PIERRE BROUÉ
Por tomar sólo un ejemplo que afecta a la historia de la Unión Soviética de los años 1930: el descubrimiento en los archivos de una carta escrita con ácido cítrico por Leon Sedov, hijo de Trotsky, descifrado por su padre al calor de una plancha, ha llevado al equipo de investigadores del Instituto Leon Trotsky a una investigación cuyas conclusiones, todavía limitadas por falta de tiempo, obligarán a modificar las concepciones admitidas hasta ahora sobre la historia de la URSS en ese período.
Hasta ahora, los especialistas en historia soviética coincidían, en líneas generales, en estimar que el régimen estaliniano había conocido en 1932 dificultades serias, como consecuencia de la agotadora campaña de colectivización forzosa y de industrialización a ultranza, frente a un desánimo que a veces se convertía –como lo mostraron los archivos de Smolensk– en descontento, o incluso en cólera.
Desde1930, Stalin había tenido que hacer frente a nuevas oposiciones constituídas por antiguos fieles desilusionados, como los grupos Sten-Chatskine y Syrtsov-Lominadzé. Se admitía por lo general que en 1932 había aparecido una oposición “nueva”, animada por antiguos pilares de la lucha contra el trotskysmo, Rioutine y Galkine, a los que se habían sumado antiguos zinovievistas e incluso discípulos de Bujarin, como Slepkov. Diversos autores han mencionado sobre este asunto la existencia y la puesta en circulación de la plataforma política de este grupo, un programa dactilografiado de 165 páginas, que se pronunciaba por la paralización de la represión en el Partido, el restablecimiento de normas democráticas y la reintegración de los excluidos, el retiro económico, y concluía con la necesidad de apartar a Stalin. Al mismo tiempo, según una información publicada por el periódico menchevique en el exilio Sotsialistitcheskii Vestnik, dieciocho viejos bolcheviques habrían dirigido al Partido una carta que partía del análisis de la política dictada al partido alemán por Stalin frente a Hitler y acababa con las mismas conclusiones.
Se sabía que Rioutine había sido detenido en 1932, y con él muchos de los miembros, reales o supuestos, de la “nueva oposición”, y que a partir de noviembre de 1932 una ola de detenciones había llevado de regreso a la deportación a miles de antiguos opositores oficialmente arrepentidos –a quienes Trotsky llamaba “capituladores”–, entre ellos los viejos bolcheviques I.N. Smirnov y Preobrajenski. En cambio, se dudaba por lo general de que el “grupo” Eismont-Tolmatchev, detenido a finales de 1932 y que tenía en sus filas al Comisario de Agricultura, A.P. Smirnov, hubiera constituido un verdadero grupo de opositores.
Se admitía que la represión no había superado los límites “habituales” y que incluso el Buró Político, por instigación de Kirov, había negado la cabeza de Rioutine reclamada por Stalin. Para el conjunto de historiadores, por lo demás, esas “oposiciones”, independientemente del esfuerzo de redacción del grupo de Rioutine, no habían ido muy lejos y probablemente no habían sobrepasado el estadio de las conversaciones de sobremesa, de un descontento pronto desenmascarado por una GPU diligente y eficaz. Nadie suponía en ningún caso que el “bloque de oposiciones” denunciado por los propagandistas estalinianos hubiera podido revestir la forma concreta de una alianza politica formal incluyendo a los trotskystas: las “revelaciones” de la época krustcheviana habían acreditado y apuntalado esta opinión.
