domingo, 21 de agosto de 2016

Trotski, el hilo rojo. En el 76 aniversario de su asesinato

Trotski


Trotski no sólo es un luchador y teórico marxista, es el vínculo con el pasado revolucionario soviético.

Por Antonio Liz
La importancia que tiene hoy Trotski para la clase trabajadora es múltiple, dada la amplitud de sus aportes en la lucha política, tanto en su vertiente práctica como teórica. Pero esta importancia es posible porque él no sólo representa un luchador histórico sino que es el vínculo entre el pasado revolucionario y el presente.
Cuando en 1929 Trotski sea expulsado de la URSS por Stalin,  su mayor preocupación será salvaguardar la Revolución de octubre de las mentiras y deformaciones a las que era sometida por el stalinismo. Es en el exilio cuando el propio Trotski afirma que ahora su figura es más importante que nunca. Si bien él había sido el gran tribuno de la Revolución de Octubre y el gran organizador del Ejército Rojo, al fin y al cabo era parte de una dinámica revolucionaria liderada de manera natural por Lenin, el líder de la Revolución soviética.

La muerte de Lenin en 1924 y el cerco que sufre la Unión Soviética por los países capitalistas va a posibilitar el ascenso del stalinismo, del control del Estado y del Partido por una casta burocrática que se va a hacer usufructuaria de las riquezas materiales de la URSS por lo que sólo va a tener como objetivo mantenerse en el poder contra viento y marea. Con esta estrategia la casta burocrática supeditará el proceder de la Rusia soviética y de la Internacional Comunista en la arena internacional a salvaguardar sus  intereses materiales, lo que se querrá justificar a través de la teoría stalinista del “socialismo en un solo país”.
Para poder mantenerse en el poder, la casta dirigente –que es casta y no clase porque sólo es usufructuaria de la riqueza soviética y no propietaria de ella- se tuvo que librar de todos los viejos revolucionarios y de los cuadros políticos revolucionarios emergentes de la generación de octubre, de aquella generación a la que le pertenecía hacer avanzar la construcción del socialismo en la Unión Soviética y, con sus camaradas de los otros países, tomar el timón de la III Internacional para perpetuar y desarrollar el proceder del Estado Mayor Revolucionario de la clase trabajadora a nivel mundial.
Para librarse de los compañeros de Lenin y de la generación de octubre el stalinismo tuvo que poner en marcha su eliminación física a través del Gulag, la red de los campos de exterminio. El Gulag  no se creó en 1930 para combatir a contrarrevolucionarios sino que se edificó para eliminar físicamente a los revolucionarios, a los bolcheviques-leninistas, como se autodenominaban entonces los viejos y jóvenes revolucionarios. Eliminados ellos ya no existiría la tradición revolucionaria en la URSS ni física ni en la historia soviética ya que también aquí se encargaría el stalinismo de eliminarlos borrando las huellas de su  proceder en el proceso histórico.
Stalin dio el combate contra los comunistas en diversas etapas, acrecentando su represión según se iba incrementando su poder. Así, primero expulsó a Trotski del partido (1927), después lo mandó al exilio interior (1928) y, por último, lo expulsó de la URSS (1929). Acto seguido, Stalin organizará los Procesos de Moscú (1936, 37 y 38) que sólo eran un escaparate para escenificar la asesina represión interior que ya había comenzado previamente en los campos de exterminio, tales como los de Kolyma, Vorkuta y Magadán, donde el stalinismo va a masacrar físicamente a todos los revolucionarios, a los viejos y jóvenes bolcheviques-leninistas. Cuando estos estén exterminados enviará al Gulag a pueblos y a disidentes.
Es entonces, en el exilio, cuando la figura de Trotski adquiere una importancia transcendental. Trotski se sumergió en una lucha que no era fraccional sino que era de salvaguarda del hecho revolucionario del Octubre rojo, de la primera toma de poder por la clase trabajadora en la Historia Universal. Trotski defenderá  los hechos revolucionarios que se habían dado en la Rusia zarista y en la Unión Soviética para trasladárselos a las nuevas generaciones exentos de las falsificaciones del stalinismo.
Gracias a Trotski  hoy los cuadros revolucionarios de la clase trabajadora, de la mujer y de la juventud tienen en sus manos la bandera roja impoluta, limpia de los crímenes y deformaciones del stalinismo. Si en Octubre estaba Lenin, en el exilio sólo estaba Trotski por lo que su tarea de restaurar el honor de la Revolución socialista y de los revolucionarios fue absolutamente imprescindible. Sin él la salvaguarda de las tradiciones revolucionarios hubiese sido imposible porque era su último vínculo dirigente vivo. Gracias a él los hechos de la Revolución bolchevique no pudieron ser históricamente desfigurados por el stalinismo, que  traicionó a la Revolución de octubre pero no pudo cegar su resplandor. De esta manera, la Revolución bolchevique y el imaginario liberador comunista siguen en pie, en el corazón y en la cabeza de miles de trabajadoras y trabajadores gracias al proceder de Trotski. Así, cuando Stalin hizo asesinar a Trotski en 1940 no pudo matarlo, esto quedaba ya fuera de su alcance.
Madrid, 19, agosto, 2016

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