El acercamiento creciente
entre Grecia e Israel que ha ido tomando en los últimos meses el
gobierno de Syriza ha acabado desembocando en la creación de un
nuevo bloque geopolítico: el eje Israel-Grecia-Chipre.
Con independencia de que
la causa de este acercamiento sea el control del gas natural o el
alineamiento geoestratégico contra Turquía, Grecia y Syriza se han
alejado de la causa palestina y han avalado al Estado de Israel
precisamente en un momento en el que había un incremento de la
presión internacional sobre el sionismo.
"Nuestros tres
países comparten valores democráticos comunes, principios e
intereses.... Damos la bienvenida a otros países que se quieran
sumar a nuestros esfuerzos para promover la paz regional....el
descubrimiento de yacimientos de hidrocarburos en el mediterráneo
oriental puede servir como catalizador para la paz...expresamos
nuestro firme apoyo a la exportación de petróleo del mediterráneo
oriental a la Europa continental...hemos acordado continuar uniendo
esfuerzos contra los graves peligros del terrorismo
regional...condenamos sin reservas todas las manifestaciones de
intolerancia religiosa, la xenofobia, el antisemitismo, el acoso a
comunidades basado en el origen étnico dondequiera que se
produzcan...etc"
Este es un extracto del
acuerdo firmado por los 3 nuevos socios en materia de energía y
seguridad. El texto representa no sólo un alarde de la excusa de la
paz cuando los fines son realmente económicos sino que constituye un
alegato de intención de luchar contra la campaña BDS (Boicot,
Desinversiones y Sanciones a Israel).
Junto con este
megaproyecto energético para transportar gas natural a Europa, el
gobierno griego también ha aprovechado el alejamiento entre turcos e
israelíes para ofrecer a Israel utilizar su espacio aéreo para zona
de entrenamiento de su aviación. A cambio, Israel proporcionará
actualización tecnológica militar para el ejército y la aviación
griega.
Ya en julio del 2015 el
gobierno griego firmó un importante acuerdo militar con Israel,
similar al que existe entre Israel y Estados Unidos. El acuerdo
garantiza inmunidad legal a todo el personal militar durante un
entrenamiento en el territorio del otro país. Este pacto estipula
que la marina de guerra de Israel puede intervenir en aguas
chipriotas y en el Mediterráneo oriental para neutralizar todo
ataque islamista contra intereses griegos o israelíes. De ser
necesario, unidades de élite de las fuerzas armadas de Israel
también podrían desplegarse en las plataformas de extracción de
gas de Chipre o instalarse en bases militares griegas.
En noviembre de 2015
Alexis Tsipras visitó Jerusalén y firmó en el libro de visitas:
“Es un gran honor estar en vuestra capital histórica y conocer a
vuestras excelencias”. Esta dedicatoria no sólo ignora los
derechos palestinos en Jerusalén sino que además viola directamente
el derecho internacional y la resolución 478 del CCSS de NNUU que
declara nula la proclamación de Jerusalén como capital de Israel.
Siguiendo en esa línea,
Grecia y Hungría rechazaron a finales del 2015 aplicar las
directrices aprobadas por la Unión Europea para etiquetar los
productos originados en los territorios palestinos ocupados
(Cisjordania, Jerusalén Este y los Altos del Golán) para evitar que
los consumidores del mercado comunitario sean llevados a engaño.
A finales de enero del
2016 Grecia fue uno de los pocos países, junto con Hungría,
Bulgaria y Chipre, que rechazaron un borrador de declaración pactada
por los embajadores de los Veintiocho países de la UE ante el Comité
Político y de Seguridad. El borrador de declaración instaba a
Israel a “poner fin a toda la actividad de asentamientos y a
desmantelar los puestos de control erigidos desde marzo de 2001”.
Syriza llegó al gobierno
en Grecia el 25 de enero de 2015 y su desafiante primer ministro
Alexis Tsipras prometió un golpe decisivo contra la austeridad.
Desde entonces, ha aumentado los impuestos y ha vendido los bancos
griegos a fondos especulativos, ha privatizado aeropuertos y puertos
marítimos, y ahora está a punto de recortar las pensiones. El nuevo
plan de rescate ha condenado a Grecia a estar atrapada en una
profunda recesión y a un declive a largo plazo.
Casi un año después, el
27 de enero de 2016, Tsipras ha llegado a Israel acompañado por seis
de sus ministros en una visita de máxima jerarquía diplomática,
traicionando así también la esperanza del pueblo palestino.
Alexis Tsipras se
comprometió, “por su honor y su conciencia”, a “servir al
pueblo griego”. Pero es posible que “su honor y su conciencia”
no pesen mucho comparados con sus compromisos financieros tras el
memorándum aceptado por el gobierno griego.
Syriza es el ejemplo de
que el reformismo no sólo deja de cumplir con sus promesas sino que
también adopta por lo general el programa de la oposición. Pero
también es la muestra evidente de que no se puede “servir a su
pueblo” mientras se carga el peso sobre otros pueblos aún más
deprimidos y que no se puede servir al pueblo, a ningún pueblo, sin
enfrentarse con la Troika y el Capital.
El fracaso griego ha
reforzado la percepción en toda Europa de que la austeridad es la
única vía posible y que nada puede cambiar. Las consecuencias son
graves para varios países, entre ellos España, donde Podemos sigue
la deriva griega.
Vivimos tiempos de
impotencia, de “paz social” impuesta por la Troika y por las
falsas esperanzas del populismo. Que el ejemplo de la debacle griega
sirva al menos de lección para la izquierda europea.
La austeridad no es
invencible y el sionismo tampoco lo es, lo que hace falta es estar
dispuesto al cambio radical, a acabar con la impotencia.
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