domingo, 27 de diciembre de 2015

ERDOGAN APUESTA POR EL CAOS PARA MANTENER SU HEGEMONÍA

A la vista de estas últimas semanas, la política llevada a cabo por Erdogan y su partido-estado puede parecer por lo menos irracional. De hecho, un avión de combate ruso fue abatido en la frontera turco-siria provocando una crisis sin precedentes. Dos conocidos periodistas fueron arrestados, acusados de espionaje y “traición a la patria”, por haber difundido videos y fotografías, y publicado artículos revelando envíos de armas (por parte de servicios de inteligencia) a los yihadistas que combaten contra el régimen de Al-Assad.

Dos días más tarde, el decano del colegio de abaogados de Diyarbakir, Tahir Elçi, famoso defensor de los derechos humanos y la paz, que había sido perseguido hace menos de un mes por haber declarado que el PKK no era una organización terrorista, fue asesinado por una bala en la cabeza a plena luz del día en un tiroteo entre la policía y las milicias kurdas. Todo esto enmarcado en un toque de queda completo, despliegue de brigadas policiales islamistas-fascistas antiterroristas (la brigada Esedullah) y de destrucción de barrios enteros en el Kurdistán norte.

Todo esto por supuesto no parece muy coherente si nos olvidamos que es gracias a este clima de guerra civil (provocando también las represalias del movimiento kurdo armado), de represión violenta ante la contestación social y política, de criminalización y asalto contra la prensa de la oposición, que el AKP logró obtener el 49,5% en las elecciones del 1 de noviembre, ganando 5 millones de votos en unos meses (obtuvo 40,8% en las del 7 de junio).

Dado que la represión, el autoritarismo, el nacionalismo y al criminalización de toda la oposición, así como el apoyo al PKK y a su “organización terrorista paralela” dan rédito, Erdogan no tiene ninguna razón para dar marcha atrás a su política, a nivel nacional e internacional. Esta atmósfera de caos le permite mantener su hegemonía política (si no desarrollarla) en la sociedad turca, pero también en el interior del AKP, haciendo imposible cualquier intento de competencia.

El presidente y el AKP no dudan lo más mínimo en alimentar las tensiones militares, por una parte para preservar la consolidación de su base electoral, pero sobre todo para tener voz y voto en la división de Siria en zonas étnica-confesionales. La principal motivación del régimen de Erdogan es la de evitar a toda costa que la región se extienda de Azaz a Jarablus, bajo control del Daesh, pase a manos del PYD-PKK, ya que es la única de sus fronteras con Siria no está controlada hoy por las fuerzas kurdas. Esto constituiría un obstáculo mayor en su dominación de la zona sunita.
La cuestión del avión ruso abatido señala la incompatibilidad de las estrategias turca y rusa, totalmente opuestas. Pero también debe ser entendida como represalias contra los ataques aéreos rusos sobre grupos yihadistas (Al-Nusra, Ahrar al-Sham, yihadistas chechenos, marroquíes, uigures, etc) ubicados en esta zona sunita. Represalias cuyos beneficios económicos han sido probablemente mal calculados. Además, la fuerte presencia de nuestros compatriotas turcomanos en esta región bombardeada ha sido objeto seguramente de una instrumentalización nacionalista para la opinión pública.


Al igual que en el reciente ejemplo de despliegue de tropas turcas cerca de Mosul (aprovechando la tensión entre Barzani y el PYD), Ankara espera volver a imponerse en el caos sirio con demostraciones de fuerza. Y en este marco cuentan sus aliados occidentales, aterrorizados por la crisis migratoria y ansiosos por controlar el flujo, para hacer cerrar los ojos a las aventuras militares de Turquía y disimular las medidas antidemocráticas impuestas en el país. 

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