Fuente: www.enlucha.org
Reproducimos a continuación una carta de la dirección de la organización egipcia Socialistas Revolucionarios, con el objetivo de aportar al debate interno sobre que posición táctica adoptar cómo organización frente a los recientes acontecimientos y el golpe militar en Egipto.
Masacres terribles y una violenta represión, una escalada enorme en los ataques a los cristianos e iglesias egipcias, la consolidación del estado militar represivo continúa a gran velocidad. Este es el desarrollo del momento político que estamos experimentando durante las últimas semanas.
Todo esto supone un desafío enorme a la revolución, pero también presenta oportunidades para prepararse para las futuras olas revolucionarias, que los y las Socialistas Revolucionarias podemos usar para construir de manera efectiva el movimiento, siempre que desarrollemos tácticas capaces de enfrentar las cambiantes circunstancias.
Para construir y desarrollar nuestras tácticas políticas, el Buró Político del Movimiento de los y las Socialistas Revolucionarias presenta este documento a los y las camaradas con el objetivo de establecer una posición para el movimiento alrededor de la que nos podamos unir, a través de un proceso de discusión profunda, colectiva y fraternal, y podamos desarrollar tácticas específicas para el período que está por venir en base a esta posición.
¿Revolución o golpe militar?
Después de que millones tomaran las calles para derribar a Mohamed Morsi y Al-Sisi hiciera su declaración echándolo de la presidencia, ha habido un amplio debate sobre como caracterizar estos eventos. ¿Fue una revolución de las masas, o un golpe militar con el objetivo de echar al presidente para establecer una dictadura militar? La respuesta a la pregunta "revolución o golpe" es muy importante para el desarrollo de una estrategia para los meses y tal vez años de la revolución egipcia.
Quien reste importancia a la intervención del gigantesco movimiento de masas que hizo despegar la nueva ola de la revolución egipcia trata de evitar las contradicciones inherentes a este proceso, y por tanto también los retos que tiene por delante la revolución egipcia y las oportunidades que depara el futuro. Como era de esperar los y las revolucionarias que restan valor a la intervención de las masas (o al menos consideren a las masas como un simple objeto del juego contrarrevolucionario) sufren hoy de una profunda frustración como resultado de lo que llaman la retirada o el fin de la revolución egipcia, y la negación de las oportunidades existentes.
Tampoco son los únicos cuando se trata de quitar importancia a la intervención directa de las masas en la caída de Morsi y el hundimiento de la legitimidad de las urnas con él. Casi todas las fuerzas que intervienen en la situación política actual, incluyendo las fuerzas internacionales, rechazan el papel de las masas.
La excepción son los militares, que anteriormente fueron devorados por el fuego del movimiento de masas, y por lo tanto no podían ignorarlo o pasarlo por alto. Más bien, las perspectivas y el desarrollo del movimiento de masas son el factor principal que determina sus políticas y su intervención. El establishment militar representa la esencia principal de la clase dirigente, el régimen y el estado. Es la punta de lanza de la contrarrevolución que se impone sobre el movimiento de masas como un hecho consumado, incluso cuando siembra el pánico acerca de las posibilidades de desarrollo del movimiento de masas y se esfuerza por todos los medios posibles en contenerlo en un marco específico que no ponga en peligro sus intereses de clase, o por la represión directa como ha ocurrido en el pasado.
Indudablemente el ejercito quiere contener el gigantesco movimiento de masas pidiendo la caída de Morsi dentro de los límites que el mismo establece y los pasos que calcula. Quiere evitar que el movimiento se escape del marco de la caída de Morsi para convertirse en un reto más profundo al régimen en su totalidad. El objetivo principal de los militares fue devolver a los millones de personas que llenaban y controlaban las calles a sus casas en el menor tiempo posible, y parar un movimiento a punto de derrocar la cabeza del régimen y librarse de él. Este objetivo era compatible con las aspiraciones de los militares después de la incapacidad de Morsi de abortar la revolución frente a la confusión que se había apoderado de la clase dirigente ante la revolución durante su año en la presidencia.
