La cinematografía producida por “la gran democracia americana” (calificación instituida por el PP desde los tiempos de Aznar, aquellos en que se jactaba de dar conferencias “en inglés”) cultiva cuando le resulta necesario la dimensión ideológico-hipnótica que heredó del nazismo.
Lo constatamos de nuevo visionando Zero Dark Thirty (La Noche más Oscura) película que constituye un desenfadado alegato a favor de la tortura y las cárceles secretas gestionadas por la CIA.
Zero Dark Thirty, con guión de Mark Boal y dirección de Kathya Bigelow, recorrió el mundo de la mano de Universal Pictures, sembrando miedo y reclamando consenso con la represiva legislación Patriot (y su cultura USA del ojo por ojo) que años más tarde de la destrucción de las Torres Gemelas sigue estimulando aquí y allá recortes de libertades como la Ley Mordaza.
El pretexto del guión fue la caza de Bin Laden, teatral operación militar que nunca sabremos si fabricaba o no un objetivo (también teatral) en torno a un personaje existente… o solo diseñado por necesidades del complejo militar-industrial gringo.
Pero en lo que el primer tercio de la película abunda es en la burda legitimación del secuestro, la cárcel sin garantías judiciales de ningún tipo y la tortura sin límites con objeto de desarticular un supuesto “grupo saudí”. (¡Mientras, Guantámo perdura!)
El simpatico agente que dirige las palizas es “un moderno”, en lenguaje, vestimenta e imagen (deportivo, barba rubia, ojos azules… tortura llamando “colega” a su víctima). Poco que ver en eso con el griterío “hija puta! zorra!” y las corbatas grasientas, con que trufaban sus interrogatorios las cuadrillas de la policía franquista durante la dictadura.
“Si mientes te haré daño” es el estribillo constante con que el torturador ameniza los breves descansos concedidos al presunto terrorista, tumefacto a palos y al que de tarde en tarde se somete a la tortura de la asfixia por ahogamiento mediante trapo empapado y salvaje ingesta de agua… Eso sí, el ojos azules interrumpirá sus labores para tomar un café con la compañera agente investigadora y fumar tranquilamente un cigarrillo. Encarnarán así, simplemente, a buenos profesionales que trabajan por objetivos, como exige el mercado.
En definitiva, La Noche más Oscura, añade un eslabón a la viscosa cadena de crímenes (en este caso limitados a la propaganda) que se inició al otro lado del océano, con el genocidio indígena y pasó a episodios señeros en el asesinato de los sindicalistas Sacco y Vanzetti en agosto de 1927, Hiroshima y Nagasaki, la acogida de cerebros nazis en USA a partir de 1945, la “caza de brujas” organizada a partir de 1952 por el marine y después senador republicano Mc Carthy, la cadena de intervenciones militares en America Latina…y la guerra de destrucción final de Irak que encabezó políticamente un Bush junior…que, imperturbable y al margen de cualquier persecución por la justicia, sigue leyendo Los tres cerditos en su rancho de Texas.
La película concluye con primer plano y lágrima de cocodrilo de la agente femenina…que no golpea pero dirige la investigación. Una lágrima que ratifica la diversidad humana de una CIA soldada por el más repugnante sentido mafioso de la obediencia debida.
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