Teresa Rodríguez
Eurodiputada de Podemos. Docente, sindicalista y activista social
No es un relato nuevo. Se trata de un episodio que ya hemos visto muchas veces, desde hace muchos años. A algunos, de pequeños, se nos quedaron grabadas en la retina las imágenes aquellas en las que unos soldados les rompían los brazos a unos chicos por tirar piedras. Eran los tiempos de la Primera Intifada, año 1987, cuando por primera vez algunas de nosotras veíamos imágenes que quedarían para siempre en la memoria por su violencia y por la crueldad que mostraba aquel soldado contra alguien que –para mí– solo era un chaval como yo.
Por primera vez el mundo veía, a través de la televisión, unas imágenes que se iban a repetir como episodios de una misma película. Una y otra vez. Ya se llamara Intifada, Operación Plomo Fundido, Operación Pilar Defensivo… A pesar de que los títulos cambiaban, el relato se repetía y los términos del mismo se convertían en un mantra sobre una guerra entre dos bandos que estaban en eterno conflicto. Sin embargo, empezamos pronto a entrever que algo no cuadraba en el relato equidistante de esa trágica película que se colaba cada cierto tiempo en nuestros telediarios como si de una crónica anunciada se tratara: la narrativa intencionalmente descontextualizada, su terminología siempre parcial, la consensuada manera de proyectar una imagen maniquea de árabes e israelíes en los medios de comunicación… Todo ello hacía pensar que había algo detrás de ese relato oficial que se quería ocultar a nuestros ojos de forma deliberada.
El goteo incesante de asesinatos de palestinas y palestinos casi nunca ha merecido reflejo ni mención en las noticias de nuestros medios, salvo cuando Israel masacra a centenares o miles de personas como en este enésimo castigo colectivo. Las noticias siguen a pies juntillas la narrativa del enfrentamiento entre dos bandos, de la guerra por motivos religiosos, del choque militar, de la escalada bélica… Y todo ello, poniendo siempre en pie de igualdad a uno de los ejércitos más poderosos y con mayor capacidad destructiva del mundo y a los habitantes de un territorio bajo ocupación que a duras penas se defienden, sin posibilidad de huir a ningún lado al estar su tierra bloqueada por tierra, mar y aire (por cierto, la IV Convención de Ginebra reconoce que todo pueblo ocupado tiene derecho a defenderse medios de su ocupante por todos los).
Para la mayoría de los medios de comunicación, Israel tiene todo el derecho del mundo a repeler “los ataques” palestinos con violencia; ninguno menciona que por su condición de Estado colonial con un proyecto étnico implantado sobre un territorio habitado por otras gentes desde antes de 1948, Israel se sitúa constantemente en los márgenes del derecho y la legalidad Internacional al incumplir casi cinco centenares de resoluciones de las Naciones Unidas. Pero las imágenes son siempre las mismas: el pueblo palestino se desgarra impotente y la acumulación de rabia y dolor hace que los chavales la emprendan a pedradas con los tanques en los territorios ocupados de Cisjordania o con rudimentarios cohetes en la sitiada y bloqueada franja de Gaza. Desde los televisores parece que nos estuvieran gritando que somos idiotas por no hacernos más preguntas. Por eso hay que hacérselas y buscar respuestas que escapen al falso relato oficial y a los falsos titulares que ocultan y sesgan la verdad sobre lo que en realidad es consecuencia directa de mantener manu militari un proyecto colonial en pleno siglo XXI.
Ayer nos desayunamos con los titulares de que la tregua había sido rechazada por Hamás y con un comunicado del Ejército israelí a los ciudadanos del norte de la Franja instándoles a evacuar sus casas y a que se marchen hacia el sur, ante la amenaza de nuevos e intensos bombardeos. En el territorio más densamente poblado del mundo (350 km2 para más de un millón y medio de habitantes) una se pregunta dónde pueden esconderse del fuego abrasador de los misiles de Israel miles de familias que ya son refugiados y refugiadas de la primera oleada de expulsión de población árabe en 1948, año en el que Israel proclama de manera unilateral el nacimiento de su Estado.