Después de la subida de Morsi al poder el año pasado, con la bendición de EEUU, el estamento militar y una gran parte de la élite empresarial, no logró conseguir los objetivos de la clase dirigente de enterrar la revolución egipcia. Al principio Morsi fue inicialmente una mejor opción para la clase dirigente, dado que adoptó el proyecto neoliberal y se alineó con los intereses empresariales. No tuvo reparos en aliarse con EEUU y fue cauteloso en no molestar al estado sionista, además de ser el primer presidente electo después de la revolución. Aún más importante, tenia una base en la mayor organización de masas de Egipto, una organización que trabaja en el terreno con centenares de miles de miembros, simpatizantes y seguidores. Serían capaces de absorber la rabia de la gente y convencer a las masas del proyecto neoliberal y los planes crueles de la austeridad que lo acompaña, ahorrándole a la clase dirigente el peligro de un levantamiento de masas durante sus intentos de tratar con la crisis económica (o al menos de mitigar sus efectos) a sus expensas.
En cambio, la crisis económica y la incapacidad de Morsi de implementar las demandas de la revolución (o de manera más precisa, su desafío explícito a estas demandas y objetivos) llevaron a un declive en su popularidad y la de su organización hasta el punto de que la clase dirigente y sus instituciones no podían seguir confiando en ellos ante las masas.
Cuando quedó claro que la rabia popular había crecido lo suficiente como para derrocar a Morsi, fue necesario que la institución más poderosa y cohesiva de la clase dirigente (los militares) intervinieran rápidamente para contener la rabia de las masas e implementar sus demandas. Fue necesario quitar a la apuesta perdedora del frente del régimen y reorganizar y unificar a la clase dirigente alrededor de nuevos líderes que aparecieran cómo héroes, llevando a cabo las demandas populares y uniendo a la gente en "un bando".
El ejército de hecho se vio atrapado entre dos fuegos. El primero el del movimiento de masas, y la posibilidad de que rompiera sus límites en el caso de que Morsi continuara en el poder. El segundo era el de la Hermandad y los islamistas en las calles, y la apertura de frentes complejos en el Sinaí y en menor medida en el Alto Egipto, en el caso del derrocamiento de Morsi. Para no mencionar las diferencias que desarrollaría con la administración norteamericana y la amenaza a lo que ellos llaman "el camino democrático".
El ejército escogió evitar el fuego del movimiento de masas, a pesar de las consecuencias. Decidió hacer caer a Morsi, mientra absorbía a las masas y paraba el desarrollo de su movimiento, y se enfrentaba al fuego de la Hermandad que era menos peligroso que el de las masas. En cuanto a la administración norteamericana, y la UE en menor medida, tienen unas relaciones estratégicas a largo plazo con el estamento militar egipcio que les permite absorber cualquier tensión provocada por el derrocamiento de Morsi. En consecuencia los militares entraron en pánico frente a la posibilidad del desarrollo del movimiento de masas y que se escapara de su correa de transmisión. La otra opción estaba llena de peligros, porque si el ejército no derrocaba a Morsi, y el movimiento de masas se desarrollaba en una dirección más radical y profunda, la confianza en el ejército de secciones más amplias de las masas, una confianza que había nacido de la ausencia de otra alternativa que pudiera tratar de manera decisiva con Morsi, se tambalearía. Este es un factor que podría haber apartado el movimiento de su alcance.
Para completar el trabajo de contener el movimiento de masas, los militares nombraron un presidente provisional y un nuevo gobierno con cara civil. El objetivo era preservar en primer lugar todos sus poderes y privilegios y su papel intervencionista en la represión violenta cuando fuera necesario. En segundo lugar, querían completar el proyecto de la contrarrevolución a nivel económico y político. Esto no significaba una retirada de los militares del poder, justo lo contrario. A pesar de la retirada de los militares tras la capa civil del nuevo gobierno, aún lo gestionan todo como hicieron durante el año y medio del Consejo Militar bajo el liderazgo del mariscal Tantawi y el general Anan. Así que hemos sido testigos de la masiva ola de protestas del 30 de junio y de los días que siguieron, y vimos a los militares cabalgando sobre la revolución después del 3 de julio con el objetivo de cortar el camino al desarrollo del movimiento de masas. El movimiento de masas podría haber desarrollado dimensiones mayores y más radicales, en concreto con el inicio de huelgas parciales en la Autoridad Pública del Transporte, los ferrocarriles, en Mahalla y entre los y las empleadas públicas y muchas otras. También estamos viendo el retorno de la clase dirigente con sus símbolos militares y viejos líderes con toda la fuerza, después de la expulsión de la Hermandad del estado, con el objetivo para los militares de dirigir a la clase dirigente y las fuerzas de la contrarrevolución para conseguir lo que Morsi no pudo hacer. Esto es, abortar la revolución y un movimiento de masas con una enorme confianza, que aún así estaba repleto de contradicciones en cuanto a consciencia y organización. Inevitablemente, debemos tratar con el movimiento incluyendo sus contradicciones y aprovechar las posibilidades que le son inherentes para preparar las fuertes olas de la revolución egipcia que están por venir.
