BARCELONA // Sandra Ezquerra (Barcelona, 1976) es activista social y profesora de Sociología en la Universidad de Vic, donde coordina el Grupo de Investigación en Sociedades, Políticas y Comunidades Inclusivas (SoPCI). Entre el 2 y 4 de julio, la universidad ha acogido el V Congreso Estatal de Economía Feminista. Como integrante del comité organizador, Ezquerra valora de forma muy positiva que el certamen esté creciendo edición tras edición, y que este año haya contado con la participación de cerca de 400 personas. “A partir del estallido de la crisis comienza a haber un creciente interés entre el feminismo por cuestiones de economía”, subraya la socióloga, que destaca que “es uno de los pocos congresos que está consolidando un diálogo entre la Universidad y la sociedad civil”.
Para situarnos. ¿Qué es la economía feminista?
Es un área de conocimiento y de acción propios que en gran parte surge como crítica a los paradigmas económicos dominantes. Una crítica al hecho de que la economía convencional sólo considera economía aquello que implique un intercambio monetario, y se centra en el mercado laboral y en actividades mercantilizadas. Esto desde una perspectiva más analítica. Y desde una perspectiva más propositiva, el análisis de que los preceptos económicos dominantes están priorizando los intereses y las lógicas de las élites económicas y financieras por encima de la generación y regeneración de la vida. Reivindica actividades que garantizan el bienestar colectivo, humano, familiar, que históricamente es llevado a cabo por parte de las mujeres, y la creación de una economía que ponga esta generación de bienestar en el centro, no sólo del conocimiento sino también de las políticas públicas.
En este sentido, promueve indicadores de bienestar distintos a los actuales, como puede ser el PIB.
El PIB no refleja el nivel de bienestar, ni de la situación laboral, ni incluso de términos tan convencionales como es la productividad. Ya a partir de los años 80 se empieza a reclamar el valor de todas estas actividades no remuneradas, no mercantilizadas, pero que garantizan que la clase trabajadora vaya al trabajo cada día, que los niños vayan a la escuela, todo el cuidado emocional… Si fuesen parte de lo que llamamos la economía real, en el caso de Cataluña estaríamos hablando del 40% del PIB, así que no es una cosa menor.
O en el caso de la EPA, que nos habla de población económicamente activa e inactiva, y resulta que en la segunda no sólo hay mucha gente que está en el mercado laboral informal –muchas de las cuales son mujeres-, sino también las personas que están garantizando que la población ocupada, o la futura población ocupada, vayan avanzando.
Se hace una crítica a toda esta serie de indicadores, y surgen propuestas como las encuestas de usos del tiempo, que proponen no sólo contar cuánta gente está en el mercado laboral, sino qué hace cada uno a lo largo de la semana y cómo se distribuyen otras categorías a lo largo del tiempo, incluyendo el trabajo remunerado y no remunerado de las personas.
¿El trabajo de cuidados debería estar remunerado?
Es un debate histórico dentro del feminismo. En el congreso tuvimos la suerte de contar con Silvia Federici, que fue una de las protagonistas de la campaña que impulsó el feminismo en los años setenta pidiendo un salario para el trabajo doméstico. Para ellas era una manera de señalar la importancia de darle valor. Pero no ha habido nunca consenso entre el movimiento feminista, porque si bien podía servir para darle valor y otorgar autonomía a las mujeres que están haciendo este tipo de trabajo, existen dos críticas principales: que el hecho de remunerarlo no rompe con la división sexual del trabajo, en cierta manera la perpetúa; y que, como hemos visto con la ley de dependencia, estamos hablando de pagas de 400 euros, así que estás perpetuando la precarización de las mujeres.
¿Cómo ha afectado a las mujeres el aumento de la desigualdad que hemos experimentado en los últimos años?
La posición más vulnerable de la mujer en términos económicos se agrava con la crisis. Se ha hablado mucho de que si con la crisis las mujeres vuelven a casa, pero el hecho es que estamos trabajando más que nunca en el mercado laboral, por toda la destrucción de ocupación masculina que se ha producido en los últimos siete años, y estamos trabajando más que nunca en el hogar por toda la destrucción de servicios públicos que ha habido en los últimos cinco años. Existe una doble precarización y un aumento de la carga de trabajo global.
Desde hace años existe una creciente demanda de cuidados y una decreciente oferta de cuidadoras, lo cual pone en manifiesto que la organización tradicional de los cuidados en el contexto capitalista no funciona, y eso con la crisis económica se incrementa. Este ha sido un análisis muy periférico incluso dentro de la izquierda y de la economía crítica de la crisis, y no se pueden entender todos los efectos de la crisis si esta perspectiva no se tiene en cuenta.
¿Echa de menos un mayor peso de las cuestiones de género en las nuevas formaciones políticas de izquierdas?
