Teresa Rodríguez
Eurodiputada de Podemos, docente, sindicalista y activista social
Lo sabemos desde hace años y llevamos desde 2011 gritándolo en las plazas, en las calles y, desde el pasado 25 de mayo, también en las urnas: democracia no es solo votar cada cuatro años. Tampoco es, en absoluto, otorgar una carta en blanco a quienes nos gobiernan. Contar con la mitad más uno de los votos es una condición necesaria, pero no suficiente para poder hablar de democracia, al menos en su definición más formal, que es incompleta como bien sabemos. El diálogo, la integración de las minorías parlamentarias, la participación ciudadana o las consultas populares sobre decisiones no contempladas en el programa electoral del partido gobernante son algunos de los complementos necesarios.
Hace tiempo que nos acostumbramos a que la anterior enumeración fuese una lista de antónimos de todo lo que hace el Gobierno de Mariano Rajoy. Sin embargo, con la reciente propuesta de reforma de la ley electoral municipal, se coloca en la diana incluso aquel mínimo básico e irrenunciable de “la mitad más uno de los votos”. Que una lista pueda gobernar directamente si alcanza el 40% de las papeletas es un paso más en la deriva autoritaria que vivimos desde hace unos años. La minoría absoluta hecha ley. Otro ejemplo más de que no es una crisis, sino una estafa y una excusa para acabar con las conquistas sociales y políticas de la ciudadanía. ¿Qué será lo siguiente? ¿Sufragio restringido solo a los hombres? ¿A las rentas más altas? ¿Y por qué no elecciones cada ocho años? ¿O directamente prohibirlas? Eso sí que aseguraría la gobernabilidad y la estabilidad parlamentaria. Todas las barbaridades que imaginemos corren el riesgo de quedarse cortas.
Resulta curioso que esta propuesta legislativa llegue tras varios meses de repetición machacona de la supuesta recuperación económica, del final de la crisis, de los brotes verdes y de la envidia que generamos en Europa. Si tan seguros están de que los votantes sabrán valorar en las urnas al partido que ha solucionado la crisis, ¿a qué viene entonces esta reforma electoral? ¿No será que ni ellos mismos se creen sus cifras y pronósticos de cartón-piedra? Movimientos a la desesperada para intentar mantener sus poltronas y continuar el expolio de lo común. Desde aquí olemos el miedo cambiando de bando.
Este nuevo ataque contra las mayorías sociales y la democracia constituye una razón de más para que Podemos traslade a la esfera municipal el aire fresco, la dignidad popular y la potencia constituyente que comenzó a sembrar el pasado 25 de mayo. La fórmula exacta, las garantías, los dóndes y los cómos serán sin duda cuestiones cruciales que definir. Ya hemos dado muestra antes de inteligencia colectiva, innovación política y efectividad. No hay nada, por lo tanto, que pudiese animar a una incomparecencia que resultaría fatal. Aquí van tres motivos para lanzarnos de lleno a la próxima cita electoral municipal de 2015.
1. Vincular los actuales deseos y posibilidades reales de cambio, la ruptura democrática y el protagonismo ciudadano al territorio y a nuestra vida cotidiana más directa. Gente corriente haciendo política también a través de las instituciones de sus pueblos y ciudades. Aterrizar los discursos y anhelos transformadores en nuestro día a día más cercano.
2. Evitar que el régimen, tocado pero no hundido, coja aire y recupere fuerzas ganando cuotas de poder que ni de lejos obtendría en caso de que Podemos se presentase a las elecciones. O que sean otras fuerzas políticas quienes capitalicen el descontento y ocupen el hueco que Podemos dejaría vacío.
3. Experimentar la democracia también a través de la esfera municipal. Las instituciones y políticas municipales afectan a ámbitos tan cruciales como los servicios sociales, la vivienda, la planificación urbana, la educación infantil, la gestión del agua o la movilidad. Ningún cambio, ninguna democracia será real si no opera también en estas arenas.
Las encuestas no paran de señalar que una amplia mayoría social apoya las reivindicaciones de más y mejor democracia emanadas desde distintos espacios sociales durante los últimos años. La respuesta del Gobierno del PP se traduce directamente en menor y peor democracia. Nada nuevo bajo el sol de estos “demócratas de toda la vida”. El expolio seguirá campando a sus anchas en los espacios políticos que dejemos libres. No podemos permitirlo. No podemos permitírnoslo. Ellos se contentan con el 40%. Nosotros lo queremos todo. Y en ese todo no pueden faltar nuestros pueblos y ciudades. Porque desde allí asaltaremos los cielos y comenzaremos a convertir la indignación en cambio político. Porque para que otra democracia sea posible, otra gestión municipal es necesaria. Y el momento es ahora.
http://blogs.publico.es/dominiopubl...