Desde este punto de vista, el 11 de febrero no se parece mucho al 3 de julio del 2013, y de hecho es completamente diferente en muchos aspectos. Para empezar, la clase dirigente se vio forzada a quitarse de encima el jefe de estado y abrir la puerta a una mayor confusión entre sus propias filas. El estado estaba mucho más debilitado de lo hoy parece, después del colapso del Ministerio del Interior y la hostilidad extrema de los compinches de Mubarak. En segundo lugar, sin embargo, la clase dirigente se libró del jefe del régimen para unir sus propias lineas, barajar las cartas en su propia mano, y arreglar las grietas para prepararse para los ataques en todos los movimientos revolucionarios. Pero esto no significa que la crisis política y económica de la clase dirigente haya terminado. Frente al derrocamiento de Morsi, la Hermandad y sus aliados islamistas han buscado escalar su movilización en base a sentadas y marcha para restaurar su "legitimidad" derrocada por las masas al lado de su proyecto fallido hostil a los objetivos de la revolución. En el proceso han cometido crímenes atroces que no pueden ser perdonados en muchas áreas y provincias, así como su retórica sectaria y su incitación contra los cristianos, dirigiendo su rabia sobre ellos y atacando iglesias. Como Socialistas Revolucionarios debemos permanecer firmes contra esta agresión y cualquier ataque contra los cristianos de Egipto: esta es una cuestión de principios para nosotros.
Somos conscientes de que para la Hermandad esto es una batalla por su supervivencia y no se rendirán fácilmente. En paralelo a los ataques y crímenes de la Hermandad ellos mismos están enfrentando una represión violenta en manos de los militares y el Ministerio del Interior, empezando con la masacre en la sede de la Guardia Republicana, y terminado con el bárbaro desalojo de los campamentos de protesta en la Plaza al-Nahda y Raba'a al-Adwiyya, para no mencionar la matanza de tres de sus miembros en Mansoura, y mucho más.
Los crímenes de la Hermandad han llevado a la mayoría de las facciones de la izquierda a tomar una postura extremadamente oportunista y aliarse con los militares y dar apoyo al estado represivo, incluso repitiendo las mismas mentiras de la burguesía y los medios feloul (antiguo régimen), abandonando completamente cualquier posición revolucionaria o de clase. Su perspectiva esta construida sobre un análisis catastrófico que considera que los Hermanos Musulmanes y sus aliados son el peor peligro para la revolución egipcia, cuando en realidad, si la Hermandad presenta un peligro hasta cierto punto, las instituciones del estado que monopolizan los medios de violencia representan un peligro mucho mayor para la revolución. Esto se manifiesta en el retorno del estado represivo en toda su brutalidad, la Declaración Constitucional dictatorial, en las designaciones de los gobernadores locales de generales militares y policiales del antiguo régimen y el ataque a las huelgas del acero en Suez, etc.
Además de la posición traicionera y oportunista de los llamados liberales y izquierdistas en apoyo de los militares (liderada por aquellos que participaron en el gobierno de Al-Sisi), hay muchos que ven la batalla entre la Hermandad y el viejo/nuevo régimen como una batalla que no significa nada para la revolución y que la revolución no tiene ningún interés en su resultado. Desde esta perspectiva, las personas revolucionarias deberían tomar una posición neutral, como si las dos partes en el conflicto tuvieran la misma fuerza y representaran el mismo peligro para la revolución. Estos puntos de vistas son extremadamente de corto alcance. No ven el significado real de las acciones del gobierno actual, y la sonrisa en la cara de los militares frente a los islamistas cuando aplastan las sentadas de Raba'aal-Adawiyya y al-Nahda. Estas masacres son un ensayo general para aplastar la revolución egipcia, y se repetirán mañana contra cualquier fuerza de oposición genuina que aparezca en escena, particularmente el movimiento de los y las trabajadoras. Esto es lo que vimos en el ataque a la huelga del acero en Suez. Las masacres contra los islamistas son sólo los primeros pasos en el camino hacia la contrarrevolución, y debemos denunciar esto de forma clara y decidida.