En el caso de Podemos, y pienso en las elecciones europeas, con la Ley Gallardón sobre la mesa y que era un momento de mucha emergencia, escogieron tres o cuatro ideas fuerza (crisis de partidos, corrupción, regeneración democrática…) que analizaron que generaban consenso de manera transversal. Y en este sentido no consideraron que el derecho al propio cuerpo fuera una de esas ideas transversales, de manera muy equivocada desde mi punto de vista. También pasa por la presencia de mujeres en lugares de visibilidad, como sucede con el gobierno griego o en las mismas caras visibles de Podemos… Creo que tienen mucho trabajo a hacer y hace falta revisar cómo se está haciendo esta nueva política.
Por otro lado sí me gustaría destacar trabajos como los que se están haciendo por ejemplo en Barcelona En Comú, que tienen un eje de género muy potente y que a nivel de gobierno municipal ha creado una concejalía con gente muy fuerte, con un equipo sobre todo de mujeres, pero no sólo, de lo mejor a nivel activista y técnico que existe en estos momentos en España. Así que también hay estas sorpresas positivas que espero que se vayan contagiando.
¿Qué importancia tiene la llegada a las instituciones de colectivos procedentes de los movimientos sociales que hace años que desarrollan nuevas prácticas que sitúan en una posición central a los cuidados y la vida?
Creo que es fundamental. Estamos hablando de la capacidad de generar hegemonía, de que estos discursos dejen de ser marginales y reciban una atención central. En el caso de Barcelona, con mucha gente que viene de la PAH, defender el derecho a la vivienda es economía feminista pura, estamos hablando de la reproducción de la gente, y de garantizar las condiciones de vida básicas y los derechos humanos. El trabajo que ha hecho la PAH la hora de ubicar la vivienda en el centro del debate político y social en los últimos años me parece fundamental. ¿Por qué no hacerlo con las guarderías? Que los padres y madres se movilicen para que sus hijos tengan acceso a una educación gratuita y de calidad universal. O con las becas comedor. Se debe crear hegemonía en el sentido de no acercarte al centro sino desplazar el centro hacia estas ideas. Creo que estamos ante una oportunidad histórica de que esto suceda, y el movimiento feminista tiene mucho a contribuir.
En las jornadas ha habido una participación importante de mujeres de América Latina. ¿La situación de las trabajadoras del textil es paradigmático de la precariedad que impone en ciertos sectores, en el que las mujeres tienen un papel destacado?
Por supuesto. Esta edición ha sido el congreso en el que ha habido más mujeres latinoamericanas y también más mujeres migradas residentes en España. La presencia sobre todo de compañeras de Nicaragua fue impresionante. Hablaron de las condiciones de vida de las trabajadoras en las maquilas, en Centroamérica, y fue muy interesante el hilo que se dibujó entre las condiciones de vida de las mujeres en América Latina y las condiciones de vida de las mujeres en Europa, y cómo a pesar de las diferencias hay vínculos que se pueden movilizar para librar frentes comunes.
Uno de los plenarios se hizo sobre el TTIP, con mujeres que están luchando en Europa desde una mirada feminista, y con toda la resistencia latinoamericana contra los tratados de libre comercio, que sobre esto nos pueden explicar muchísimo ellas a nosotras. Fue todo un lujo y muy emotivo.
El Congreso aprobó una declaración contra el TTIP y también de apoyo al pueblo griego. ¿Qué lectura se puede hacer del resultado del referéndum en Grecia desde la perspectiva de la economía feminista?
Básicamente se trata de un rechazo a las políticas económicas que está impulsando la troika, de reducir más las pensiones, de hacer más recortes… Una defensa del ‘no’ no considero que sea una defensa entusiasta del gobierno de Syriza, porque hay muchos matices, pero en todo caso es una excelencia noticia de que por primera vez un gobierno se levante ante los acreedores. Desde la economía feminista es un ejemplo de cómo priorizar el garantizar el bienestar sobre los beneficios económicos.
¿Llegará algún día a desaparecer la coletilla de “feminista” porque esta serie de valores se hayan integrado en la concepción económica imperante?
Esta es la intención. Una de las claves que contaba Silvia Federici es que la economía como ciencia social y ámbito de conocimiento ha sido seguramente el área más impermeable a cualquier crítica, ya sea desde el feminismo, desde el anticolonialismo… Con todos los avances que ha habido en las ciencias, la economía ha sido la más inamovible, y la principal razón es porque es la ciencia social que más cerca está de poder, y eso ha hecho que se mantenga en su burbuja. Estoy muy de acuerdo con eso. La sociología, e incluso las ciencias políticas, se han dejado alimentar más por estos contra-relatos… Pero esto está abierto, y esperamos seguir empujando para que estos relatos y estas alternativas a la hora de analizar, de proponer y de construir vayan teniendo cada vez más relevancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario