COMO CADA 8 DE MARZO, FEMINISMOS
CONTRA EL PATRIARCADO Y EL CAPITAL
Un año más, celebramos
el 8 de marzo el Día Internacional de la Mujer, y también un año
más sentimos la responsabilidad de recordar que desgraciadamente
para nosotras las mujeres hay más motivos de duelo que de
celebración en este día.
El lema elegido este año
por ONU Mujeres es: “Por un planeta 50 – 50 en 2030: demos el
paso para la igualdad de género”. Sin embargo, son muchos los
pasos que habría que dar para alcanzar esa igualdad de la que
hablan.
Con una situación
internacional en la que las mujeres seguimos llevándonos la peor
parte tanto a nivel social como económico y político, pensamos que
la única forma en la que podría darse una situación de equidad
entre hombres y mujeres sería sustituyendo el sistema mismo en que
vivimos.
Desde prácticamente
nuestro nacimiento, y a lo largo de todo el mundo, se nos somete a
diario a diversas formas de terror y violencia que nos condicionan
para volvernos dóciles, sumisas e insignificantes. Mutilaciones,
violaciones, malos tratos físicos y psicológicos están a la orden
del día casi tanto como hace 50 o incluso 100 años.
Los gobiernos crean leyes
que tratan de paliar los síntomas que nos afectan, pero unas veces
por falta de valentía al aplicarlas y otras por falta de voluntad,
resultan escasas e insuficientes. La enfermedad de la desigualdad
sigue instalada en nuestras vidas debido al sistema patriarcal
imperante, que por otra parte (no nos engañemos) no dejará de
perjudicar a las mujeres a base de reformas legales.
No debemos olvidar que las crisis
económicas afectan de una manera especialmente cruenta a los
miembros más desfavorecidos de la sociedad, entre las que sin duda
nos encontramos las mujeres. Vivimos en un sistema capitalista en el
que la igualdad real entre hombres y mujeres no es posible, ya que
está creado y configurado para apoyarse en el patriarcado y
alimentarse de él.
A diario oímos noticias
de la situación de indefensión de las mujeres y niñas que huyen de
las zonas de conflicto buscando asilo político en otros países;
suelen ser objeto de desapariciones, robos, violaciones y todo tipo
de violencias. Sin embargo, no por vivir en esta parte del mundo nos
libramos del terrorismo machista. La semana pasada nos horrorizaba
comprobar cómo en tan solo 48 horas cuatro mujeres fueron
brutalmente asesinadas por hombres (3 de ellas en la provincia de
Málaga, donde el alcalde es ya tristemente conocido por sus
desafortunados comentarios quitándole hierro al tema de la violencia
machista) y los medios apenas se hicieron eco de sus muertes ni de
las terribles circunstancias en las que se produjeron.
Desgraciadamente, los crímenes contra mujeres no son tan mediáticos
como cualquier partido de fútbol, por ejemplo.
Pero soportamos muchos
otros tipos de violencias aparentemente menos visibles y sin embargo
mucho más frecuentes y generalizadas en nuestras vidas. Somos
nosotras las mujeres las que sufrimos un mayor índice de desempleo,
peores condiciones en el caso de tener trabajo, y menores
probabilidades de promocionar en él. Por no hablar de las mujeres
inmigrantes, que son de los grupos más vulnerables para sufrir la
explotación laboral, junto con una doble discriminación, pues han
de afrontar la dura opresión que supone la xenofobia, así como por
la mera condición de ser mujer.
Somos nosotras las que
asumimos normalmente el papel de cuidadoras en el caso de tener
hijos/as o familiares dependientes. Somos las mujeres las que tenemos
que aguantar que se nos diga qué podemos hacer y qué no con
nuestros cuerpos en el caso de embarazo, y sin embargo somos las que
hemos de readaptar nuestras vidas en mayor medida en caso de
maternidad.
Está sobradamente
demostrado que aplicando reformas legales no conseguiremos superar la
desigualdad si no se acompañan de verdaderas medidas educativas en
los centros públicos de enseñanza, programas de igualdad efectivos
en los centros de trabajo, y auténticos planes de integración de la
mujer en la vida pública para asegurar nuestra presencia y capacidad
de influencia en las instituciones. Todo esto, sin embargo, supone
solo un paso hacia el fin de la opresión de la mujer ya que,
mientras los mercados rijan nuestras vidas y dicten las leyes, las
desigualdades existirán necesariamente.
Desde Izquierda
Anticapitalista Revolucionaria IZAR queremos hacer un llamamiento a
la movilización para que este 8 de marzo no se quede solo en un día
de lavado de cara de ayuntamientos y gobiernos centrales.
Interpelamos al conjunto de la clase trabajadora para que salga a la
calle exigiendo igualdad entre las personas, sean de la raza,
condición sexual o cultural que sean, y por ende, a mantener esa
movilización de una manera continua y organizada hasta que llegue el
día en que no sea necesario luchar por tener los mismos derechos
unas que otros.
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