Actualmente estamos expuestos a una gran cantidad de ataques por nuestra posición de condena de la violencia de las instituciones represivas contra los islamistas, y por nuestro ataques contra Al-Sisi como líder de la contrarrevolución. Pero esto no nos llevará a diluir nuestra posición creando un tipo de "imparcialidad" en nuestros ataques sobre los militares y los islamistas cómo si fueran iguales en términos del peligro que representan para la revolución. Estamos en el proceso de una contrarrevolución global y radical y el aplastamiento de las sentadas y protestas de los Hermanos Musulmanes es sólo el primer paso. No vacilaremos en nuestra firme posición contra los militares y su represión feroz. Poner en la misma balanza a los dos lados sólo reflejaría vacilación e indecisión en lugar de tomar una posición clara y enérgica contra el estado represivo. No podemos permanecer callados frente a las masacres de los militares que han matado a docenas de islamistas y no podemos apoyar al estado cuando aplasta sus sentadas. Tampoco podemos dejar de recordar los crímenes militares, y advertir sobre el Ministerio de Interior y exigir el enjuiciamiento de sus criminales en cada oportunidad. De la misma manera debemos advertir del retorno del estado de Mubarak y sus instituciones represivas con toda su fuerza, y dirigir nuestros ataques contra ellos.
Tampoco debemos hacer seguidismo de los intentos de quien apoyan al viejo régimen y sus matones para hostigar a los islamistas y matarlos en las calles. Hay una diferencia bestial entre la autodefensa de las masas, incluso por medios violentos, frente a los ataques de la Hermandad como vimos en Manial y Bayn al-Sayarat y Giza hace un par de semanas, y la violencia de las instituciones represivas y los matones del viejo régimen contra los Hermanos Musulmanes. Esta última no es violencia que defiende a los manifestantes y la revolución, sino un intento de estabilizar las cosas en manos del nuevo régimen sin oposición de ningún lado. El ejército, la policía y los elementos del viejo régimen no intervinieron, ni una sola vez, durante las últimas semanas, para proteger a la población local ni a los manifestantes en ninguno de los enfrentamientos. Es en este contexto que el movimiento "rebelde" Tamarod y la izquierda que esta pegada a las botas de los militares, hace un llamamiento a los comités populares a defender el estado y las instituciones represivas y ayudarles a aplastar a los islamistas. Esto son llamamientos fascistas y no los podemos aceptar ni repetirlos.
Debemos hacer frente a las mentiras de los medios que dan cobertura política acusando de todos los crímenes de los militares y el viejo régimen a los Hermanos Musulmanes. Debemos desafiar la narrativa odiosa que busca borrar la revolución del 25 de enero y sustituirla por la revolución del 30 de junio, en la que "todas las clases" participaron y donde no se "quemaron comisarías" y "atacaron a las instituciones". Esta narrativa presenta a la revolución de enero como una pura conspiración de la Hermandad, que requería una revolución contra ellos y no una revolución contra la clase dirigente, su estado e instituciones represivas. Además, oímos una retórica racista llena de odio contra palestinos y sirios.
El estado esta movilizando casi todas las fuerzas políticas y las fuerzas (anteriormente) revolucionarias tras él, y grandes secciones de las masas, con el objetivo de confrontar a los Hermanos Musulmanes y la alianza islamista en torno a ellos. En lo que llaman la "guerra contra el terror", están azuzando una repugnante atmósfera nacionalista, clamando que "no hay sonido más fuerte que el sonido de la batalla" con el objetivo de suprimir y mutilar las demandas de la revolución.
En cuanto a quien habla de "exclusión" [del proceso político] y "reconciliación", los Socialistas Revolucionarios no pueden construir su posición aislados de los estados de ánimo de las masas y sus orientaciones, a pesar de sus fuertes contradicciones internas. Estas masas no aceptarán la reconciliación con los Hermanos Musulmanes. Como uno de los comunicados de nuestro movimiento declaraba, "tocar el tambor de la reconciliación sugiere igualdad entre asesino y víctima, lo que es completamente inaceptable, sin llevar a un juicio justo a los asesinos de los mártires, todos los mártires". Si las masas, bajo la influencia de los medios y la propaganda burguesa, quieren excluir a la Hermandad, mientras atacan a los elementos del antiguo régimen y los militares, deberemos atacar también el retorno de los que apoyan al antiguo régimen y el retorno del estado de Mubarak bajo la bandera de Al-Sisi. Todos ellos son enemigos de la revolución egipcia y sus perspectivas de futuro, y Al-Sisi es mucho más peligroso que el líder de los Hermanos Musulmanes Muhammed al-Beltagi en todos los sentidos.