Los documentos encontrados por nuestro equipo, sin discusión posible, establecen hechos importantes: Hubo desde luego un “bloque de oposiciones”. Incluía en primer lugar a los “trotskystas”, representados por tres o cuatro grupos locales y en particular el de Moscú, animado hasta esa fecha por el viejo bolchevique Andrei Konstantinov, conocido como Kostia, detenido en diciembre de 1932. Formaban parte los “zinovievistas”, cuyos dirigentes Zinoviev y Kamenev estaban en esa época excluidos del partido por segunda vez por haber formulado críticas a la política estaliniana en Alemania y no haber denunciado actividades de oposición de las que tenían conocimiento. Se encontraba también en el bloque un grupo organizado clandestinamente de antiguos trotskystas que se habían sumado en 1929 a la “línea general”, I.N. Smirnov, Preobrajenski, Ter-Vaganian. El cuarto elemento del bloque es denominado por Leon Sedov el “grupo Sten-Lominadzé, siendo el primero de estos dos hombres uno de los filósofos marxistas más conocidos de la Unión Soviética y el segundo un antiguo favorito de Stalin, el georgiano Lominadzé, que entraron en 1930 a la actividad de oposición. La carta con tinta simpática de Sedov que ofrece estos elementos de información precisa además que el “bloque” mantenía una discusión con otro grupo de antiguos zinovievistas, dirigido por Safarov, y con los que denomina “derechistas”, término con el que el Boletin designaba en esa época al grupo de Rioutine. A esta carta no fechada, aunque por distintos cotejos puede datarse entre setiembre y noviembre de 1932, Trotsky responde mencionando al grupo de los que denomina “liberales”. No hemos identificado a los jefes de fila de estos últimos, de quienes Trotsky escribe que han mostrado en la práctica cuál es la buena vía: sólo se puede emitir la hipótesis de que se trataba de este núcleo de cuadres regionales nacionales animado por Vareikis, los mismos que iban a aparecen en primer plano en 1934 por su intento de oponer a Kirov con Stalin.
El objetivo del “bloque” era en un primer momento la elaboración de una declaración común de todas estas corrientes comunistas contra la represión policial y la sumisión del Partido a Stalin y a la GPU. Su primera iniciativa fue la organización de un intercambio de informaciones y de documentos, en particular el envío al Boletín de la Oposición, publicado en Berlin por Sedov, de cartas y documentos procedentes de los grupos aliados, Un examen atento de las cartas publicadas en este Boletín a partir del número 28, de junio de 1932, muestra en efecto que muchas de ellas procedían de medios que no podían ser la Oposición de izquierda tradicional. Así, la carta de Moscú firmada M.M. en el número 28 –procedente de Smirnov, según una nota de Trotsky a su hijo– menciona conversaciones con un dirigente del Comisariado de Agricultura, confidencias del dirigente sindical Roudzoutak, la fría acogida a Stalin en el Bolshoi en febrero. Menciona de forma favorable a la vieja militante Veronika Kasparova, que sin embargo era calificada en esa época como “capituladora” por la Oposición de izquierda, lo que permite a Trotsky recordar a Sedov que no se puede publicar semejante apreciación sin comentario crítico. El número 31 reproduce una carta sobre los problemas económicos firmada por Ko –por el sobrenombre de Kolokolnikov que daba Stalin a I.N. Smirnov. Otras cartas mencionan lo que ha pasado en la célula de Zinoviev o en el comité del Partido de Moscú a cuenta de la construcción del metro, o incluso las circunstancias del desmantelamiento de los grupos clandestinos de Smirnov y de Eismont. Estas informaciones no podían provenir de los medios de la Oposición de izquierda, hace tiempo apartada del aparato del Partido y del Estado.
Desde Prinkipo, en su correspondencia con Sedov, Trotsky advertía a sus camaradas que no esperasen demasiado la entrada en liza de estos derechistas y que no les dejasen el mérito de protestar en nombre de los principios comunistas contra la represión estaliniana. El “bloque” debía también, en su opinión, tomar la iniciativa contra las consecuencias de la política de división llevada a cabo en Alemania por el PC bajo órdenes de Stalin, de su denuncia de los “social-fascistas” y, en general, de la política de lo peor que abría las puertas a Hitler. Las cartas de Trotsky, un artículo inédito en forma de diálogo, subrayaban además la necesidad de forzar lo más lejos posible este “frente único” de todas las oposiciones comunistas sin espantar por ello a los burócratas que temían la venganza y las represalias del exilio. Advertía claramente a sus amigos de la URSS contra la utilización de la consigna “Abajo Stalin” en un momento de peligro extremo para el régimen nacido de la Revolución de Octubre, amenazado en su existencia misma por la perpectiva de llegada al poder de Hitler en Alemania.
Una relectura atenta de los textos públicos de Trotsky en esa época permite seguir en todos sus desarrollos la nueva seguridad que le daba entonces la constitución de este “bloque de oposiciones” y el valor de síntoma político que revestía ante sus ojos. Su principal preocupación era levantar todos los obstáculos a la vía del frente único en ese momento que juzgaba decisivo, y reconstruir al mismo tiempo una verdadera organización de la Oposición de izquierdas en la URSS.
El “bloque de oposiciones” fue efímero. En el momento en que el comité central, en enero de 1933, decidía golpear –moderadamente– a sus animadores y asustar a sus “cómplices”, Hitler llegaba al poder sin combate. Algunas semanas más tarde, destruía en Alemania al movimento obrero organizado y, de la misma, la red pacientemente construida por Sedov con vistas a los contactos con la URSS. La victoria hitleriana constituía una terrible derrota para el movimiento obrero mundial y por consiguiente para los opositores comunistas en la Unión Soviética: la guerra estaba ya en el horizonte más próximo y los procesos de Moscú iban a comenzar. I.N. Smirnov y Holzmann, que había sido su emisario ante Sedov, figuraron en el banquillo de los acusados en agosto de 1936 junto a su camarada Ter-Vaganian. Lominadzé se había suicidado en 1934. Los zinovievistas habían sido condenados en 1935. Jan Sten, Rioutine, Slepkov, Syrtsov, Preobrajenski, desaparecieron sin proceso en 1937. La viuda de Joffé, Maria Mikhlailovna, ha testimoniado recientemente los últimos años de Safarov y de Konstantinov en Vorkuta.
Bajo esta nueva luz, hay que replantear algunos problemas de la historia de la URSS. Trotsky negó con vehemencia la existencia de cualquier tipo de bloque con capituladores, zinovievistas o derechistas, redujo el encuentro de Holzmann y Sedov en 1932 a un simple intercambio de informaciones generales. El 3 de julio de 1937, en una carta dirigida a Sedov, Jean Van Heijenoort, el fiel secretario de Trotsky, dejaba entrever el malestar que había experimentado al descubrir en los archivos la prueba de la existencia de un bloque. ¿Por qué, ante las acusaciones de Vychinski-Stalin contra el “bloque terrorista de trotskystas-zinovievistas-derechistas”, Trotsky, en lugar de contentarse con negar el carácter “terrorista”, consideró que era mejor negar la existencia de contactos políticos? La respuesta es evidente. Una “confesión” por su parte no hubiese desarmado –todo lo contrario– a quienes aullaban contra el bloque terrorista, pero en cambio habría hundido a aquellos de los suyos –o de sus aliados– que habían negado y continuaban negando la acusación principal. También aquí, una necesaria relectura de los procesos de Moscú, un reexamen de algunas confesiones ambiguas, permitirán tal vez detectar en este edificio de falsificaciones y mentiras groseras los elementos auténticos con los que fue construido. Nos esforzaremos en abordar esta cuestión en el número 6 de los Cahiers Léon Trotsky dedicado a la historia de la Oposición de izquierda en la URSS.
En cualquier manera, la historia de la URSS en estos decisivos años debe ser reescrita a la luz de estos elementos y del nuevo peso que revisten retrospectivamente los análisis de Trotsky en esa época sobre la crisis del régimen estaliniano, el ascenso de las oposiciones, la resistencia del Partido y en definitiva, el descontento y una agitación popular naciente. Se acabaría con la opinión frecuentemente expresada después de Krustchev por los especialistas –sobre todo americanos– de que Trotsky, apartado de la URSS, habría dejado de lado por completo el asunto Kirov y el fenómeno capital de esta oposición “liberal”. Se acabaría sobre todo con esa imagen simplista de un Stalin todopoderoso que decidía, en 1934, desembarazarse friamente para un futuro lejano de cualquier dirección de recambio. Se comprendería entonces que el silencio de Trotsky sobre la oposición de Kirov estaba hecho de prudencia y de sentido de la responsabilidad y que Stalin sólo se vio obligado a desembarazarse de cualquier eventual dirección de recambio por la amenaza de su creciente aislamiento y el ascenso de oposiciones susceptibles de unirse y de expresar así un movimiento popular más profundo.
En resumen, podría llegarse a una explicación general en la que Stalin sería menos omnipotente, las oposiciones menos débiles y las masas menos resignadas de lo que implica la interpretación tradicional –y se volvería a reunir el curso de la historia de la URSS con el de la historia mundial, jalonada, incluso después de la victoria hitleriana, por grandiosos combates de clases.
1980
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