También ayer, pocas horas después de leer los citados titulares y las fotos del éxodo masivo de miles de familias, veíamos con horror cómo seis niños que jugaban en el muelle de la capital de Gaza pudieron huir del primer tiro de la Armada israelí que, después, reajustó la mira y les alcanzó desde una distancia de 200 metros asesinando a cuatro de ellos. Un capitán al mando dijo que “investigarían el incidente”. Los eufemismos, la hipocresía, las constantes omisiones deliberadas de puntos clave en la información dada se pueden contar por centenares; sin embargo, casi ningún medio aborda la cuestión del bloqueo del paso de Rafah, la frontera sur, que aliviaría a la población palestina al ser un paso fundamental para personas y bienes de primera necesidad, como alimentos y comida. Y así podría estar enumerando hasta el siguiente titular nefasto…
Son demasiados años con un relato que ya no cuela y el mundo reacciona como reaccionó ante el apartheid sudafricano. Por eso vamos viendo cómo los pueblos de Europa y del mundo identifican cada vez de manera más rápida al opresor y al oprimido y cómo secundan la campaña de Boicot, Sanciones y Desinversiones a Israel. A eso ayudan, sin duda, las nuevas tecnologías de la información y las redes sociales de las que debemos servirnos para difundir estos mensajes. El contraste entre las vergonzosas reacciones de los gobiernos occidentales, la información publicada y la reacción de la población civil en la calle es, como mínimo, chocante. Cuando los mandatarios abandonan sus deberes y hacen la vista gorda ante injusticias tan sangrantes poniéndose del lago del verdugo, comprobamos con alivio que la población civil del mundo ocupa ese lugar dando una lección de solidaridad y de respeto a la justicia.
Desde París a Johanesburgo, desde Porto Alegre a Barcelona, este enésimo episodio de castigo colectivo a la población palestina está siendo contestado de manera unánime por una inmensa marea solidaria que expresa su apoyo al pueblo palestino y desprecia los crímenes de guerra de Israel. Los lemas son el resumen de las medidas que pondrían fin a una ocupación colonial intolerable: cumplimiento del derecho internacional, sanciones al Estado de Israel, persecución a los criminales de guerra, fin de la ocupación y del régimen de apartheid que Israel practica con la población palestina. En definitiva, cumplimiento de la Declaración Universal de Derechos Humanos para un pueblo que, desde hace ya demasiado tiempo, sufre y se desangra bajo la ocupación israelí.
No es tan difícil. Sólo hay que desvelar las mentiras del relato oficial y ponerse en el lugar del oprimido, en vez de al lado del opresor.
http://blogs.publico.es/otrasmirada...
Eurodiputada de Podemos. Docente, sindicalista y activista social
No es un relato nuevo. Se trata de un episodio que ya hemos visto muchas veces, desde hace muchos años. A algunos, de pequeños, se nos quedaron grabadas en la retina las imágenes aquellas en las que unos soldados les rompían los brazos a unos chicos por tirar piedras. Eran los tiempos de la Primera Intifada, año 1987, cuando por primera vez algunas de nosotras veíamos imágenes que quedarían para siempre en la memoria por su violencia y por la crueldad que mostraba aquel soldado contra alguien que –para mí– solo era un chaval como yo.
Por primera vez el mundo veía, a través de la televisión, unas imágenes que se iban a repetir como episodios de una misma película. Una y otra vez. Ya se llamara Intifada, Operación Plomo Fundido, Operación Pilar Defensivo… A pesar de que los títulos cambiaban, el relato se repetía y los términos del mismo se convertían en un mantra sobre una guerra entre dos bandos que estaban en eterno conflicto. Sin embargo, empezamos pronto a entrever que algo no cuadraba en el relato equidistante de esa trágica película que se colaba cada cierto tiempo en nuestros telediarios como si de una crónica anunciada se tratara: la narrativa intencionalmente descontextualizada, su terminología siempre parcial, la consensuada manera de proyectar una imagen maniquea de árabes e israelíes en los medios de comunicación… Todo ello hacía pensar que había algo detrás de ese relato oficial que se quería ocultar a nuestros ojos de forma deliberada.
El goteo incesante de asesinatos de palestinas y palestinos casi nunca ha merecido reflejo ni mención en las noticias de nuestros medios, salvo cuando Israel masacra a centenares o miles de personas como en este enésimo castigo colectivo. Las noticias siguen a pies juntillas la narrativa del enfrentamiento entre dos bandos, de la guerra por motivos religiosos, del choque militar, de la escalada bélica… Y todo ello, poniendo siempre en pie de igualdad a uno de los ejércitos más poderosos y con mayor capacidad destructiva del mundo y a los habitantes de un territorio bajo ocupación que a duras penas se defienden, sin posibilidad de huir a ningún lado al estar su tierra bloqueada por tierra, mar y aire (por cierto, la IV Convención de Ginebra reconoce que todo pueblo ocupado tiene derecho a defenderse medios de su ocupante por todos los).
