se engendran las fuerzas que potencialmente lo pueden superar. Hablamos de “potencial”, de una posibilidad que se puede dar o no dar, pero recalcando que la superación del capitalismo no es inevitable: depende de la construcción de un sujeto auto-consciente.
La distinción entre “resistencias de tipo polanyiano” y las “resistencias de tipo marxiano” esbozada por la socióloga Beverly J. Silver puede resultarnos útil como punto de partida. Por resistencias polanyianas entendemos aquellas de corte defensivo, articuladas en torno a la necesidad de los explotados de defender la introducción de las lógicas mercantiles en ciertos espacios parcialmente “ocupados” por las conquistas de los subalternos. Por otro lado, entendemos por resistencias de tipo marxiano esas ofensivas de los de abajo por conquistar nuevos espacios, por liberarlos de la mercantilización capitalista, o por lo menos para conseguir mejoras y una correlación de fuerzas más favorable.
Somos conscientes de que los espacios defendidos o a conquistar nunca se libran de la subsunción capitalista: por ejemplo, la educación pública, una de las conquista del movimiento obrero por excelencia, también respondió a la necesidad capitalista de mano de obra cualificada, con el objeto de abastecer al mercado laboral en el contexto de acumulación keynesiano. “Ocupar” espacios bajo el capitalismo no significa poder fugarse de su lógica.
El marco donde se desarrolla la “hipótesis comunista” es en esa tensión entre la necesidad de defenderse y atacar que nunca cesa. Es el hilo que recorre las relaciones entre clases. En la defensa de lo público y de las conquistas laborales se aprecia esa dialéctica que trasciende los intereses particulares de un determinado segmento de la sociedad. Y lo hace cuando pone en practica formas de auto-organización que rompen radicalmente con la lógica de representación burguesa, recuperando para el propio oprimido el “ser y hacer”. La marea social que abrió el 15M, con todas sus ramificaciones y versiones, responde a esa necesidad ya planteada en el “Manifiesto comunista”: la liberación del proletariado será obra del proletariado mismo. Por lo tanto es el movimiento el que plantea en la practica como serán las formas de lucha, pero también el que esboza las formas de organización de la sociedad por nacer.
Porque el comunismo es democracia y auto-organización, no solo objetivos programáticos. Es otra forma de relacionarse, antagónica al canibalismo neoliberal. Huelgas, mareas, ocupaciones de plazas solo no son solo un medio para alcanzar las reivindicaciones, si no que también fijan otro objetivo mayor: ¿queremos vivir de otra forma? ¿podemos sustituir las relaciones de competencia por relaciones de cooperación? Es el capital el que obliga a defenderse y a atacar a los oprimidos, pero son los oprimidos los que lo hacen. Y ese “hacer” es el punto de partida de la hipótesis comunista.
Esa vida basada en lo común está presente y se desarrolla a veces de forma invisible. Reformulando libremente el concepto de E.P Thompson de “economía moral de la multitud” podríamos hablar de “solidaridad moral de la multitud”. Una de las explicaciones de porque no ha habido un estallido social en los países que sufren las políticas de austeridad suele aludir a las redes familiares, de amistad o vecinales informales que sostienen a los que sufren el paro y carecen de ingresos. Esa forma paliativa de afrontar la crisis recompone también formas de relación destruidas por la individualización neoliberal. La soledad se rompe y del “otro” pasamos al “nosotros”. Es ahí cuando comienza la posibilidad de construir otra sociedad.
Hemos querido apuntar de forma breve (con todas los limites y defectos que eso supone) cuales son los puntos de partida para la “hipótesis comunista”. La vieja división que Lenin planteaba en el “¿Que hacer?”, entre la lucha “económica”´(asociada a la organización sindical) y “lucha política (asociada a la idea de partido) ha sido superada por la fusión entre ambas. El modelo neoliberal ha cerrado los margenes para luchas de corte corporativo y las luchas tienden a tratar de superar ese problema buscando nuevos lugares de encuentro popular, como las plazas, que trascienden la soledad , fragmentación y aislamiento que sufre el proletariado en su centro de trabajo o sector productivo.
¿Pero es esto suficiente? Creemos que no. Hace falta una organización de nuevo tipo. Una organización “totalizadora”, en el sentido gramsciano, capaz de ligar a través de los hilos comunes las diferentes resistencias contra la explotación y la opresión. Un instrumento que piense desde todos los espacios de resistencia para alcanzar una visión global, que tenga algo que decir, que proponga estrategias, pero que asuma que las formas organizativas y de relación las dicta el movimiento, no “el partido”. No hay nada más nuevo que retomar “la hipótesis comunista”; esto es, ni más ni menos, construir una nueva sociedad en base a los movimientos reales. Todo lo demás es vieja política. Como decía el filósofo Daniel Bensaid, “la emancipación no es un placer solitario”: son las experiencias comunes de los explotados y oprimidos las que nos permitirán reconstruir la “hipótesis comunista”. Y en eso estamos.
Brais Fernandez y Anxel Testasson militantes de Izquierda Anticapitalista y participan en Podemos.
Este texto es una traducción al castellano del publicado originalmente en la edición en papel de la revista gallega de pensamiento político “Tempos Novos”.
"Cada momento histórico exige las formas adecuadas de movimiento popular y crea por sí mismo formas nuevas, improvisa medios de lucha anteriormente desconocidos, acumula y enriquece el arsenal del pueblo, sin preocuparse de las prescripciones del partido" (Rosa Luxemburg)
Puede sonar provocador el título en un contexto donde la superación de lo “viejo” parece ir acompañada de la renuncia a palabras que han significado tanto. Nuestra intención es toda la contraria: intentar explicar brevemente que no hay nada más novedoso que retomar la “hipótesis comunista”, pero desde el movimiento real, ese movimiento que no atiende a los manuales, a los marxismos de Estado ni a las escolásticas ortodoxas. Creemos que la “hipótesis comunista” está presente en lo cotidiano y que más que un objetivo teleológico es una realidad que resurge una y otra vez.
