El Estado
Islámico o Daesh es una organización salafista yihadista nacida en
octubre de 2006 después de la intervención estadounidense en Irak.
Profundamente reaccionaria, su decidido objetivo es la restauración
de un régimen califal, extendiéndose desde el Magreb a Irán y
estableciendo un régimen político que ha caracterizado al mundo
musulmán en la Edad Media.
La ideología
promovida por el Estado Islámico es retrógrada en cualquier punto,
se funda sobre los principios monárquicos y dinásticos, en un
fundamentalismo religioso sin límites, la esclavitud de las mujeres
o incluso la persecución de las minorías religiosas. ¿Entonces
cómo esta ideología de otro tiempo puede encontrar un éxito de
este tipo? ¿Cómo hombres y mujeres pueden llegar a perpetrar actos
de una barbarie espantosa, multiplicar los atentados, las masacres?
Tras los
atentados sanguinarios que sacudieron París el pasado 13 de
noviembre, esta pregunta está en todas las bocas. Incluida en las de
nuestros dirigentes. Sin embargo, si las grandes potencias
occidentales hacen que descubren esta situación y simulan
asombrarse, tienen una responsabilidad directa en la aparición de
estas organizaciones fundamentalistas. Son ellas las que, con sus
repetidas guerras, sus operaciones de saqueo organizado, sus
bombardeos mortíferos, han desencadenado la barbarie y han ofrecido
las armas que matan hoy a los nuestros en Líbano, Siria, Irak y
ahora también en Francia.
En 2001, a
raíz de los atentados del 11 de septiembre, George Bush lanzaba, con
sus aliados entre ellos Francia, una guerra en Afganistán para
derrocar a los talibanes. En 2003 se atacaba al Irak de Saddam
Hussein. Que estos dos regímenes no hayan estado vinculado el uno
con el otro, ni con Al-Qaeda, importa poco. El sueño de Bush era el
establecimiento de un Gran Oriente Medio, con el objetivo evidente de
absorber los apetitos petrolíferos de las multinacionales
estadounidenses. Si los regímenes tardaron algunos meses en caer,
las dos guerras se han perpetuado durante años y han sumido a la
región en un caos político, económico y humanitario sin
precedentes.
En Irak, las
diferentes facciones políticas y religiosas que componían la
sociedad han llevado a cabo cada una por su lado insurrecciones
armadas contra la ocupación, pero también unas contra otras, con
políticas de terror, incluso de limpieza étnica. El ejército
estadounidense también ha cometido muchas atrocidades. Cientos de
miles de iraquíes han muerto en estos enfrentamientos, más de 5
millones de personas desplazadas.
Un estado de
guerra permanente se ha mantenido, con más de 150 mil soldados
americanos en territorio iraquí hasta 2007. En 2011 las tropas se
retiraron del país sin que se llevara a cabo ninguna estabilización
democrática. A pesar de las declaraciones rimbombantes de Barack
Obama, es un régimen represivo y militar el que se mantiene tras su
salida y que no duda en reprimir las movilizaciones, como las que
tuvieron lugar con ocasión de la primavera árabe.
Sólo la
desesperación podía subsistir para las poblaciones iraquíes
marcadas por dos años de guerra sanguinaria y de ocupación
extranjera. Esta misma desesperación ha sido el caldo de cultivo
para el Estado Islámico, que ah llegado a convertirse en algunos
años en una fuerza financiera y militar considerable. Ya son cerca
de 20 mil yihadistas los que se reivindican hoy de la organización.
También cuenta con centenares de carros de combate, tanques y miles
de armas individuales. Estas armas, principalmente venidas de EEUU y
Rusia, fueron recuperadas tras la guerra pero igualmente son el fruto
del tráfico internacional, garantizando jugosas ganancias a las
empresas de armamento.
En 2014, al
ofensiva militar llevada a cabo por el Daesh ha permitido sin ninguna
dificultad la conquista de ciudades como Faluya y Mosul por los
fundamentalistas, una victoria en gran medida facilitada por el apoyo
de parte de la población sunita, presa de la represión
gubernamental. Se trata de una expansión territorial y numérica
diaria de este grupo que crece en adeptos constantemente. A pesar del
terror que siembra a su paso, cada día hombres y mujeres se enrolan
en la organización.
Los ataques
aéreos llevados a cabo en Irak y Siria por los EEUU y los
principales países europeos, entre ellos Francia, han contribuido
inevitablemente a favorecer este éxito en los últimos meses. Miles
de civiles murieron en estos bombardeos, hospitales, escuelas y
viviendas fueron destruidos. Según UNICEF, más de 8 millones de
iraquíes necesitarían ayuda humanitaria de urgencia.
Si Daesh
siembra la desolación en todos los territorios que invade, no son
los ataques del imperialismo los que lo erradicarán. Más bien al
contrario, no dejarán de alimentar al Estado Islámico y mantener a
esta región del mundo n el infierno de las bombas, de la miseria y
del fundamentalismo más abyecto.
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