Para la mayoría de los medios de comunicación, Israel tiene todo el derecho del mundo a repeler “los ataques” palestinos con violencia; ninguno menciona que por su condición de Estado colonial con un proyecto étnico implantado sobre un territorio habitado por otras gentes desde antes de 1948, Israel se sitúa constantemente en los márgenes del derecho y la legalidad Internacional al incumplir casi cinco centenares de resoluciones de las Naciones Unidas. Pero las imágenes son siempre las mismas: el pueblo palestino se desgarra impotente y la acumulación de rabia y dolor hace que los chavales la emprendan a pedradas con los tanques en los territorios ocupados de Cisjordania o con rudimentarios cohetes en la sitiada y bloqueada franja de Gaza. Desde los televisores parece que nos estuvieran gritando que somos idiotas por no hacernos más preguntas. Por eso hay que hacérselas y buscar respuestas que escapen al falso relato oficial y a los falsos titulares que ocultan y sesgan la verdad sobre lo que en realidad es consecuencia directa de mantener manu militari un proyecto colonial en pleno siglo XXI.
Ayer nos desayunamos con los titulares de que la tregua había sido rechazada por Hamás y con un comunicado del Ejército israelí a los ciudadanos del norte de la Franja instándoles a evacuar sus casas y a que se marchen hacia el sur, ante la amenaza de nuevos e intensos bombardeos. En el territorio más densamente poblado del mundo (350 km2 para más de un millón y medio de habitantes) una se pregunta dónde pueden esconderse del fuego abrasador de los misiles de Israel miles de familias que ya son refugiados y refugiadas de la primera oleada de expulsión de población árabe en 1948, año en el que Israel proclama de manera unilateral el nacimiento de su Estado.
También ayer, pocas horas después de leer los citados titulares y las fotos del éxodo masivo de miles de familias, veíamos con horror cómo seis niños que jugaban en el muelle de la capital de Gaza pudieron huir del primer tiro de la Armada israelí que, después, reajustó la mira y les alcanzó desde una distancia de 200 metros asesinando a cuatro de ellos. Un capitán al mando dijo que “investigarían el incidente”. Los eufemismos, la hipocresía, las constantes omisiones deliberadas de puntos clave en la información dada se pueden contar por centenares; sin embargo, casi ningún medio aborda la cuestión del bloqueo del paso de Rafah, la frontera sur, que aliviaría a la población palestina al ser un paso fundamental para personas y bienes de primera necesidad, como alimentos y comida. Y así podría estar enumerando hasta el siguiente titular nefasto…
Son demasiados años con un relato que ya no cuela y el mundo reacciona como reaccionó ante el apartheid sudafricano. Por eso vamos viendo cómo los pueblos de Europa y del mundo identifican cada vez de manera más rápida al opresor y al oprimido y cómo secundan la campaña de Boicot, Sanciones y Desinversiones a Israel. A eso ayudan, sin duda, las nuevas tecnologías de la información y las redes sociales de las que debemos servirnos para difundir estos mensajes. El contraste entre las vergonzosas reacciones de los gobiernos occidentales, la información publicada y la reacción de la población civil en la calle es, como mínimo, chocante. Cuando los mandatarios abandonan sus deberes y hacen la vista gorda ante injusticias tan sangrantes poniéndose del lago del verdugo, comprobamos con alivio que la población civil del mundo ocupa ese lugar dando una lección de solidaridad y de respeto a la justicia.
Desde París a Johanesburgo, desde Porto Alegre a Barcelona, este enésimo episodio de castigo colectivo a la población palestina está siendo contestado de manera unánime por una inmensa marea solidaria que expresa su apoyo al pueblo palestino y desprecia los crímenes de guerra de Israel. Los lemas son el resumen de las medidas que pondrían fin a una ocupación colonial intolerable: cumplimiento del derecho internacional, sanciones al Estado de Israel, persecución a los criminales de guerra, fin de la ocupación y del régimen de apartheid que Israel practica con la población palestina. En definitiva, cumplimiento de la Declaración Universal de Derechos Humanos para un pueblo que, desde hace ya demasiado tiempo, sufre y se desangra bajo la ocupación israelí.
No es tan difícil. Sólo hay que desvelar las mentiras del relato oficial y ponerse en el lugar del oprimido, en vez de al lado del opresor.
http://blogs.publico.es/otrasmirada...
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