Eurodiputada de Podemos, docente, sindicalista y activista social
Lo sabemos desde hace años y llevamos desde 2011 gritándolo en las plazas, en las calles y, desde el pasado 25 de mayo, también en las urnas: democracia no es solo votar cada cuatro años. Tampoco es, en absoluto, otorgar una carta en blanco a quienes nos gobiernan. Contar con la mitad más uno de los votos es una condición necesaria, pero no suficiente para poder hablar de democracia, al menos en su definición más formal, que es incompleta como bien sabemos. El diálogo, la integración de las minorías parlamentarias, la participación ciudadana o las consultas populares sobre decisiones no contempladas en el programa electoral del partido gobernante son algunos de los complementos necesarios.
Hace tiempo que nos acostumbramos a que la anterior enumeración fuese una lista de antónimos de todo lo que hace el Gobierno de Mariano Rajoy. Sin embargo, con la reciente propuesta de reforma de la ley electoral municipal, se coloca en la diana incluso aquel mínimo básico e irrenunciable de “la mitad más uno de los votos”. Que una lista pueda gobernar directamente si alcanza el 40% de las papeletas es un paso más en la deriva autoritaria que vivimos desde hace unos años. La minoría absoluta hecha ley. Otro ejemplo más de que no es una crisis, sino una estafa y una excusa para acabar con las conquistas sociales y políticas de la ciudadanía. ¿Qué será lo siguiente? ¿Sufragio restringido solo a los hombres? ¿A las rentas más altas? ¿Y por qué no elecciones cada ocho años? ¿O directamente prohibirlas? Eso sí que aseguraría la gobernabilidad y la estabilidad parlamentaria. Todas las barbaridades que imaginemos corren el riesgo de quedarse cortas.
Resulta curioso que esta propuesta legislativa llegue tras varios meses de repetición machacona de la supuesta recuperación económica, del final de la crisis, de los brotes verdes y de la envidia que generamos en Europa. Si tan seguros están de que los votantes sabrán valorar en las urnas al partido que ha solucionado la crisis, ¿a qué viene entonces esta reforma electoral? ¿No será que ni ellos mismos se creen sus cifras y pronósticos de cartón-piedra? Movimientos a la desesperada para intentar mantener sus poltronas y continuar el expolio de lo común. Desde aquí olemos el miedo cambiando de bando.
Este nuevo ataque contra las mayorías sociales y la democracia constituye una razón de más para que Podemos traslade a la esfera municipal el aire fresco, la dignidad popular y la potencia constituyente que comenzó a sembrar el pasado 25 de mayo. La fórmula exacta, las garantías, los dóndes y los cómos serán sin duda cuestiones cruciales que definir. Ya hemos dado muestra antes de inteligencia colectiva, innovación política y efectividad. No hay nada, por lo tanto, que pudiese animar a una incomparecencia que resultaría fatal. Aquí van tres motivos para lanzarnos de lleno a la próxima cita electoral municipal de 2015.
1. Vincular los actuales deseos y posibilidades reales de cambio, la ruptura democrática y el protagonismo ciudadano al territorio y a nuestra vida cotidiana más directa. Gente corriente haciendo política también a través de las instituciones de sus pueblos y ciudades. Aterrizar los discursos y anhelos transformadores en nuestro día a día más cercano.
2. Evitar que el régimen, tocado pero no hundido, coja aire y recupere fuerzas ganando cuotas de poder que ni de lejos obtendría en caso de que Podemos se presentase a las elecciones. O que sean otras fuerzas políticas quienes capitalicen el descontento y ocupen el hueco que Podemos dejaría vacío.
3. Experimentar la democracia también a través de la esfera municipal. Las instituciones y políticas municipales afectan a ámbitos tan cruciales como los servicios sociales, la vivienda, la planificación urbana, la educación infantil, la gestión del agua o la movilidad. Ningún cambio, ninguna democracia será real si no opera también en estas arenas.
Las encuestas no paran de señalar que una amplia mayoría social apoya las reivindicaciones de más y mejor democracia emanadas desde distintos espacios sociales durante los últimos años. La respuesta del Gobierno del PP se traduce directamente en menor y peor democracia. Nada nuevo bajo el sol de estos “demócratas de toda la vida”. El expolio seguirá campando a sus anchas en los espacios políticos que dejemos libres. No podemos permitirlo. No podemos permitírnoslo. Ellos se contentan con el 40%. Nosotros lo queremos todo. Y en ese todo no pueden faltar nuestros pueblos y ciudades. Porque desde allí asaltaremos los cielos y comenzaremos a convertir la indignación en cambio político. Porque para que otra democracia sea posible, otra gestión municipal es necesaria. Y el momento es ahora.
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