Durante estas últimas semanas estamos asistiendo a una crisis profunda en el seno del PSOE que refleja de una manera clara la urgencia de la clase dominante del Estado español para encontrar una vía rápida que asegure cuanto antes la formación de gobierno. Las declaraciones de Felipe González embistiendo contra Pedro Sánchez, las continuas editoriales del grupo PRISA, el ataque continuado de lxs llamadxs barones autonómicos del PSOE contra la dirección del partido y la dimisión de Pedro Sánchez, han abierto una guerra pública en la que el PSOE aparece más dividido que en ningún otro momento de su historia reciente.
Se pretende mostrar un PSOE con dos almas. Un alma al servicio de los poderes económicos que en lo táctico defendería una abstención ante la formación de un gobierno del Partido Popular y un PSOE más a la izquierda que se niega a la conformación de un gobierno del PP y que propone la votación de su militancia en esta coyuntura. Pero la realidad es que esta división no se fundamenta en diferencias políticas sustanciales sino en una disputa por la dirección del PSOE que ha llevado a ambas facciones a ocupar espacios distintos para salir reforzadxs a nivel interno. No podemos olvidar que Pedro Sánchez llegó a un acuerdo con Ciudadanos tras el 20 de diciembre o que durante todo el periodo en el que ha sido Secretario General no se ha distanciado de cuestiones como los rescates a los bancos, la reforma laboral, el pensionazo o el artículo 135 llevadas a cabo por el gobierno Zapatero. Por tanto y aunque Pedro Sánchez haya aparecido en estos últimos días como una ala más a la izquierda del PSOE de Susana Díaz, la realidad es que hasta ahora no se habían visibilizado divergencias políticas significativas. La controversia ha llegado al ver que unas terceras elecciones empezaban a ser una posibilidad cada día que pasaba más real. Y la diferencia reside en este elemento. Por un lado, Pedro Sánchez, sabía que abstenerse en la investidura del PP significaba su muerte política y por otro, Susana Díaz, Felipe González y cía sabían que Pedro Sánchez estaría dispuesto a ir a unas terceras elecciones por tal de no desaparecer políticamente. Por mucho que éstas supusieran para el PSOE un nuevo varapalo o que la clase dominante empujara para que se formase ya un gobierno y pudiera empezar a aplicar nuevas políticas de ajuste ya anunciadas por el propia Comisión Europea, el ya ex Secretario General seguía anteponiendo su devenir político. Eso es lo que no estaban dispuesto a asumir el bando de Susana Díaz. Para ellos, la figura de Pedro Sánchez es claramente lo de menos. Lo importante es no seguir bajando en los comicios electorales y facilitar ya que se empiecen a llevar a cabo políticas exigidas por la UE.