La dialéctica marxiana entiende que quien genera los puntos de apoyo material para el cambio radical era el propio capital. Es decir, es en el marco del capital, en su desarrollo histórico a través de la confrontación entre clases y la tensión entre estructuras y subjetividades, donde se engendran las fuerzas que potencialmente lo pueden superar. Hablamos de “potencial”, de una posibilidad que se puede dar o no dar, pero recalcando que la superación del capitalismo no es inevitable: depende de la construcción de un sujeto auto-consciente.
La distinción entre “resistencias de tipo polanyiano” y las “resistencias de tipo marxiano” esbozada por la socióloga Beverly J. Silver puede resultarnos útil como punto de partida. Por resistencias polanyianas entendemos aquellas de corte defensivo, articuladas en torno a la necesidad de los explotados de defender la introducción de las lógicas mercantiles en ciertos espacios parcialmente “ocupados” por las conquistas de los subalternos. Por otro lado, entendemos por resistencias de tipo marxiano esas ofensivas de los de abajo por conquistar nuevos espacios, por liberarlos de la mercantilización capitalista, o por lo menos para conseguir mejoras y una correlación de fuerzas más favorable.
Somos conscientes de que los espacios defendidos o a conquistar nunca se libran de la subsunción capitalista: por ejemplo, la educación pública, una de las conquista del movimiento obrero por excelencia, también respondió a la necesidad capitalista de mano de obra cualificada, con el objeto de abastecer al mercado laboral en el contexto de acumulación keynesiano. “Ocupar” espacios bajo el capitalismo no significa poder fugarse de su lógica.
El marco donde se desarrolla la “hipótesis comunista” es en esa tensión entre la necesidad de defenderse y atacar que nunca cesa. Es el hilo que recorre las relaciones entre clases. En la defensa de lo público y de las conquistas laborales se aprecia esa dialéctica que trasciende los intereses particulares de un determinado segmento de la sociedad. Y lo hace cuando pone en practica formas de auto-organización que rompen radicalmente con la lógica de representación burguesa, recuperando para el propio oprimido el “ser y hacer”. La marea social que abrió el 15M, con todas sus ramificaciones y versiones, responde a esa necesidad ya planteada en el “Manifiesto comunista”: la liberación del proletariado será obra del proletariado mismo. Por lo tanto es el movimiento el que plantea en la practica como serán las formas de lucha, pero también el que esboza las formas de organización de la sociedad por nacer.
Porque el comunismo es democracia y auto-organización, no solo objetivos programáticos. Es otra forma de relacionarse, antagónica al canibalismo neoliberal. Huelgas, mareas, ocupaciones de plazas solo no son solo un medio para alcanzar las reivindicaciones, si no que también fijan otro objetivo mayor: ¿queremos vivir de otra forma? ¿podemos sustituir las relaciones de competencia por relaciones de cooperación? Es el capital el que obliga a defenderse y a atacar a los oprimidos, pero son los oprimidos los que lo hacen. Y ese “hacer” es el punto de partida de la hipótesis comunista.
Esa vida basada en lo común está presente y se desarrolla a veces de forma invisible. Reformulando libremente el concepto de E.P Thompson de “economía moral de la multitud” podríamos hablar de “solidaridad moral de la multitud”. Una de las explicaciones de porque no ha habido un estallido social en los países que sufren las políticas de austeridad suele aludir a las redes familiares, de amistad o vecinales informales que sostienen a los que sufren el paro y carecen de ingresos. Esa forma paliativa de afrontar la crisis recompone también formas de relación destruidas por la individualización neoliberal. La soledad se rompe y del “otro” pasamos al “nosotros”. Es ahí cuando comienza la posibilidad de construir otra sociedad.
Hemos querido apuntar de forma breve (con todas los limites y defectos que eso supone) cuales son los puntos de partida para la “hipótesis comunista”. La vieja división que Lenin planteaba en el “¿Que hacer?”, entre la lucha “económica”´(asociada a la organización sindical) y “lucha política (asociada a la idea de partido) ha sido superada por la fusión entre ambas. El modelo neoliberal ha cerrado los margenes para luchas de corte corporativo y las luchas tienden a tratar de superar ese problema buscando nuevos lugares de encuentro popular, como las plazas, que trascienden la soledad , fragmentación y aislamiento que sufre el proletariado en su centro de trabajo o sector productivo.
¿Pero es esto suficiente? Creemos que no. Hace falta una organización de nuevo tipo. Una organización “totalizadora”, en el sentido gramsciano, capaz de ligar a través de los hilos comunes las diferentes resistencias contra la explotación y la opresión. Un instrumento que piense desde todos los espacios de resistencia para alcanzar una visión global, que tenga algo que decir, que proponga estrategias, pero que asuma que las formas organizativas y de relación las dicta el movimiento, no “el partido”. No hay nada más nuevo que retomar “la hipótesis comunista”; esto es, ni más ni menos, construir una nueva sociedad en base a los movimientos reales. Todo lo demás es vieja política. Como decía el filósofo Daniel Bensaid, “la emancipación no es un placer solitario”: son las experiencias comunes de los explotados y oprimidos las que nos permitirán reconstruir la “hipótesis comunista”. Y en eso estamos.
Brais Fernandez y Anxel Testasson militantes de Izquierda Anticapitalista y participan en Podemos.
Este texto es una traducción al castellano del publicado originalmente en la edición en papel de la revista gallega de pensamiento político “Tempos Novos”.
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