En estas circunstancias, debemos lanzar el eslogan "Abajo con el régimen militar.. no al retorno de los feloul... no al retorno de los Hermanos Musulmanes" de manera directa, clara, valiente y sin vacilar.
¿Tenemos miedo de quedar aislados?
No hay duda de que las tácticas de los Socialistas Revolucionarios dependen fundamentalmente de determinar el nivel de desarrollo de la consciencia de las masas y de la clase trabajadora en su corazón y su vanguardia por un lado, mientras por el otro evaluamos las posibilidades y oportunidades para el desarrollo y la profundización del movimiento de masas durante el curso de la revolución.
El movimiento de masas en la actualidad sufre de grandes contradicciones en su seno, y se enfrenta a grandes desafíos, y tal vez el mayor de ellos es la reconciliación entre una sección de las masas con las instituciones del estado, y particularmente los militares y el Ministerio del Interior: la cabeza y el corazón de la contrarrevolución. Aunque a pesar de la frustración masiva que afecta a grandes secciones de los y las revolucionarias que lucharon contra el Consejo Militar durante un año y medio de la revolución, y que continuaron su lucha contra el régimen de Morsi, no hay otra manera de jugar un papel real dentro de un movimiento de masas aparte de tratar con él con sus peculiaridades y entender sus contradicciones evitando sobredimensionar o exagerar su potencial actual.
La alianza entre elementos del antiguo régimen y los medios liberales, con los servicios de seguridad, militares y el Ministerio de Interior ha tenido éxito en gran medida a la hora de balancear a las masas protegiendo una falsa imagen de neutralidad de los militares y el Ministerio de Interior, a los que presentan cómo si estuvieran alineados con el pueblo contra Morsi, la Hermandad y sus aliados islamistas, en un intento de borrar los crímenes, asesinato y torturas del estado de la memoria de las masas. Muchas fuerzas políticas, de manera muy clara el Frente de Salvación Nacional, la campaña Tamarod y la Corriente Popular, han jugado los roles más sucios y oportunistas puliendo esta imagen a través del llamamiento a "cerrar filas". Elogian el papel nacional del ejército y las instituciones del estado a la hora de conseguir las demandas de la gente para terminar con el régimen de la Hermandad, que consideran el mayor y único peligro para la revolución egipcia. Aún así, esta perspectiva sólo representa una delgada capa de la consciencia de las masas. Es cierto que es una capa sólida, y casi todos los partidos están trabajando para reforzarla aún más, pero debajo se encuentra la consciencia genuina de las demandas de la revolución y sus objetivos de pan, libertad y justicia social.
No podemos perder de vista el hecho de que, entre estas contradicciones en la consciencia, grandes secciones de las masas tienen una gran confianza en si mismos, a pesar de todas las distracciones y la confusión de la "guerra contra el terror". Las masas han impuesto de forma genuina su voluntad y han derrocado dos presidentes y cuatro gobiernos desde el principio de la revolución. Esta confianza que permanece bajo la capa de conciencia contradictoria, es lo que ha impulsado a las masas a alzarse contra Morsi en primer lugar, y esto es lo que permite a algunos prepararse gradualmente para completar la lucha contra el nuevo gobierno, a medida que vaya haciéndose claro progresivamente que sus políticas económicas y políticas están opuestas a las demandas de las masas. Todo esto, a pesar de la esperanza parcial entre algunos sectores de las masas de que el gobierno satisfazca las demandas de la revolución.
A estas alturas debemos encontrar cada manera posible para alcanzar el núcleo de la consciencia de los pobres y las masas trabajadoras, en cuyos intereses fundamentales está continuar la revolución y implementar sus demandas. Debemos continuar enfatizando la gigantesca capacidad que las masas exhibieron en la ola del 30 de junio y en las olas previas a la revolución extendiendo las demandas genuinas de la revolución egipcia, y movilizándonos en cada provincia y lugar de trabajo. Pero esto no puede y no debe empujarnos a esconder o retrasar parte de nuestras políticas o principios con el objetivo de obtener un apoyo temporal más cercano de las masas tras nuestra retórica o eslóganes.
Al contrario, ocultar alguno de nuestros eslóganes o nuestra política para conseguir objetivos políticos a corto plazo tan solo puede llevar al oportunismo. Esta no es la manera en la que los Socialistas Revolucionarios trabajamos, y hemos evitado completamente el oportunismo mientras hemos construido nuestro proyecto organizativo entre las masas y por la victoria de la revolución egipcia. Por ejemplo, no podemos reducir nuestros ataques contra las mentiras presentadas por los medios del antiguo régimen y los liberales burgueses, o parar nuestros ataques contra los ensayos de la contrarrevolución que hacen hoy en día los militares y el Ministerio de Interior. No podemos parar de recordar la historia criminal del Consejo Militar y los compinches de Mubarak, y exigiendo que deben ser juzgados junto a los líderes de los Hermanos Musulmanes que estas semanas han destacado por incitar a la violencia y el asesinato, desatando un sectarismo repugnante. No podemos, en ningún caso, aflojar a la hora de dirigir nuestros ataques políticos contra el antiguo régimen y los oportunistas del gobierno de Beblawi, las tendencias claramente liberales de este gobierno, y la consolidación del estado represivo a través de la designación de nuevos gobernadores locales. No podemos aflojar en nuestros ataques en los enormes poderes y privilegios de los que disfrutan los militares según la constitución, y su control de cerca del 25% de la economía egipcia, y en la continuación del humillante acuerdo de Camp David, etc. Debemos tratar todo esto con principios.
Menospreciar el retorno del estado de Mubarak y la represión militar es tremendamente peligroso. El estado de Mubarak, que (es cierto) no ha desaparecido de la escena desde el inicio de la revolución, vuelve hoy con plenos poderes, libre de crisis internas, y con el apoyo de amplias secciones de las masas. Esta es la situación que nos obliga a ir inmediatamente al ataque contra este estado y sus símbolos, que no tardará mucho en empezar a lanzar ataques contra todo aquel que haga llamamientos por las demandas de la revolución.
Nuestra posición de principios puede resultar en un aislamiento temporal entre las masas. Nuestro mensaje no encontrará generalmente una recepción amplia entre las masas, a pesar de los esfuerzos que haremos a la hora de trabajar y hacer actividad en los lugares de trabajo, los campus universitarios y los barrios. Este aislamiento ya empezó antes del 30 de junio, como resultado de nuestra posición de principios contra los militares, el viejo régimen y la Hermandad. Pero no podemos permitirnos ningún grado de frustración, mientras las contradicciones continúen en la consciencia y la capacidad de las masas de organizarse a ellas mismas, el movimiento de masas seguirá siendo un vehículo que puede ser afectado por muchos factores que interaccionan, que lo fuerzan a seguir caminos tortuosos y no constantemente en un camino recto y hacia arriba. El contenido real del régimen represivo ahora en el poder se revelará ante los ojos de las masas que gradualmente empezarán la lucha contra él.
Esto no significa un aislamiento y una separación completa de las masas, dado que hay decenas de miles de jóvenes revolucionarios y revolucionarias que han luchado ferozmente contra el poder militar en las olas de la revolución egipcia y que completaron la lucha contra el régimen de Morsi. Su memoria aún está enraizada en los principios revolucionarios, tienen menos contradicciones en su consciencia y no apuestan por las instituciones del estado, concretamente no en los militares, la espina dorsal de la contrarrevolución. Estos y estas revolucionarias encontrarán atractiva la posición de principio de los Socialistas Revolucionarios, a la luz del enorme giro de la fuerzas políticas hacia el lado de los militares y el nuevo gobierno. Desde este punto de vista, la situación es mejor de lo que era después del 11 de febrero del 2011, cuando durante meses tan sólo los Socialistas Revolucionarios y unos pocos activistas individuales hablaban contra el Consejo Militar.
En las semanas y meses por venir, tenemos la oportunidad de atraer y ganar a algunos de esos revolucionarios y revolucionarias para reforzar nuestras filas, con el objetivo de jugar un rol más fuerte y estable en las olas de la revolución que están por venir. Pero al mismo tiempo también queremos integrar los trabajadores y los pobres que quieren hacer la revolución y participaron en la última ola del 30 de Junio por los objetivos de la revolución que nunca se llegaron a cumplir. Esto es de la mayor importancia para hacer cobrar fuerza al proyecto del Frente Revolucionario con los partidos de principios que no han girado hacia los brazos del estado y el nuevo gobierno, ni se han aliado con los islamistas contra el estado y que adoptan un programa con las demandas de la revolución y sus objetivos.
Socialistas Revolucionarios, 15 de Agosto del 2013, Egipto
Traducido de la versión inglesa.
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